El médico que fue pichichi: "Estuve a punto de ser fraile, pasé siete años en un convento"
El destino de este doctor habría sido otro si hubiera continuado en los frailes. Pero se marchó del convento y tuvo tiempo de ser máximo goleador en su Athletic de Bilbao
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Retrotraerse al fútbol de los 70 es hacer un viaje en el tiempo. Si no hacen ese ejercicio, es difícil que comprendan que un ingeniero y un médico se disputaran el pichichi de la temporada 1974/75. José Eulogio Gárate lo peleó con el doctor Carlos Ruiz (Bilbao, 1948), el último que logró el galardón portando la camiseta del Athletic Club de Bilbao. También andaba en la disputa un tal Santillana.
Aunque Ruiz tuvo un tardío debut en la élite, fue capaz de consolidarse en el Athletic de Bilbao, el club de su vida. Y lo hizo mientras compaginaba el deporte de élite con la carrera de Medicina, con una exhaustiva dedicación que lo llevó a estudiar en el autobús en numerosas ocasiones.
Dejar el fútbol no fue duro para Ruiz porque se especializó en medicina deportiva y abrió una consulta en Las Arenas. Allí trabajó junto a su mujer, que se ocupaba del papeleo, hasta que se jubiló. Ahora, a sus 76 años, está retirado de ambas profesiones que lo acompañaron en su vida. Y se dedica a cuidar de sus nietos. Pero hace un hueco para atender a El Confidencial.
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PREGUNTA. Usted fue máximo goleador de Primera División por delante de Santillana y de Gárate.
RESPUESTA. En el último partido, estaba empatado con ellos a 17 goles. Esa jornada fue contra la Real Sociedad, marqué y me fui rápido al vestuario para enterarme de si ellos habían marcado. Fui máximo goleador, algo que jamás imaginé que conseguiría.
P. ¿Estuvo muy pendiente de esos datos durante su carrera?
R. No, realmente no. Lo que ocurre es que empecé en el fútbol con 17 años, en Segunda Regional.
P. Fue una llegada tardía.
R. He jugado al fútbol, al balonmano, al frontón… He hecho de todo. Entre infantiles y juveniles, jugaba de manera amateur, no federado. Jugué en Tercera, en el Getxo, y quedé máximo goleador. Luego ya llegué al Bilbao Athletic.
P. ¿Estuvo federado simultáneamente en dos deportes?
R. No, no, te explico. A los 12 años, estudiaba en un colegio de Bilbao. A esa edad, llegaron unos frailes al colegio para ver si algunos alumnos querían ir al convento para seguir con sus estudios y tener una formación clerical. Yo me animé porque uno de mis hermanos se había ido a estudiar fuera, a Segovia.
He jugado al fútbol, al balonmano, al frontón… He hecho de todo. Entre infantiles y juveniles, jugaba de manera amateur, no federado
P. ¿Estuvo en un convento?
R. Sí, sí, desde los 12 años hasta los 19. Estuve cerca de ser fraile, porque pasé siete años en el convento. Allí jugábamos al frontón, al baloncesto, al fútbol, al balonmano… Pero aquello no me acabó de convencer y me marché.
P. ¿Qué tipo de delantero era usted?
R. Rápido no era, pero remataba muy bien de cabeza. Cuando fui máximo goleador, cinco fueron cabezazos y el resto con ambas piernas. No solo metí goles, porque muchas veces asistí de cabeza a mis compañeros.
P. ¿Qué atributos debe tener un buen delantero?
R. Jugar para aprovechar los centros de los compañeros. En ese aspecto, engañaba bien a los defensas: hacía que iba para un lado y luego me iba para el otro. Además, mis compañeros ya me conocían. Siempre marcábamos Txetxu Rojo o yo, porque nos entendíamos a la perfección. Teníamos un gran feeling.
P. Usted debutó en Primera con 22 años. ¿Hasta qué edad se debe esperar a un futbolista?
R. Ahora sacan a chavales de 17 o 18 años en Primera. Pero hay que pensar que a esas edades a veces los jugadores no tienen la madurez necesaria y hay un riesgo elevado de lesiones.
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P. Como médico, ¿es recomendable que jueguen en la élite sin tener el cuerpo desarrollado?
R. Diría que no. Hay veces en las que los equipos no tienen suficientes jugadores, y les toca salir a una edad que no es la correcta. Los futbolistas que empiezan en Primera con 17 o 18 años tienen muchas posibilidades de lesionarse. Esto tiene que estar consensuado entre el entrenador, el fisioterapeuta…
P. ¿Qué tiene distinto el Athletic de Bilbao para generar ese sentido de pertenencia?
R. Que todos son de la zona. Eso te da un plus para jugar en el equipo.
P. ¿Debe mantener el Athletic la tradición?
R. El Athletic debe continuar con ella. Hemos cumplido el centenario y continuamos como uno de los tres equipos que no ha bajado de Primera. Si nos va bien con esta filosofía, ¿para qué cambiarla?
P. El fútbol de antes era más duro que el de ahora. ¿Verdadero o falso?
R. Verdadero. No había VAR ni nada, así que imagínate las patadas que había. La dureza era evidente.
P. ¿Podrían los jugadores de su época jugar en el fútbol actual?
R. El fútbol de ahora no tiene nada que ver con el de nuestra época. Este es un fútbol diferente e, incluso, mejor.
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P. ¿Cómo llevaban en el vestuario el contexto social del País Vasco?
R. Nosotros sabíamos que éramos futbolistas y que teníamos que estar pendiente de lo que pasaba en el campo, de la afición… Intentábamos abstraernos de lo otro.
