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La maldición internacional del Real Madrid y el odio extremo a Vinícius en España
Los futbolistas del Real Madrid caen como moscas durante el parón internacional y la defensa está en cuadro. Vinícius vuelve a ser el futbolista más odiado en España
Hay un chiste seco y algo metafísico que se repite mucho por los bajos de Twitter. Un oso grandote y de color verde se encuentra en la calle con su amigo Kevin, el pato con gorra. Y le pregunta: "Kevin, ¿qué hay de nuevo?" –"Nada. Todo ha sido hecho antes". Le responde Kevin el pato. Y añade mientras una lágrima le corroe la mejilla: "nosotros solo podemos observar cómo la historia se repite". Los dos animales se miran en silencio y al final el pato Kevin le pregunta al oso grandote: "¿Y qué hay de nuevo contigo?"
A estas alturas de la temporada el aficionado madridista se siente un poco así cuando el sistema le obliga a sentarse frente al televisor a mirar un partido de la Selección Española. Mientras los jugadores de la Roja evolucionan por el campo entre los grititos entrecortados de los comentaristas, fúnebres noticias inundan su teléfono móvil.
Militao ha caído. Dani Ceballos se ha quebrado por la mitad. Tchouaméni tiene una fractura por estrés en el pie. Mendy tiene una sobrecarga. Será baja. Es el tiempo de Vallejo. Así que el aragonés, procede a lesionarse. Se escoge a un jugador de la cantera, un tal Jacobo Ramón para que dé el salto al estrellato. Y Jacobo es el siguiente en caer.
Como el año pasado, como el anterior, como casi siempre en los últimos lustros. Las selecciones son las grandes enemigas del Madrid. Es casi una confabulación a gran escala. Ya que el equipo blanco desea toda la luz para él solo, el fútbol de selecciones se venga rompiéndole por la mitad a sus jugadores.
El problema central del Real Madrid
Al Madrid solo le queda un central: Rüdiger. Y Rüdiger anuncia que tiene una artrosis prematura en la rodilla. Y no estará al 100% justo en el primer momento crucial de la temporada, esos primeros pasos en la nueva competición que expande la Champions League para intentar que se parezca a la Superliga con la que Florentino hizo un brindis contra la UEFA.
Esa impresión del aficionado medio de que todo ha sido ya visto y deglutido en el planeta fútbol, y más desde que Messi y Cristiano le dieran la vuelta al contador y llevaran a un nivel irreal el concepto "gran estrella", no es del todo cierta. Y quizás es eso lo que incomoda a una parte de la prensa deportiva que gusta de recrearse en los lodos pasados al informar de este presente que les resulta insípido.
Los ataques contra Vinícius
Por ejemplo, el asunto Vinícius. Nunca ha habido un caso así en el fútbol español. Una estrella madridista insultada, deslegitimada, no es algo excepcional. Pasó con Cristiano, considerado durante una parte de su carrera en el Madrid como un jugador eficaz al estilo de un buen electrodoméstico, pero sin el genio de los grandes. Se le insultaba en cada campo al simpático grito de "ese portugués hijo de puta es" y nunca la prensa hizo nada por parar la cacería, al contrario, los medios más serios y circunspectos, consideraban a Cristiano el provocador, y a la masa, un tribunal popular con la sabiduría profunda de la comarca.
Pero Cristiano, altanero como una efigie, solamente respondía con goles y alguna sonrisa de desprecio. Nunca se bajó del caballo para alancear a los malhechores. Antes de Cristiano, Hugo Sánchez, Míchel, Ramos o Guti, ya fueron odiados a conciencia. Todos respondían a la manera antigua. Con desplantes y goles, con desdén y chulería.
Pero Vinícius no es así. La cacería empezó cuando estaba en el Castilla. Quizás demasiado pronto. Quién sabe por qué. ¿Influyó su color de piel, sus gestos extrovertidos, la manía esa de hacer caños a los humildes centrales? Habría que preguntarle a la gente, al aficionado de ojos enrojecidos, el porqué de su odio al chaval. Un odio que persistió durante mucho tiempo mezclado con esos pequeños desprecios con los que el antimadridista quiere poner a raya su miedo atávico al Real.
