"Papá, sin descaro soy un jugador vulgar". Jesús Rodríguez, el 36 bético que el Sevilla descartó
El canterano se ha consagrado en las últimas jornadas con Pellegrini, con Abde en el banquillo. Los paralelismos con Joaquín son más que evidentes por el descaro y la forma de jugar
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Esa pose con los brazos en jarra la tenía alguien que ahora se sienta en el palco. Quizá sea prematuro establecer analogías, es cierto, pero no se había visto a nadie como Joaquín en el Betis hasta que ha irrumpido Jesús Rodríguez. Un chico tallado entre las plazoletas de Alcalá de Guadaíra, municipio cercano a la capital de Andalucía cuya población se aproxima a los 80.000 habitantes. El pueblo que ha engendrado al nuevo príncipe verdiblanco, sobre el que Dani Ceballos ha sido rotundo: "Blindad al 36 porque vaya jugador".
Su marca de identidad es la facilidad para ahuyentar a los rivales. Su verticalidad es un desafío al statu quo establecido en este fútbol contemporáneo carente de regates y jugadores audaces. Jesús, sin embargo, ha demostrado que hay resquicios para algunos inconscientes, cualidad consustancial a los jóvenes, capaces de aportar algo que antes abundaba y escaseaba. "Papá, sin descaro soy un jugador vulgar", le dijo Rodríguez a su progenitor en su etapa de formación.
Ahora sale el sol en el domicilio de los Rodríguez Caraballo, en el Campo de las Beatas, barriada ubicada a las afueras del municipio. Pero no conviene olvidar que las rosas casi siempre llevan implícitas espinas. Y Jesús lo comprobó en la etapa cadete, cuando fue descartado del Sevilla porque querían jugadores con más físico.
Jesús ha tenido que sortear a defensas y también ha regateado al destino, cuando el guion lo acercaba más al fútbol de barrio que al de élite. "Había marcado 38 goles en su segundo año como infantil, fue el máximo goleador del Sevilla y el tercero de la categoría. Pero a cuatro o cinco días de que empezara la Liga nos dijeron que estaba descartado tras tres años en el club", confiesa a El Confidencial Juani Rodríguez, padre del jugador.
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La redención llegó en su pueblo
Aquel revés no lo neutralizó. Jesús estaba decidido a batallar con el azar, porque nada lo movía más que cumplir su anhelo. Tras abandonar el Sevilla, recaló en el A.D. Nervión, club con fuertes equipos en las categorías inferiores provinciales y autonómicas.
Rodríguez pasó la prueba con el Nervión en un partido amistoso disputado en Alcalá, en el barrio de Malasmañanas. Los mismos estadios en los que pasó su infancia fueron testigos de su relanzamiento. Aquello le otorgó una bala extra, por más que fuera un paso hacia atrás. Lo único que no cambió fue la exigencia de su padre. "Le he exigido más que a ninguno. Siempre le dije que tenía que sacrificarse mucho para llegar a la élite, si es lo que realmente quería. Me costaba trabajo imaginármelo ahí, pero cada vez estaba más concienciado de que no se le escaparía".
La etapa en Nervión fue bonita, duró dos años y lo llevó de vuelta a una gran cantera, en este caso a la del Betis. Pero también hubo momentos complicados. En su primera temporada, lo pasó mal porque el entrenador era muy defensivo, la faceta menos destacable del chico, y era frecuente que no acabara los partidos. Él, sin embargo, se mantuvo fiel a su juego, confiado en que ese estilo le daría resultados.
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La lesión en el pubis
El Betis lo seguía de cerca hasta que lo llamaron para una prueba. El objetivo era que ingresara en el club para empezar la etapa juvenil, pero el infortunio apareció de nuevo. Una lesión en el pubis lo tuvo tres meses alejado del césped. Y en su casa pensaron que la oportunidad quizá se había esfumado.
"Busqué las mejores clínicas para que mi hijo se recuperara cuanto antes. No escatimé nada porque él es feliz jugando y a mí me aliviaba mucho verlo jugar. Me di cuenta de que el Betis estaba interesado de verdad porque me preguntaban con frecuencia por su recuperación".