P. ¿Qué recuerda de la final de la UEFA que perdieron frente a la Juventus?
R. Una pena. Merecimos ganar, pero no pudo ser. Salí en el segundo tiempo en la ida [la final era a doble partido] y marqué el gol del empate. Eso sí, hubo una situación que nos perjudicó. Nos hicieron un penalti que el árbitro no señaló, y era clamoroso. Con el tiempo nos comentaron que el colegiado tuvo su regalo. Nos hubiéramos puesto 3-1.
P. El portero era Iríbar. ¿Cómo lo recuerda?
R. Le di las gracias cuando conseguí el pichichi. Tenerlo de portero en los entrenamientos me sirvió muchísimo para entender a los cancerberos, porque él paraba muchísimos remates. Pocos tenían esa agilidad.
Nosotros sabíamos que éramos futbolistas y que teníamos que estar pendiente de lo que pasaba en el campo… Intentábamos abstraernos
P. Irureta también estaba en ese equipo. ¿Se veía que iba a ser entrenador?
R. No, no, fue una sorpresa verlo en el banquillo tras su retirada. Yo estaba en otras cosas, porque estudiaba Medicina a la vez que jugaba. No me fijaba mucho en los demás, porque, por ejemplo, en el autobús llevaba mis libros y estudiaba.
P. Otro era Ángel María Villar. ¿Lo veía como dirigente?
R. A él sí. Fue compañero mío de habitación, cuando nos concentrábamos en Lezama en la víspera de los partidos. Es un señor. Se pasaron con él; fueron a por él cuando era presidente de la Federación.
P. ¿Lo apoyó en esos momentos?
R. Sí, sí.
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P. ¿Se puede ser buen futbolista y a la vez buen estudiante?
R. Creo que sí, y lo digo porque lo hice. Eso requiere tener un ritmo de vida controlado. A las ocho de la mañana me ponía a estudiar, iba al entrenamiento, recogía los apuntes que me daban mis compañeros, llegaba a casa, dormía una siesta y a estudiar otro rato. Hubo un entrenador que me dijo que no me convenía estudiar.
P. ¿Le decía que perjudicaba su rendimiento?
R. Sí, básicamente. Le decía que estaba equivocado y que no me tenía que mirar a mí, sino a los demás. En mis días libres, no andaba de juerga, si les hubiera preguntado a otros…
P. He leído que usted empezó una ingeniería. ¿Cuándo y por qué llegó el cambió a Medicina?
R. Desde el principio quise Medicina. A los 19 años, llegué del convento, pero no tuve la oportunidad de estudiar Medicina en Bilbao, porque no existía la carrera allí. Uno de mis hermanos me dijo que probara a ser perito o ingeniero, y opté por lo segundo. Hice dos cursos y justo en ese momento incorporaron la carrera en Bilbao, así que me cambié.
P. ¿Qué atributos debe tener un buen médico?
R. Es importante que haga su trabajo de manera adecuada. Es vital que el médico tenga sus conocimientos, aunque ahora haya máquinas que aceleren procesos de recuperación o ayuden con operaciones.
Hubo un entrenador que me dijo que no me convenía estudiar. Le decía que no me tenía que mirar a mí, sino a los demás
P. Usted se especializó en medicina deportiva.
R. Terminé Medicina en diez años en lugar de en seis. Cuando me marché al Espanyol, me especialicé en esa rama porque el club tenía buenos médicos y me alentaron. Ahí me di cuenta de que era lo que me gustaba. Fui a Madrid a hacer la especialidad y lo conseguí.
P. Los futbolistas de antes jugaban con dolor. ¿Verdadero o falso?
R. Verdadero. Eso sí, no sé con qué cantidad de dolor jugaban algunos. Hay algunos medicamentos que son capaces de disminuir ese dolor para que no te impida jugar.
P. ¿Alguna lesión relevante que usted tuviera?
R. Jugué siete años sin los cuatro meniscos de las rodillas. La primera vez que me rompí uno de ellos fue en el Santiago Bernabéu, en una carrera por la banda. Llegó Goyo Benito y me cazó con las dos piernas. La entrada fue brutal.
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P. ¿Cómo jugó así tanto tiempo?
R. Intenté hacer fortalecimiento del cuádriceps en el ámbito de las piernas para que la presión sobre la articulación fuera menor. No me tuvieron que poner una prótesis ni nada. Hace unos años, a mi mujer le pasó algo parecido en los meniscos y el doctor le dijo que se tenía que poner una prótesis. Y ella le contestó que no se ponía nada, porque yo había estado muy bien sin ella.
P. Usted fue doctor de la Selección femenina. ¿Hay alguna diferencia entre el hombre y la mujer en la práctica deportiva?
R. Sí, tanto el poder muscular como la medida de las dos piernas con trocánter no es igual.
P. ¿Qué echó más de menos, la consulta o el césped?
R. A estas alturas, el fútbol no podría volver a practicarlo, ya ni con los veteranos [risas]. Pero en la consulta tendría todavía cosas que mostrar.
Retrotraerse al fútbol de los 70 es hacer un viaje en el tiempo. Si no hacen ese ejercicio, es difícil que comprendan que un ingeniero y un médico se disputaran el pichichi de la temporada 1974/75. José Eulogio Gárate lo peleó con el doctor Carlos Ruiz (Bilbao, 1948), el último que logró el galardón portando la camiseta del Athletic Club de Bilbao. También andaba en la disputa un tal Santillana.