El documental en el que España parece una potencia del primerísimo mundo
España fue una apisonadora. Fuera, la sensación que transmite el nuevo documental es que nunca hubo una concentración más engrasada que la de Alemania
Amazon ha estrenado esta semana un documental sobre la selección española que ganó la Eurocopa el pasado verano. Hasta aquí, nada extraño: lo sorprendente del trabajo, de cuatro capítulos y producido por el equipo que se hizo popular por Informe Robinson, es la sensación de absoluta solvencia que transmite, desde adolescentes como Lamine Yamal hasta el último utillero.
Cierto es que desde el éxito todo se explica mejor, pero hay ciertos elementos que nunca se habían visto en la Selección. La gran diferencia con respecto a otras convocatorias es, sin duda, la ausencia de estrellas. "Ya lo habéis visto, aquí somos todos iguales", dice Carvajal al comienzo de la concentración. Toda la razón: al menos la mitad de los 29 seleccionados eran desconocidos para el gran público y de los que después se revelarían figuras del torneo, como Mikel Merino, Cucurella u Oyarzábal, nadie esperaba demasiado de ellos.
Esta circunstancia, que sirvió para despojar de presión al grupo en primera instancia, tuvo gran impacto en las dinámicas de grupo. No hubo condiciones especiales, ni opiniones irrefutables. La falta de liderazgos individuales dio paso al liderazgo del grupo, en el que tenían voz jugadores que apenas disputaron minutos, como Jesús Navas o Álex Remiro, esforzados por aportar fuera del campo lo que no podían dentro.
Al frente del equipo, el mayor desconocido de todos: Luis de la Fuente. Comparado con Luis Enrique o Aragonés, De la Fuente asombra por la escasísima enjundia de sus arengas. En la primera, antes de debutar contra Croacia, reconoce que su héroe es Rocky Balboa, un deportista de ficción, y rememora una de sus frases menos visitadas: "Yo no vengo a Las Vegas a perder". En el descanso contra Alemania, el partido crítico del torneo, las últimas palabras que pronuncia son "ni bajamos la cabeza, ni pollas". Después vendrán otras cuantas, siempre marcadas por la ausencia de epicidad y la intención de remarcar un solo mensaje: somos el mejor equipo del torneo.
Se trata de una actitud contracultural en un sector, el del management deportivo de elite, en el que marcan la senda entrenadores intervencionistas como Guardiola o Klopp, capaces de discutir con sus pupilos hasta el color de sus tatuajes. En su lugar, De la Fuente se centra en situaciones concretas del juego, asistido por su número dos Pablo Amo, un tipo con un prometedor futuro en los banquillos. En sus charlas no hay filosofía del juego ni referencias a los esquemas de moda, sino una serie de mensajes muy concretos y específicos. "Cuando recibe Modric en esta zona, nuestro seis y nuestro diez tapan aquí", "hoy nuestro extremo tiene que jugar todo el partido cerrado, ayudando al cinco" o "mañana vamos a necesitar ayudas constantes al nueve, porque no va a poder recibir en profundidad".
Este discurso, que es exactamente el que necesita un jugador antes de un partido importante, es una rara avis en el fútbol moderno, más volcado en el culto a la personalidad que en la fontanería. Basta con ver documentales como el que hace unos meses se estrenó sobre Luis Enrique para notar la diferencia entre quién quiere ganar un torneo y quién, aún queriendo ganar, es incapaz de olvidar que le están grabando. La Eurocopa de De la Fuente y su equipo es un homenaje al perfil bajo y la solvencia sobre el césped. Parece que no están, pero no se olvidan de nadie, como se puede ver cuando dedican la victoria contra Albania a Remiro, el único jugador sin un solo minuto en el torneo, o cuando el seleccionador entra al vestuario abrazando a Navas, que jugó su primer partido con un enorme hematoma en el pie.
Otro punto en el que la Selección muestra una solvencia superior al del resto de la sociedad es en la convivencia. Por momentos resulta emocionante ver a jugadores del Barcelona y el Real Madrid celebrando goles juntos o cómo arropan a Pedri cuando se lesiona en el partido contra Alemania. Solo desentona Morata, demasiado protagonista, demasiado llorón, incapaz de sumarse al grupo sin ser el centro de atención. El documental le dedica unos minutos a su enésima exposición de pucheros y quejidos sobre lo duro que es ser el delantero titular de España.
Sobre todo, y sobre todos, Lamine Yamal. El chaval es un marciano en la concentración, lo que esperarías de un adolescente al que le dejan jugar con futbolistas profesionales. Valga una escena para mostrar lo especial de su carácter: en los entrenamientos del primer día, Lamine se dedica a vacilar a todos los que fallan una volea lanzada desde el córner. Está sentado sobre un balón, diciéndole a jugadores con quince años más que se vayan a casa, que no es su día. Cuando le toca a él, remata a la primera un balón impresionante y corre hacia Nico Williams, su amigo del alma, gritándole: "¡¡Quién es tu papi, quién es tu papi!!".
Ni siquiera Nico, el mejor le conoce, se explica su inconsciencia. "El día de la semifinal contra Francia vomité dos veces de los nervios, no pude relajarme. ¿Qué hizo Lamine? Dormirse en el autobús de camino al estadio". Dos horas después marcaría un gol histórico, que explica así: "Levanté la cabeza y vi al pesao de Nico pidiéndomela, pero yo pensaba dársela a Morata. Sin embargo, mi pierna me dijo 'no', recorta y pégala. Me salió solo, sin pensarlo, tenía tanta rabia en el cuerpo que le pegué con todas mis fuerzas. El gol de tu papá, hermano".
La sensación es que el equipo que ha configurado De la Fuente es tan joven y funciona tan bien, que lo del verano es solo un aperitivo de lo que está por venir. Quién nos lo iba a decir en junio.
Amazon ha estrenado esta semana un documental sobre la selección española que ganó la Eurocopa el pasado verano. Hasta aquí, nada extraño: lo sorprendente del trabajo, de cuatro capítulos y producido por el equipo que se hizo popular por Informe Robinson, es la sensación de absoluta solvencia que transmite, desde adolescentes como Lamine Yamal hasta el último utillero.