El extraño nerviosismo de la RFEF con el caso Mapi: ¿acaso Louzán le debe algo a Laporta?
El Comité de Disciplina de la Primera División Femenina entró de oficio, pero desde la Federación Española, de la que el presidente del Barça es asambleísta, se generó confusión
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Rafael Louzán (Ribadumia, Pontevedra, 1967) fue elegido presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) el pasado 16 de diciembre. Sin embargo, el gallego no pudo sentirse como tal hasta el 6 de febrero, cuando, contra todo pronóstico y para desgracia del Gobierno, que confiaba en poder derrocarle, el Tribunal Supremo le absolvió de la condena de 7 años de inhabilitación por prevaricación que arrastraba de su etapa como presidente de la Diputación de Pontevedra.
Dos meses después de su nombramiento, el gallego está intentando sacudirse de todo lo que huele a Rubiales, aunque todavía son muchos los cambios que debería hacer para que en Las Rozas se respirara aire puro. No en vano, a su alrededor sigue teniendo personas que estuvieron estrechamente vinculadas al expresidente, quien, nunca hay que dejar de recordarlo, no cayó por su nefasta y judicializada gestión, sino por un piquito —que no es sinónimo de besito— a Jenni Hermoso.
Prueba de ello es que, además del victimismo arbitral del Real Madrid —curioso que Florentino Pérez se queje ahora de los arbitrajes, cuando como directivo de Rubiales no dijo nada y hasta encubrió el caso Negreira—, Louzán no va a tardar en tener problemas con el fútbol femenino. Empezó con mal pie al anunciar, sin ninguna necesidad, que la Supercopa femenina podría disputarse en Arabia. Una idea que ya vendió Rubiales en su intento por justificar llevarse allí la masculina.
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Lo peor es que el nuevo presidente federativo hizo estas desafortunadas declaraciones después del acoso y los tocamientos a mujeres denunciados por los aficionados del RCD Mallorca que viajaron a la Supercopa. La pésima gestión de este asunto por parte de la RFEF evidenció que esta sigue manteniendo, no solo en su esencia, sino también en su estructura, vestigios del rubialismo que empiezan por tener en su Junta Directiva al catalán Joan Soteras. Incomprensible.
Se ausentó de la final de la Supercopa femenina
Otro ejemplo de ello es que, precisamente unos días después de regresar de Arabia, Louzán no llegó a tiempo para asistir a la final de Supercopa de España femenina, celebrada el pasado 19 de enero, en la que el FC Barcelona volvió a golear al Real Madrid (5-0). Y eso que este partido se disputó en Leganés y no en Yeda, la ciudad saudí en la que Louzán estuvo desde el primer al último día. Es verdad que tenía previsto asistir, pero la cancelación de vuelos le jugó una mala pasada.
Mantener a Montse Tomé en el cargo de seleccionadora, sobre todo después de haberla visto como testigo de Rubiales en el juicio que se ha celebrado en la Audiencia Nacional, tampoco parece una buena idea. Que la asturiana, como mujer más que como entrenadora, no defendiera a Jenni Hermoso, le aleja aún más de un grupo de futbolistas que nunca la ha querido ni la querrá. Por más que haya vuelto a llamar a un peso pesado como Irene Paredes.
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Quién sabe, quizás por ello Louzán no estuvo al lado de Tomé cuando esta se desplazó a Paiporta para ofrecer desde esta localidad valenciana afectada por la DANA su última convocatoria. La coincidencia en día y casi hora con el sorteo de las semifinales de la Copa del Rey fue esta vez la excusa del gallego para volver a dar la espalda a un fútbol femenino con el que parece que no termina de congeniar.
El gol que le han colado con Reyes Bellver
En este sentido, y aunque cronológicamente pasara antes de este nuevo plantón, qué decir del nombramiento de Reyes Bellver como directora de fútbol femenino de la RFEF. La que fuera asesora legal del sindicato FUTPRO, auspiciado y manejado en sus inicios por Rubiales y, sobre todo, su mano derecha, Andreu Camps, trabajó en el despacho de Gorka Villar y ya intentó presidir la Liga F junto a María Teixidor.
Es decir, que su objetivo era estar, sin saber muy bien para qué. De hecho, esta es la pregunta que genera su nombramiento para un cargo por el que en los últimos seis años han pasado otras tantas personas. Además de Bellver, Lola Martelli, Iñaki Mikeo, María Tato, Ana Álvarez y Markel Zubizarreta. Louzán presume de paridad en su Junta Directiva, con 15 hombres y 15 mujeres, aunque el gol que le ha metido —parece que su secretario general— con la nueva directora de fútbol femenino ha sido por toda la escuadra.
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Y el mismo origen puede tener el extraño comportamiento de la RFEF en el caso Mapi León. Mientras su vicepresidenta, la también presidenta de la Liga F, Beatriz Álvarez, decía que "es un lance del juego y no hay que sacarlo de contexto", en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas negaron que el Comité de Disciplina Primera División de Fútbol Femenino hubiera entrado de oficio tras no llegar denuncia del RCD Espanyol en defensa de su jugadora Daniela Caracas.
Sin embargo, dicho comité no dudó ni un momento en entrar de oficio, tal y como informamos en este diario, y además era su obligación hacerlo. El Artículo 101 de la Ley del Deporte referente a la iniciación del procedimiento sancionador lo dice muy claro: "Se iniciará de oficio por acuerdo del órgano competente, bien por propia iniciativa o en virtud de comunicación del Consejo Superior de Deportes".
¿Por qué entonces tanto oscurantismo y nerviosismo en la RFEF con el caso Mapi? ¿Acaso Louzán le debe algo al asambleísta, avalista y votante Laporta? El gallego sabe que el Gobierno le está esperando. No entrar de oficio hubiera sido "cerrar los ojos ante algo que ha visto todo el país", como dijo a este diario José Javier Forcén, el Juez Único de Competición, que en 1991 sancionó a Míchel por su tocamiento a Valderrama. Que se sancione o no a Mapi León será una cosa, pero no entrar siquiera a juzgar lo que pasó, otra bien distinta.
Rafael Louzán (Ribadumia, Pontevedra, 1967) fue elegido presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) el pasado 16 de diciembre. Sin embargo, el gallego no pudo sentirse como tal hasta el 6 de febrero, cuando, contra todo pronóstico y para desgracia del Gobierno, que confiaba en poder derrocarle, el Tribunal Supremo le absolvió de la condena de 7 años de inhabilitación por prevaricación que arrastraba de su etapa como presidente de la Diputación de Pontevedra.