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El Real Madrid no perdona la humillación: dolores e ilusiones para salir del bochorno
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El Real Madrid no perdona la humillación: dolores e ilusiones para salir del bochorno

La derrota en el Real Madrid es sentir vergüenza y lo que duele es ver perder a un equipo que compite sin esfuerzo colectivo. La solución es ponerle carácter, luchar y no rendirse

Foto: Bellingham y Mbappé, en la derrota contra el Barcelona. (Reuters/Pedro Nunes)
Bellingham y Mbappé, en la derrota contra el Barcelona. (Reuters/Pedro Nunes)

Carlo Ancelotti sabe que la humillación no está permitida en el Real Madrid. Hay que ponerse las pilas y transmite a sus jugadores que de la dura derrota contra el Barcelona se puede aprender. Hacerlo peor es imposible porque el Real Madrid naufragó en un partido con innumerables fallos defensivos en lo colectivo y en lo individual que mostraron las carencias de Lucas Vázquez y Tchouaméni, recursos de emergencia, y la desconexión de los cuatro de arriba. Bellingham, Rodrygo, Vinícius y Mbappé se desentendieron de trabajar sin balón, de la presión, y así es muy difícil armar un bloque compacto.

El bochorno de la dolorosa derrota contra el Barcelona va a durar hasta que el Real Madrid no se enfrente a un equipo de máximo nivel, convenza, y demuestre que es competitivo. La fiabilidad está en entredicho, pese a que con el talento individual de los jugadores dé para desequilibrar partidos ante rivales inferiores. El Real Madrid, terminada la primera vuelta de la Liga, solo ha ganado al Villarreal de los seis primeros clasificados. Ha perdido contra el Barcelona y Athletic. Empató en Mallorca y el derbi en el Metropolitano.

Los jugadores hacen autocrítica, por segunda vez en la temporada, para poner remedio a los problemas. Los mismos que en la primera crisis que sufrieron tras las derrotas contra el Barcelona y el Milan en el Bernabéu y las del Liverpool y Athletic como visitante. El Clásico de Arabia Saudí es el quinto varapalo que sufre un equipo que no encuentra continuidad, equilibrio y le penaliza en la pérdida de pulso competitivo.

La propuesta de jugar con balones largos para coger la espalda a la línea defensiva del Barcelona no funcionó. Delató que no hay estrategia para contrarrestar el plan de Hansi Flick. Lo extraño es que Ancelotti dijera que estaba sorprendido por lo que hicieron sus jugadores y no hiciera nada para corregirlo durante el primer tiempo. El descalabro fue mayúsculo. Desde la inacción de Ancelotti, la actitud y confusión de los jugadores hasta la imagen de Florentino en la entrega del trofeo, de compadreo con Laporta, diciéndole a Modric que alguna vez tienen que perder una final.

placeholder Ancelotti, con gesto de preocupación tras perder la Supercopa. (EFE/Alberto Estévez)
Ancelotti, con gesto de preocupación tras perder la Supercopa. (EFE/Alberto Estévez)

Lo que más duele al aficionado no es dejar de ganar una Supercopa de España. Es la forma de caer, de ser barrido del campo y sufrir un destrozo que pudo ser escandaloso y en el que no hubo reacción en los 38 minutos que jugó con superioridad tras la expulsión de Szczesny.

El aficionado del Real Madrid, el más apasionado y el menos visceral, valora la entrega y el sacrificio en equipo por encima del buen fútbol. No tolera la humillación. Exige la lucha, caer con la cabeza alta y compitiendo hasta el final, aunque la propuesta de Ancelotti en los grandes partidos sea más conservadora que atrevida.

Cinco varapalos

Nada de esto se ha visto en las cinco duras derrotas de la temporada. Ni en el 0-4 del Clásico liguero, la rendición ante el Milan y el Liverpool en la Champions, el incomprensible error de Fede Valverde en Bilbao y el ridículo del 2-5 en Yeda. La imagen de impotencia que refleja el equipo es desalentadora para cualquier hincha madridista.

Foto: Vinícius, en el partido contra el Mallorca en la Supercopa. (EFE/Alberto Estévez)

Es el momento de las decisiones y la del club no apunta a hacer fichajes para reforzar la maltrecha línea defensiva. La responsabilidad recae en Ancelotti, que encuentre los mecanismos tácticos para que el equipo funcione en el segundo tramo de la temporada y saque la mejor versión de los jugadores en lo futbolístico, físico y mental. A los jugadores se les pide esfuerzo, motivación y compromiso.

La ilusión de los madridistas está en que quedan los títulos más importantes por disputar, que Mbappé se acerca a su versión arrolladora y en que Ancelotti se tome más en serio a Raúl Asencio y deje de vacilar con un futbolista que simplemente cumple cuando le toca jugar. Lo extraordinario de Asencio está en que no desentona. No es peor que Tchouaméni en la posición de central, ni tampoco tiene menos nivel que Lucas Vázquez cuando ha tenido que jugar de lateral derecho.

Foto: Ancelotti y Hansi Flick, antes de empezar el Clásico disputado en el Bernabéu. (AFP7)

La esperanza es que el equipo crezca porque hay un enorme margen de mejora tras tocar fondo en la final de la Supercopa de España. La imagen fue indigna y no representa a la historia ni la grandeza del escudo. Con goles encajados que son impropios de futbolistas que hace ocho meses ganaron una Champions y son internacionales.

El aficionado espera que estos mismos jugadores, más Mbappé y la recuperación de David Alaba, muestren carácter y orgullo para que se vayan los nubarrones de una temporada en la que hay que pelear por la Liga, Copa y la Champions. La humillación es sinónimo de despido.

Carlo Ancelotti sabe que la humillación no está permitida en el Real Madrid. Hay que ponerse las pilas y transmite a sus jugadores que de la dura derrota contra el Barcelona se puede aprender. Hacerlo peor es imposible porque el Real Madrid naufragó en un partido con innumerables fallos defensivos en lo colectivo y en lo individual que mostraron las carencias de Lucas Vázquez y Tchouaméni, recursos de emergencia, y la desconexión de los cuatro de arriba. Bellingham, Rodrygo, Vinícius y Mbappé se desentendieron de trabajar sin balón, de la presión, y así es muy difícil armar un bloque compacto.

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