Pacheta: "Tuve impagos en Marbella y Mérida, mi familia nos tuvo que dejar dinero para vivir"
Ahora está alejado de los banquillos mientras espera una nueva oportunidad. Antes de ser entrenador, vivió la cara más amarga del fútbol y la más dulce en una extensa carrera
"Tienes un acento marcado, ¿de dónde eres?". Así, con esa naturalidad de la que hace gala, se presentó José Rojo Martín, Pacheta, (Sala de los Infantes, Burgos, 1968). Lleva un polo verde y le entran varias llamadas mientras hablamos, pero no pierde el hilo de la conversación.
Pacheta es un obrero del fútbol, un tipo que hace gala de esos valores que le enseñaron sus padres. "Ve con la verdad por delante", le decían. Eso hace, en un mundo donde escasean estos perfiles. Un tipo capaz de compaginar los entrenamientos con el trabajo en una carpintería en sus inicios.
Porque Pacheta ha vivido la cara más amarga y la más dulce del fútbol. La de lograr un ascenso a Primera, ser jugador en la élite y sentarse en los mejores banquillos de España. Pero también estuvo casi dos años sin ver un euro cuando jugaba en Segunda.
Estuvo cerca de dejarlo todo cuando vio que tuvo que pedir dinero prestado a sus padres y a sus suegros; cuando su mujer y su hija se alejaron porque él no podía hacerse cargo de ellas. Pero aguantó, porque nada le produce el mismo gusanillo en el estómago. Tras su etapa en Villarreal, ahora está sin trabajo, a la espera de que salga una nueva oportunidad.
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PREGUNTA. Usted siempre reivindica sus valores. Es un perfil un tanto ausente en el fútbol, porque me salen Pacheta y Míchel.
RESPUESTA. No tengo otros pilares en mi vida: el trabajo y la honestidad. Siempre me dijeron que fuera con la verdad por delante y es lo que trato de inculcarles a mis hijos. Y hago lo propio con mis jugadores. Quiero que los futbolistas piensen que soy un entrenador que no va a hacerles daño y cuyo objetivo es hacerle mejores.
P. A usted lo han etiquetado como una persona muy normal. ¿Escasea la normalidad en el fútbol?
R. No lo sé, pero veo que escasea en la vida. Cuando la normalidad se convierte en noticia, cuando es trending topic, estamos lejos de la realidad. Algo no cuadra.
P. Trabajó como carpintero. ¿Haber tenido otras ocupaciones hace que valore más las cosas?
R. Me tocó trabajar desde muy pequeño. Mi padre era un trabajador del campo y me tocaba echarle una mano: cavé patatas, cogí alubias, alpacas… Me ha tocado ir con la cosecha y también estar detrás de la barra, en un bar del pueblo, durante muchos fines de semana. Era mi manera de ganar dinero, porque en mi casa no había. Nunca hemos pasado hambre, ojo. Yo he llevado la ropa de mis hermanos, he usados sus bicicletas… Hemos sido austeros y teníamos pocos recursos. Pero éramos felices.
Me ha tocado ir con la cosecha y también estar detrás de la barra, en un bar del pueblo
P. ¿Cómo fue esa infancia de la que habla?
R. Muy feliz. La diversión era jugar al fútbol y me encantaba. Los niños deberían estar prohibidos en las ciudades hasta los 14 años. Deberían criarse en los pueblos, pero luego sacarlos para que no se embrutezcan.
P. Le preguntaba por su época de carpintero.
R. Hice formación profesional en la rama de madera, que me sirvió para dar clase en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Eso lo hice de manera simultánea al trabajo que realizaba en una carpintería en Quintanar de la Sierra (Burgos), el pueblo de mi mujer. Compaginé el trabajo como carpintero con mi etapa como jugador en el Numancia.
P. Hablaba de la austeridad. ¿Cómo se gestiona que ahora sus hijos tengan más recursos de los que tuvo usted?
R. Yo no fui un jugador que ganara mucho dinero y que pudiera vivir de las rentas. Pero he sido un privilegiado, aunque hubiera grandes diferencias entre los contratos de unos y otros. Ahora hay más clase media, está mejor repartido. En cuanto a mis hijos, he intentado hacer lo mismo que hicieron conmigo mis padres.