Neymar es el ídolo de un chico cuyo registro encantó en la cantera bética desde el primer momento. En el aterrizaje hubo vicisitudes, porque todos los años llegaban jugadores procedentes del Madrid o del Barcelona. El currículum de los nuevos fue insuficiente porque el barrio se impuso a la academia. "Los sentaba a todos", resume su padre.
Hubo un compañero clave en ese desembarco. Germán García es paisano de Jesús y uno de los porteros del Betis Deportivo. Antes de que tuviera el carné de conducir, lo recogía para que se fueran juntos a los entrenamientos. Ambos mantienen una gran relación.
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La comparación con Joaquín
El 31 de octubre es un día marcado en rojo por Rodríguez y su familia. Es el día de Halloween, pero no fue la noche del terror, más bien de una alegría desmesurada por su debut con el primer equipo. Ocurrió ante el Gévora en la Copa del Rey (1-6) después de haberse perdido la pretemporada por su participación en el Europeo sub-19, donde España se proclamó campeón con Jesús portando el dorsal 17.
"No quiero sonar prepotente, ojo, pero podría haber debutado antes. Su último año juvenil fue muy bueno y esta primera parte de la temporada estaba rindiendo muy bien en el Betis Deportivo". Renovado el pasado verano hasta 2029, y con una cláusula de 50 millones de euros, el porvenir de Jesús estará ligado al club. "Es nuestra primera opción. Tanto Jesús como yo se lo hemos dicho claro a sus agentes".
"Es un chaval que lo da todo y se notan sus ganas. Quiere demostrarle al míster que está preparado. No me sorprende su rendimiento, pero me ha sorprendido la confianza del entrenador porque hay muchos jugadores buenos en la plantilla. Él tiene nivel y frente a la Real se notó, porque cada vez que encaró fue un peligro. Es muy desequilibrante", asegura Germán García en conversación con este periódico.
El 17 del Betis, el número quizá con más historia del club, está libre. Y todos los focos apuntan a un único heredero del dorsal de Joaquín: Jesús Rodríguez. "Son parecidos, pero a la vez diferentes. El descaro es un rasgo común, mientras que cada uno juega mejor en una banda. Jesús, en la izquierda; Joaquín, en la derecha. Mi hijo ha mejorado mucho en defensa, pero a Joaquín le costaba más. Jesús tiene más descaro, pero con esto no quiero decir que sea mejor que Joaquín".
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A Germán le encaja el símil con Joaquín. "Joaquín también era veloz cuando empezó y tiraba mucho de la bicicleta como recurso. Es cierto que Jesús suele irse hacia dentro y Joaquín lo hacía hacia fuera. Es difícil llegar a lo que hizo el excapitán, pero estoy convencido de que a Jesús le llegará su momento y que marcará una época".
Su carácter introvertido le hace pasar desapercibido, aunque no le niegue un autógrafo o una foto a nadie. Le gustan poco los videojuegos, aunque en el avión sea habitual que juegue al Mario Kart en la Nintendo Switch. En el plano audiovisual, ve series y, sobre todo, el automovilismo porque es un gran aficionado a la Fórmula 1. El pádel es otro de sus pasatiempos favoritos.
El chico, mientras tanto, se mantiene prudente ante la expectación generada, más aún tras su actuación frente a la Real Sociedad (3-0). No hay nada de histrionismo al respecto, solo lo rutinario del que se mueve con parsimonia y espontaneidad por las mismas calles que lo vieron crecer. De hecho, ha pedido a sus padres que no consulten las redes sociales en casa, esté en una buena o mala situación.
La frase de Ceballos se ha hecho viral en las últimas horas. Lo que pocos saben es que su hermano, Juan, también está en el Betis, en el equipo juvenil. Quién sabe si los genes de Juani marcarán el futuro del club y el blindaje tendrá que llegar a ambos integrantes de la familia.
Esa pose con los brazos en jarra la tenía alguien que ahora se sienta en el palco. Quizá sea prematuro establecer analogías, es cierto, pero no se había visto a nadie como Joaquín en el Betis hasta que ha irrumpido Jesús Rodríguez. Un chico tallado entre las plazoletas de Alcalá de Guadaíra, municipio cercano a la capital de Andalucía cuya población se aproxima a los 80.000 habitantes. El pueblo que ha engendrado al nuevo príncipe verdiblanco, sobre el que Dani Ceballos ha sido rotundo: "Blindad al 36 porque vaya jugador".