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Luis Enrique mete fuego al Ferrari de Mbappé
La serie documental sobre el periplo del entrenador español en el PSG muestra un equilibrio imposible (menos para Luis Enrique) entre deriva espiritual y conflicto sin cuartel
John Rambo construyendo un monasterio budista, contemplando puestas de sol, retirado en la Tailandia profunda. No es una fantasía imposible, es el arranque de Rambo III, igual que el comienzo de No tenéis ni puta idea, serie documental de MovistarPlus + sobre el periplo francés de Luis Enrique, le muestra caminando descalzo por los campos de entrenamiento del PSG en una madrugada lluviosa.
El entrenador va descalzo a todas partes, de hecho, creyente de los efectos curativos del pie a Tierra. La sensación de que Luis Enrique se ha convertido en un monje se hace pronto realidad: al rechazar los chalets despampanantes que le ofrecen, y ante la dificultad de encontrar una casa familiar normal de tres habitaciones, pasa los primeros meses viviendo en una habitación de la ciudad deportiva. Trabaja, hace flexiones, duerme, camina descalzo bajo la lluvia. Un despojamiento que también es vital -la sombra de su hija muerta en dolorosas circunstancias, que planea sobre el documental, le permite relativizar la presión del fútbol, si mañana le echan, al día siguiente saldrá el sol, dice en varias ocasiones.
Pero, ¡ay!, bajo el estoicismo new age, la bomba de relojería ya se ha puesto en marcha en la cabeza de Luis Enrique, igual que John Rambo acabó aparcando su retiro budista para ir a hacer la guerra a los rusos en Afganistán, incapaz de luchar contra su propia naturaleza. En efecto, si alguna lección nos deja No tenéis ni puta idea, es la siguiente: solo John Rambo y Luis Enrique son capaces de manejar misticismo e incendio con semejante desparpajo. Atentos.
Bienvenidos al barro
Dice Luis Enrique en el docu que él se crece en el barro, se alimenta del conflicto, y sus históricos y viscerales rifirrafes con la prensa se reproducen en París. No obstante, y aunque el título aluda a lo que piensa el entrenador de los periodistas (cuñados que pontifican sobre fútbol al pedo), el verdadero meollo de las guerras luisenriquistas no son los choques con plumillas, muchas veces ritos folclóricos para descargar de presión a los jugadores echándosela él encima, sino con los que verdaderamente mandan internamente ahí: los galácticos de sus equipos.
Quizá la estrella francesa piense que ese español majara que le mete caña merece más respeto que todos los que le pelotean incansablemente
Totalmente contrario al "fuerte con los débiles, débil con los poderosos" como management, Luis Enrique comienza a hostigar a Mbappè, en parte para que quede claro quién manda ahí, en parte porque para que el equipo sea una piña todos los egos tienen que ser iguales, Luis Enrique provocá a Mbappè, le llama todo el rato "Kiki" (apodo real, pero con retintín y claras intenciones desmitificadoras), le acaba metiendo un rapapolvo a solas para que no se escaquee en la presión, defienda como un guerrero para dar ejemplo a sus compañeros, no se duerma en los laureles del gol.
Probablemente, nadie se había dirigido así a Mbappè desde que se convirtió en la mayor estrella futbolística del planeta, pero aunque la escena tiene mucho de shock cultural, tampoco puede calificarse de sorprendente, dado que Luis Enrique hizo cosas similares con los intocables Totti y Messi cuando entrenó a la Roma y al Barcelona, maniobras motivadoras al límite, que a veces salen bien (con la estrella entregada a la causa y una ristra de títulos) y a veces generan incendios pavorosos (Totti en una entrevista a Libero tras retirarse: "Luis Enrique en Roma no lo hizo muy bien, aunque es cierto que no tenía un equipo para ganar. Ya nos habíamos enfrentado como jugadores en el pasado, y me había dejado su sello: cinco puntos de sutura en la pierna". Messi sobre sus tiras y aflojas con Luis Enrique: "Terminé yendo al banco y tuvimos una discusión por eso. Nos duró un tiempito... Tuve una relación especial con él. Le pedí que se quedara").
Dinamita pa los egos
La escena de Luis Enrique poniendo firme a Mbappè -que lo asume con su saber estar habitual, quizá pensando que ese español majara que le mete caña merece más respeto que todos los que le pelotean incansablemente a diario- es la más relevante que van a ver ustedes en un documental futbolístico en mucho tiempo. La gestión de las estrellas es un tema nuclear en el deporte de élite. Ayer y hoy.
El gran relato futbolístico europeo este curso es saber si Carlo Ancelotti logrará jugar con todos sus delanteros siderales a la vez (Mbappé entre ellos) sin que el equipo se parta por la mitad por falta de esfuerzos comunitarios, si el Madrid se acerca a un nuevo drama galáctico por exceso de egos o volverá a sacar el mazo en el momento decisivo. Ancelotti, en definitiva, tiene que convencer a sus estrellas (con mano izquierda, Ancelotti no es Luis Enrique) que no vayan levitando por el campo, mejor pie a Tierra, descalzos por el barro.
Phil Jackson se convirtió en el entrenador más laureado de la NBA por sus variantes tácticas ofensivas, pero sobre por convencer a dos de los mejores jugadores chupones de la historia, Michael Jordan y Kobe Bryant, de que no ganarían títulos si se tiraban todos los tiros al margen de las dinámicas colectivas. Jackson les persuadió, Luis Enrique les agarró por las solapas, dos modelos para un mismo objetivo.
En El monje que vendió su Ferrari, best seller del nuevo estoicismo para las masas, un profesional de éxito se desprende de sus pertenencias materiales para abrazar la espiritualidad. En la versión luisenriquista de la fábula, el monje Luis Enrique mete fuego al Ferrari de Mbappé. Sobre este incendio edificaré mi legado. Fuego camina conmigo.
John Rambo construyendo un monasterio budista, contemplando puestas de sol, retirado en la Tailandia profunda. No es una fantasía imposible, es el arranque de Rambo III, igual que el comienzo de No tenéis ni puta idea, serie documental de MovistarPlus + sobre el periplo francés de Luis Enrique, le muestra caminando descalzo por los campos de entrenamiento del PSG en una madrugada lluviosa.