P. ¿El qué?
R. Ellos han visto el esfuerzo que he realizado, y durante largos periodos no me han visto por casa porque trabajé en Polonia y en Tailandia. Pero también he estado en España, aunque lejos de Soria, donde tengo mi residencia. Es cierto que me han visto poco desde que mi hija tenía 17 años y mi hijo, 13. En ese momento, empecé a desaparecer de casa por mi trabajo. He llegado a hacer 10.000 kilómetros al mes, más que algunos camioneros. Los he educado en la honestidad, en el trabajo y en intentar que sean felices.
P. Aunque sus hijos fueran ya mayores, ¿cómo se hace para ser un padre presente?
R. Intentas dar más calidad cuando estás. Hasta los 13 y los 17, he dormido muchos más días en casa que fuera y les he podido dedicar las horas que merecían. Con ellos me lo he pasado muy bien e intentaba acercarme a través de las nuevas tecnologías cuando estaba lejos. En Tailandia, todos los días teníamos hora y media de videollamada que me acercaban muchísimo. Y viajaba a casa cada vez que podía. Mi mujer y yo decidimos que ella se dedicaría a criar a los hijos mientras yo perseguía mi sueño. He decidido dedicarme a lo que me gusta, porque de las cosas que me encantan, esta me da de comer.
P. Con su mujer se casó con 21 años. ¿Cómo se hace para mantener el matrimonio?
R. He sido un privilegiado en el entorno. Como en todos los matrimonios, hay días mejores y peores. Ella tiene mucha paciencia. En realidad, el matrimonio dicen que depende de dos personas, pero no es así. Los hijos también tienen que ver, las familias están por medio…
Ellos han visto el esfuerzo que he realizado, y durante largos periodos no me han visto por casa porque trabajé en Polonia y en Tailandia
P. Hablando de paternidad, se hicieron célebres sus palabras sobre Javier Sánchez [lo autorizó para ir al parto de su hijo a pesar de que el Valladolid tenía partido].
R. Que vaya un poco más tarde y que juegue el partido, me decían. Sí, estaría su cuerpo en el estadio, pero el alma iba a estar en el hospital. Es que el chico tiene que estar junto a su mujer en ese momento. ¿Qué pasa si ella tiene un problema y hay que tomar decisiones en el parto?
P. Le tocaría a sus padres y a sus suegros tomarla.
R. Y él también, porque pueden darse situaciones extremas. Si está jugando al fútbol, ¿quién la toma? Si pasa algo, yo soy el responsable. Yo tomo esa decisión por una cuestión de normalidad y de sentido común. El chico tiene que estar con su mujer para ver el nacimiento de su hijo. Le decía que, si le dejaban, tenía que entrar para verlo. No hay nada más maravilloso que eso. Además, en ese partido ganamos. Si hubiera perdido, el entrenador es un cenizo. Te voy a hacer una crítica a tu profesión.
P. Adelante.
R. El resultado del partido cambia la valoración de la decisión tomada por el entrenador. Hay un ejemplo muy claro con una declaración de Marcelo Bielsa. Dijo que si consiguiera que Neymar ayudara a defender y el equipo ganara, el técnico es un fenómeno porque consiguió que trabajara. Pero si perdiera es un cenizo porque no lo ha dejado en su sitio, más cerca del área.
P. Usted suele reunir a las mujeres de sus jugadores. ¿Qué hay detrás de esta decisión?
R. Ellas tienen más poder que yo en el resultado final de la competición. Controlan el descanso y mucha más parte de la alimentación de la que controlo yo. Además, me gusta reunirlas porque se conocen entre ellas. Si no lo hiciera, irían al estadio, pero cada una por su lado. Les hago ver que su marido es un privilegiado porque lo he elegido para que esté en la plantilla. Quiero que vean a la persona con la que su pareja va a estar durante todo el año. Me gustan esas conversaciones, porque me dan muchos datos. Esa reunión con las mujeres, hermanos, padres… es una experiencia.
P. ¿El futbolista vive en una burbuja?
R. El que quiere, sí. La clave es el entorno que rodea a un jugador. Si los padres son estables, los hijos lo serán. Siempre me dicen que habrá algunos que no, y es cierto porque hay excepciones. Si el jugador tiene gente alrededor estable, pues será normal; si no, todo se magnifica. Hay jugadores que con 20 años ganan 20 veces lo que ingresa su padre. Si a eso le unes que no tiene estabilidad, empieza a deteriorarse todo: se compra un cochazo, se le olvida estudiar, no se forma… y cuando tiene 40 años está arruinado. Aunque hagan buenas inversiones, es posible acabar en la ruina. No sé qué porcentaje de jugadores no viven en la burbuja, pero los hay.
