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El dolor de Luis Enrique y la crisis infinita del City colocan a Guardiola ante lo desconocido
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El dolor de Luis Enrique y la crisis infinita del City colocan a Guardiola ante lo desconocido

Los ingleses dependen de una victoria ante el Brujas para seguir en Europa. Su juego, paupérrimo y sin identidad, ha abierto la primera crisis de Pep en casi 20 años en los banquillos

Foto: Guardiola, resignado en París. (Reuters/Stephanie Lecocq)
Guardiola, resignado en París. (Reuters/Stephanie Lecocq)

Joan Laporta anunció a Pep Guardiola como entrenador del Barcelona B en 2007. El ídolo se jugaba su estatus primero en el banquillo del filial, más tarde en el del Camp Nou. Todavía no se afeitaba la cabeza y nada se imaginaba que sería, probablemente, el entrenador contemporáneo por excelencia.

Guardiola se acerca a sus dos décadas como entrenador. 20 años en los que ha ganado todos los títulos y en los que no ha atravesado ninguna crisis… hasta ahora. El Manchester City es quinto en la Premier League a 12 puntos del Liverpool, líder con un partido menos. Y depende de una victoria en la Champions ante el Brujas para seguir en Europa tras sufrir una dura derrota ante el PSG de Luis Enrique (4-2).

"Me ha costado celebrar los goles porque tengo al lado a un amigo y sé lo que se sufre", explicó Luis Enrique tras la victoria. Barcelona y Múnich habían sido inmunes a debacles. Mánchester iba en la misma dirección hasta la lesión de Rodri, la piedra filosofal del City, capaz de desnudar a Pep como nunca había ocurrido.

Nada ha vuelto a ser como antes desde la lesión del centrocampista español, aunque el City haya remontado algo el vuelo en el último mes. En la Champions, sin embargo, se encuentran en el abismo, más cerca del lado bueno que del malo, ese que acerca tanto al precipicio. El lugar en el que nunca antes habían estado. Un acantilado absolutamente desconocido para el entrenador catalán, acostumbrado a motivar para triunfar, no para sobrevivir.

placeholder Luis Enrique se dio un efusivo abrazo con Pep. (Reuters/Stephanie Lecocq)
Luis Enrique se dio un efusivo abrazo con Pep. (Reuters/Stephanie Lecocq)

La credibilidad del estilo

El City ha sido una máquina de ganar Ligas (seis de las ocho últimas), implantado una hegemonía inédita en la Premier League. Mientras esto sucedía, algunos le achacaban a Pep su incapacidad para ganar la Copa de Europa lejos de Barcelona. Y lejos de Leo Messi. Aquel argumento caducó cuando la levantó al cielo de Estambul en junio de 2023.

Para algunos parece que ganar no es lo más importante, es lo único, afirmación reivindicaba por Bilardo, némesis de este estilo de Pep. Y refrendada por Simeone: "Prefiero jugar bien que jugar lindo". Otros, como el difunto Menotti, sostenían que Guardiola había transformado las bandas en orquestas.

El debate, sin embargo, ha cambiado ahora. El City es un equipo alejado del buen juego pregonado por Pep, adalid del cruyffismo y máximo exponente del estilo impulsado por su maestro. Se ha transformado en un conjunto vulgar, incapaz de vencer a rivales teóricamente inferiores. Pero ya saben que el fútbol es injusto por antonomasia, no es matemático; las reglas de tres carecen de validez.

placeholder Pep da instrucciones a sus jugadores. (Reuters/Stephanie Lecocq)
Pep da instrucciones a sus jugadores. (Reuters/Stephanie Lecocq)

El futuro inmediato

Es inevitable pensar que Guardiola hubiera llamado a Cruyff para pedirle ayuda en estos momentos. El teléfono, en cierto sentido, se habría transformado en la lámpara de Aladdín, porque nadie desempeñaría como el holandés el papel de genio. En realidad, el futuro de Pep está ahora tan en peligro como estaba el de Ágrabah.

Ganar la Premier suena a utopía, pero todavía hay tiempo para un gran despertar en Europa y en las diferentes copas de Inglaterra. De no ocurrir, se habría dado la reversibilidad del hechizo. Y las orquestas habrían vuelto a ser bandas.

Joan Laporta anunció a Pep Guardiola como entrenador del Barcelona B en 2007. El ídolo se jugaba su estatus primero en el banquillo del filial, más tarde en el del Camp Nou. Todavía no se afeitaba la cabeza y nada se imaginaba que sería, probablemente, el entrenador contemporáneo por excelencia.

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