Laporta, en decadencia: de tanto mirarse el ombligo le revienta el caso de Dani Olmo
Laporta queda tocado y con el crédito bajo mínimos, independientemente de cuál sea el desenlace final de Dani Olmo. La suficiencia de su gestión le pone entre las cuerdas
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El esperpento de Dani Olmo deja tocado a Joan Laporta y pone en evidencia las miserias de un presidente que da señales extremas de entrar en su decadencia. Joan se deshizo de Messi y no pasó nada. Con Leo empezó todo, parafraseando a Piqué. Vendió que su regreso al club era la salvación a todos los males del declive institucional, deportivo y la ruina económica del Barcelona. El egocentrismo ha ido devorando a Joan Laporta.
Fulminó a Koeman, otra leyenda, en un avión tras perder en Vallecas. Se calentó con Xavi por ser sincero y decir que el club vivía tiempos difíciles. Se le fueron Mateu Alemany y Jordi Cruyff, hastiados de las improvisaciones y negarse a ser floreros. Los incumplimientos con el fair play financiero, los retrasos en las obras del Spotify Camp Nou, las comisiones, espantadas de altos ejecutivos, la deuda... y la gota que colma el vaso es no inscribir a tiempo a Olmo y Pau Víctor.
Su segundo mandato como presidente del Barcelona está marcado por las chapuzas y el ilusionismo. Por las trampas a Messi, Xavi y Dani Olmo. A los tres los ha engañado públicamente, sin respeto. Con el caso Olmo se supera. Ha actuado al margen de la legalidad deportiva, por la vía judicial para encontrar de manera independiente lo que no es capaz de cumplir por la vía legal del control económico con el que se rigen todos los clubes, que para bien o para mal, es lo firmado como beneficio para garantizar la buena salud económica del fútbol español.
Dani Olmo aparenta estar tranquilo, pero ya conoce que Laporta no es de fiar. El crédito de Joan está bajo mínimos, crecen las voces en Barcelona de una moción de censura, de la dimisión. Olmo está libre, puede cobrar todo el contrato que firmó hasta el 2030 y no le hará falta buscar otro equipo. Recibirá ofertas, si no las tiene ya, y saldrá a coste cero. El exceso de confianza con Olmo, mirarse tanto el ombligo, estar tan seguro de que este partido también lo va a ganar, como creyó con Messi y Xavi, pone a Joan entre las cuerdas.
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El ego de Laporta es su destrucción, pese a que acabe encontrando la licencia de Olmo dentro del modelo del palanquismo en el que se le ocurrió meter al club con venta de patrimonio que solo sirve para salir al paso de los problemas del presente y vislumbran nubarrones en el futuro. Ahora son los palcos Vips del nuevo Camp Nou los que pueden salvar a Olmo, con la sospecha de que están vendidos con prisa y a mal precio.
Cayó en la autocomplacencia
Laporta no hace milagros y su fantasía, forofismo y autocomplacencia le llevan a estrellarse con el caso Olmo. En dos frentes. Primero, sin conseguir cumplir las normas del juego limpio financiero por la que se rigen todos los clubes y que prometió que haría antes de final del 2024. Y segundo, perdiendo la estrategia judicial que deja más en evidencia la imposibilidad de darle cautelares como si fueran caramelos. No solo no es capaz de reducir la masa salarial y generar ingresos, sino que le sacan los colores con peores cifras económicas en su gestión.
La cuestión a la que nos lleva el bochorno de Dani Olmo es a preguntarnos de qué sirvió engañar a los socios y aficionados azulgranas con el caso Messi. Laporta le utilizó en la campaña electoral, abusó de la amistad y la complicidad para fotografiarse con un maniquí con la camiseta del argentino. Cuando ya tenía el voto ganado, le dejó tirado. Le echó la culpa a los obstáculos económicos y estructurales. A las normas de la Liga española.
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La salida de Messi no hace falta recordarla ni tampoco cómo es su relación con Laporta. Se fue un día de agosto de 2021, llorando a lágrima viva y con sed de venganza. Contra Laporta. No con el Barcelona. La herida no está ni mucho menos cerrada y se comprobó en su ausencia a los actos conmemorativos del 125 aniversario del Barça. La relación con Laporta es inexistente, presionó a su entorno para que recapacitara y Messi se mantuvo firme. Todo por el Barcelona, pero nada si sigue la persona que le hizo sufrir, traicionó con mentiras y falsas promesas.
Desleal con Xavi
Messi y Xavi tienen en común que son leyendas del Barcelona que han salido mal, denigrados y siguen siendo humillados por el relato laportista. El mismo que inventó eso de “¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!” en 2008 en la Trobada Mundial de Peñas y la pancarta gigante “Ganas de volver a veros” en 2020, como candidato, a cien metros del Bernabéu.
Con Messi se encargó de que calara el mensaje de la inviabilidad de sostener el contrato del argentino y echar la culpa a la ruina en la que dejó Bartomeu el club. De Xavi dijo que el equipo no estaba bien preparado físicamente en el esplendor de los meses en los que el proyecto de Hansi Flick iba todo rodado. Este relato se le ha desmontado. Xavi, un emblema, ayudó a Laporta. Hizo de escudo en tiempos difíciles en los que había que recuperar el ADN Barça, ganó una Liga y perdonó el dinero que le quedaba por cobrar en el contrato.
Olmo tiene en común con Messi y Xavi que pasó por La Masía. No es una leyenda del Barcelona, pero es representante de algo que está en los mejores valores del club culé. La apuesta por la cantera y, aunque por Olmo hubo que pagar 55 millones de euros al Leipzig para traerlo de vuelta, cinco meses después es protagonista de otro sainete de Laporta.
El esperpento de Dani Olmo deja tocado a Joan Laporta y pone en evidencia las miserias de un presidente que da señales extremas de entrar en su decadencia. Joan se deshizo de Messi y no pasó nada. Con Leo empezó todo, parafraseando a Piqué. Vendió que su regreso al club era la salvación a todos los males del declive institucional, deportivo y la ruina económica del Barcelona. El egocentrismo ha ido devorando a Joan Laporta.