P. ¿De qué manera gestiona los egos de un vestuario?
R. Cuanto más grande es el jugador, más humilde es. Hay que tener cuidado con aquellos que se creen lo que no es y hay perfiles así. Pero pasa en la vida, siempre hay gente que está fuera de la realidad. Esos casos son los difíciles de manejar. La diferencia entre un entrenador y otro es el manejo de los conflictos.
La clave es el entorno que rodea a un jugador. Si los padres son estables, los hijos lo serán
P. Usted comentó que prefería a un jugador que fuera buena persona a otro que sea algo mejor, pero tenga peor lado humano. ¿Por qué?
R. A mí me gustan los futbolistas buenos [risas]. Cuanto más buenos, mejor, porque es más fácil conseguir los objetivos [más risas]. Si tengo que decidir entre un poquito de calidad futbolística y mucha diferencia en la humana, me quedo con el lado humano aunque sea un poco peor futbolista. Si es mucho mejor jugador, me genera dudas, porque nos dedicamos a esto a nivel profesional.
P. Su padre le decía que "el fútbol no le daría de comer". ¿Cuándo le dio?
R. Cuando firmé en el Burgos, tenía un sueldo majo. Me di cuenta de que el dinero empezaba a funcionar [risas]. Estaba en el Numancia y trabajaba también en la carpintería, así que tenía dos sueldos. Tras el año en Soria, me fui a Burgos a hacer la mili. Al acabar el servicio, era el momento de ser futbolista o no.
P. ¿Qué ocurrió?
R. Yo tenía trabajo en el pueblo, porque me lo habían respetado, además de que el Numancia me quería otra vez. Y mi mujer trabajaba, así que teníamos tres sueldos bien para el año 90: serían 2.100 euros de ahora. Eso era un cañón en el pueblo. Pero apareció el Marbella y me marché. Ahí decidí que quería ser futbolista. Me fui, aunque cobraba la mitad. El primer año fue bueno, porque ascendimos a Segunda. Sin embargo, en el segundo estuvimos siete meses sin cobrar. Aquello fue una experiencia tremenda.
P. Luego pasó al Mérida.
R. Sí, para marcharme a Extremadura tuve que perdonar todo lo que me debían. Solo cobré cuatro meses.
P. ¿Qué le decía su mujer?
R. Espera que todavía no he terminado, porque me habías preguntado cuándo me dio el fútbol de comer. Como solo cobré cuatro meses, tuve que pedir dinero prestado a mis suegros y a mis padres, ambos obreros del campo. En Mérida, viví una situación similar.
P. ¿Tampoco cobró?
R. Solo tres de 12 meses, estuve nueve sin cobrar. Mis dos primeros años en Segunda no vi apenas un duro. Es cierto que el dinero que me debía el Mérida lo cobré cuando me fichó el Espanyol, porque se incluyó esa cuantía en el traspaso. Hicieron el ajuste para cobrar lo adeudado. No cobré todo, pero prácticamente todo. Cuando pasé al Espanyol, me cambió la vida.
Estuve nueve sin cobrar. Mis dos primeros años en Segunda no vi apenas un duro
P. Menuda experiencia.
R. Sí, además en esos años nació mi hija y mi mujer cayó enferma. Las mandé a casa para que mis suegros las cuidasen, porque yo no podía [se emociona]. Fueron meses muy duros. ¿Qué cojones pintaba yo allí con ellas lejos de mí? Yo tenía trabajo y mi vida en mi pueblo, no tenía sentido que estuviera en Extremadura.
P. ¿De dónde sacó fuerzas?
R. No sé cómo seguimos en el fútbol, porque te castiga. Esos dos años me hicieron mucho daño, y el segundo estuve a punto de abandonar y dejarlo. En mayo, acabamos bien la Liga y quisieron a mi compañero Jaime Molina. Pero también buscaron otro jugador y fue un doble traspaso. Ahí tuve suerte.
P. ¿Compensa entonces seguir en el fútbol?
R. Sí, sí. Llevo 35 años viviendo de esto, porque disfrutas de tu pasión. Por muchas trabas que te pongan, es lo que te llena de gatos el estómago. Seguiré en esto hasta que se me acabe la energía.
P. ¿Qué le aportó el cambio al Espanyol?
R. Estabilidad y Primera División. He jugado en todas las categorías y no es vanidad, pero en la que más ha sido en Primera: siete años. Fue muy raro lo que me pasó, porque era muy poco habitual que hubiera impagos en Segunda. En Oviedo, en mis inicios como entrenador, me pasó algo parecido, porque estuve seis meses sin cobrar, aunque luego me pagaron todo.