A partir de ahí conocemos la historia: Vinicius empezó a marcar goles y en un mes pasó de zoquete en ciernes a gran figura del fútbol. Gran figura con la camiseta blanca, la piel muy negra y la boca muy grande. Una combinación que a mucha gente se le volvió insoportable.
Lo que da rabia de Vinícius
El insulto racista no tardó en aparecer con la aquiescencia de la prensa deportiva. Meneaban la cabeza reconociendo que el chaval era bueno, pero su actitud era deplorable. En el Madrid no puede haber víctimas, ya que es un equipo poderoso, por tanto, sus estrellas más díscolas, deben poder ser insultadas sin piedad y además, poner buena cara y aplaudir a los rivales. Es la figura del cornudo contento. Y contra esa figura, Vinícius se rebeló. Se rebeló en la prensa internacional porque llevaba años en España y se había percatado de las inercias de la sociedad española que hacían imposible que su rebeldía fuera tomada en serio.
Se rebeló una y otra vez, casi siempre con razón y alguna vez sin ella, marcando mientras tanto goles asombrosos y consiguiendo que los cánticos racistas fueran cada vez peor vistos en los campos españoles. La hostilidad contra él permanece incólume, pero los cánticos racistas han aminorado. Aun así, aficionados de clubs que no jugaban contra el Madrid, se unían entre ellos para insultar al jugador merengue. Era casi un rito de iniciación. Y en las redes sociales, los memes racistas se desbordaban en cuanto Vinícius asomaba la cabeza en el partido.
Así que el brasileño vuelve a utilizar la prensa extranjera para pedir que en España se tomen medidas reales contra el racismo. Medidas legales, no solo palabrería bienintencionada. El racismo castizo como fórmula integradora parece que se ha quedado algo desfasado. Y Vinícius con su increíble tozudez, se lo restriega al fútbol español por la cara. El brasileño no quiere entrar en ese infierno de campechanía que se le exige al futbolista para caer en gracia. Él dispara desde fuera. Su siguiente escenario será la Gala del Balón de Oro. Estaremos atentos.
Cristiano Ronaldo es insaciable
Pasó otra cosa en esta semana en la que parece que no pasó nada. Pasó Cristiano Ronaldo y su gol número 900. Ciertamente, la historia se repite. No hay nada nuevo y los goles de Ronaldo son solamente estadística, no hay romanticismo, drama ni poética en ese número. Solamente él. Su estatua a la entrada de cada campo donde ha jugado con una inscripción que reza: "a mí". Nada de la moderna hipocresía le afecta lo más mínimo. Habla como los dioses antiguos y se peina como los personajes de Gran Hermano.
Cristiano es ahora como la última reverberación de una radiación original. Carrera, remate, gol: el fútbol. Un dorsal señalado, un clan que sale de la pobreza, su montaña esculpida a golpes con sus propias manos: la verdad. Mientras usted está leyendo este artículo, Cristiano sigue marcando goles. Es más que un oficio o una pasión; es una forma de vida.
Cristiano está ahí, como los cocodrilos en los ríos africanos, unos ojos que miran y un misterio sumergido de piel coriácea y dientes que no sueltan la presa hasta ahogarla. ¿Qué hay de nuevo, Kevin? Nada, otro gol de Cristiano, la rebeldía sin fin de Vinícius, los (aparentes) desequilibrios del Madrid. Todo ha sido hecho antes. Nosotros solo podemos observar cómo la historia se repite.
Hay un chiste seco y algo metafísico que se repite mucho por los bajos de Twitter. Un oso grandote y de color verde se encuentra en la calle con su amigo Kevin, el pato con gorra. Y le pregunta: "Kevin, ¿qué hay de nuevo?" –"Nada. Todo ha sido hecho antes". Le responde Kevin el pato. Y añade mientras una lágrima le corroe la mejilla: "nosotros solo podemos observar cómo la historia se repite". Los dos animales se miran en silencio y al final el pato Kevin le pregunta al oso grandote: "¿Y qué hay de nuevo contigo?"
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