P. ¿Qué tipo de futbolista era Pacheta?
R. Era más malo que los que jugaban en mi sitio [risas]. En el Espanyol tenía una competencia brutal: Lardín, Roberto, Arteaga, Pochettino, Francisco, Brnovic… Es que eran muy buenos. Disfruté mucho en aquel equipo, porque ganábamos bastante. Jugamos muy bien, porque teníamos velocidad, que lo arregla todo.
P. ¿A Pochettino se le veía que sería entrenador?
R. Fue mi compañero de habitación durante cinco años. Es muy bueno, muy listo y un tipo muy capaz. Apuntaba a que podía ser entrenador.
Disfruté mucho en aquel equipo, porque ganábamos bastante. Jugamos muy bien
P. Ese era el Espanyol de Camacho y con el Barça de Cruyff como rival.
R. Sí, sí, es que era el Dream Team. Era un equipo que jugaba en largo, al espacio, estaban más interlineados… Guardiola llevó eso al límite. En realidad, su rivalidad es con el Madrid. A nosotros nos tocaba empujar, porque para ellos éramos un club más al que tenían que ganar. Los pericos tienen mucho mérito y son fantásticos.
P. Usted jugó en Sarriá. ¿Qué recuerdos guarda de ese estadio?
R. Tengo la foto del último partido en ese estadio. Si Fernando [Lara, vicepresidente del club] no hubiera fallecido en ese accidente, el Espanyol seguiría jugando allí. El campo de Cornellá es precioso, pero las emociones que yo tuve en Sarriá… Te voy a contar una historia.
P. Cuente, cuente.
R. Tengo muchos más recuerdos de los sonidos de los estadios que de las imágenes. No estás pendiente de la grada, pero el ruido llega. El sonido de Sarriá era el copón. Iba muchísima gente, sobre todo a los fondos donde se ponían de pie… Allí metían a más de los que cabían.
No estás pendiente de la grada, pero el ruido llega. El sonido de Sarriá era el copón
P. Le tocó jugar también en Montjuic. ¿Cuánto hay de verdad y de leyenda en que se juega peor que en otros?
R. Allí también jugamos bien, pero no me gustan los estadios con pistas, a mí me gustan los campos de fútbol. Me gusta Cornellá, Sarriá, Los Pajaritos…
P. ¿Qué tal con Bielsa?
R. Fue el que más me movió los cimientos para entender y analizar el juego. Es un tipo que admiro, como a Camacho, a Paco Flores, Andoni Goikoetxea, Carcelén, Kresic… Seguro que me he dejado a algunos. Bielsa me hizo reflexionar mucho porque es un genio. No lo vamos a saber interpretar hasta dentro de muchos años
P. ¿Cómo fue el regreso a Soria?
R. Aunque me restaban dos años de contrato en el Espanyol, tuve dificultades con Brindisi y opté por marcharme. El mismo día, casi firmé en Las Palmas y en Salamanca, pero al final acabé en Soria. El Numancia acababa de ascender y me ofrecía tres años. Fue un tema de orgullo, porque el resto de equipos me propusieron dos temporadas más una opcional.
P. Se mudó cerca de casa.
R. Sí, cerca de la familia, pero no revueltos. Aquí establecí mi cuartel general desde entonces. Soria es una ciudad ideal para criar hijos, porque tienes los servicios de una ciudad, pero está todo muy junto. Mis amigos que vienen dicen que te pones a andar y te sales de la ciudad. Es un lugar cómodo para vivir, aunque haga mucho frío.
P. ¿Qué tal la retirada?
R. No me retiró el fútbol, me retiré yo. Una rodilla me estaba tocando las narices y tenía 35 años. El club me ofreció la posibilidad de continuar trabajando en otra área, así que se dieron todas las circunstancias. No tenía miedo de incorporarme al mercado laboral, porque venía educado de allí; ya lo había hecho. No me costó.
P. ¿Qué le aportó la experiencia como carpintero?
R. Con 14 años, yo tenía claro que quería ser carpintero. Estuve dos años dando clases a chicos de 16 en unas aulas ocupaciones en La Rioja, porque las prácticas de taller solo la podíamos dar gente que dominara las máquinas. Aquello confirmó todo lo que me habían enseñado mis padres: ser honesto, ser feliz con lo que hacía y esforzarme al máximo.
No me retiró el fútbol, me retiré yo. Una rodilla me estaba tocando las narices y tenía 35 años
P. ¿Qué es más estresante, la carpintería o el banquillo?
R. No tiene nada que ver. La carpintería no me ha traído los gatos en el estómago cada tres días. Ser carpintero me traía pasión y felicidad, pero no eso. Si le pegaba mal con el formón, nadie me decía nada, pero en el fútbol todas las decisiones son públicas.
P. ¿Cómo recuerda su etapa como director deportivo?
R. Llegué a ella al concluir su etapa como futbolista [se quita los cascos y se le olvida la pregunta]. Entrenar, en realidad, me viene por accidente, porque el Numancia destituyó al entrenador y el dueño me pidió que lo reemplazara. En los 13 partidos que quedaban, me picó el gusanillo y me enamoró entrenar. No me hizo feliz ser director deportivo, a diferencia de entrenar. Y me decanté por el banquillo.
P. En Elche recibió hasta una condecoración [la medalla de plata del bimilenario].
R. Llegué en Segunda B y ascendimos en el playoff. Las eliminatorias fueron durísimas, pero devolvimos al equipo en Segunda. En los ocho primeros partidos en Segunda, no ganamos a pesar de jugar bien. Me decían eso, pero jugar bien tiene fecha de caducidad. Todos estábamos convencidos de que ganaríamos porque éramos mejor que los rivales. No paré de preguntarles a mis ayudantes qué errores estábamos cometiendo. Nos mantuvimos en ese segundo año en Elche y el tercero fue una locura.
P. ¿Por el coronavirus?
R. Sí. Íbamos en mitad de la tabla en diciembre, pero llegamos a marzo con una victoria importante en Vallecas previa al confinamiento. En diciembre, el club cambió de propietario. Christian Bragarnik, el nuevo dueño, me dijo que trabajara porque me quedaría lo que quedaba de año. En mayo, él me llamó para decirme que no continuaría al frente del club cuando concluyera la temporada.
P. ¿Qué hizo entonces?
R. Continué con mi trabajo, aunque estuve 15 días sin saber qué hacer. Pero ahí aparecieron las enseñanzas de mi padre, que me decía: "Trabaja y hazlo lo mejor que sepas". Y les dije a los jugadores que había que dejar al club en Primera. Llegó el lío del Deportivo y el Fuenlabrada, nos metimos en el playoff y ascendimos, aunque solo metimos dos goles en la fase final. Sin embargo, como no encajamos, nos sirvió para lograr el objetivo. Christian fue honesto conmigo y no tengo nada que reprocharle, pero nadie sabe el dolor que tengo por no haber entrenado en la élite a los jugadores que llevaban conmigo desde Segunda B.
P. En Primera ha entrenado a Huesca, Valladolid y Villarreal, pero no ha acabado ningún proyecto. ¿Qué ha fallado?
R. Creo que paciencia por parte de los que mandan. En Villarreal, me destituyeron tras ganar en Europa y después de haber ganado tres de los últimos cinco partidos; en Valladolid, me despidieron tras perder 6-0 en el Santiago Bernabéu; en Huesca, descendimos. Es verdad que tenemos que acabar un proyecto en Primera. Y estoy convencido de que lo conseguiremos. Ya llegará, porque estamos capacitados.
En Villarreal, me destituyeron tras ganar en Europa y después de haber ganado tres de los últimos cinco partidos
P. Estuvo en la reunión de Las Rozas. ¿Hay posible huelga de los entrenadores?
R. Qué va, qué va. Olvidaros de ello, porque me consta que estamos muy en la línea el Comité de Entrenadores, la Federación y LaLiga. El que haya sacado esa información que se lo haga mirar. Está todo bien.
P. ¿Sigue sin dormir tras las derrotas?
R. Sí, y sin salir a cenar con mi mujer, que no me autoriza cuando he perdido un partido [risas]. He consultado con especialistas el manejo de esta situación, pero no estoy convencido de si quiero quitármela o no. Me siento sumamente responsable en la derrota, porque el jugador hace todo para ganar, y siento que yo no he hecho lo propio. Analizo todo y, cuando averiguo lo ocurrido, arranco de nuevo con la energía positiva.
"Tienes un acento marcado, ¿de dónde eres?". Así, con esa naturalidad de la que hace gala, se presentó José Rojo Martín, Pacheta, (Sala de los Infantes, Burgos, 1968). Lleva un polo verde y le entran varias llamadas mientras hablamos, pero no pierde el hilo de la conversación.
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