Es noticia
Andrés Jaso, el futbolista desaparecido en la Guerra Civil al que aún buscan sus familiares
  1. Deportes
  2. Fútbol
Víctima de los sublevados

Andrés Jaso, el futbolista desaparecido en la Guerra Civil al que aún buscan sus familiares

Su familia afirma que no descansará hasta encontrar los restos del jugador navarro. En las últimas semanas, una nueva teoría podría dar con la clave sobre dónde está su cadáver

Foto: Andrés Jaso posa como futbolista. (Imagen cedida por la familia)
Andrés Jaso posa como futbolista. (Imagen cedida por la familia)

Andrés Jaso (Mélida, 2- IV-1912) es uno de esos futbolistas navarros a los que la Guerra Civil truncó su carrera deportiva. Y lo hizo por las bravas. De la peor manera posible. Murió, y su nombre aun engrosa la larga lista de personas desaparecidas durante la contienda bélica. Hay varias versiones de su muerte. La primera, le sitúa en un bombardeo a cargo de los cazas de la Luftwaffe mientras entrenaba en la playa con sus compañeros del Sporting de Gijón y una segunda, la que a día de hoy parece más verosímil, data de octubre de 1937. El propio club asturiano le comentó a su sobrina Áurea Jaso que Andrés había fallecido como consecuencia de las bombas que la Legión Cóndor alemana, la misma que había sembrado el terror cinco meses antes en Gernika, arrojó sobre Cangas de Onís cuando su tío huía en un autobús fletado por su equipo. Hay una tercera hipótesis, la más reciente, y es que pudo haber fallecido en el frente, cerca de la frontera entre Cantabria y el País Vasco, tras enrolarse en el Batallón Galicia.

El delantero navarro nació en el seno de una familia humilde de campesinos. Al igual que sus otros cuatro hermanos fue a la escuela del pueblo hasta los 14 años. Había que echar una mano en casa, motivo por el cual abandonó los estudios pero no la ilusión que siempre le rondaba la cabeza: ser futbolista. Ya despuntaba a los 16 años, así que resultó sencillo conseguir que debutara en mayo de 1928 con el equipo de su pueblo, el Sporting Melidés, fundado ese mismo año y que actualmente milita en la Primera Regional Navarra. Aquella primera alineación del equipo, que era uno de los cuatro representantes del distrito de la Ribera junto al Santacara, Azkoyen y Peña Azagresa, estaba compuesta por: Musgo, Garde, Adrián, Máximo Eguarás, Malón, Gorrindo, Soroa, Antero, Aznares, Teresa y, por supuesto, Jaso.

placeholder Áurea, con una imagen en recuerdo de su tío, Andrés Jaso. (Cedida)
Áurea, con una imagen en recuerdo de su tío, Andrés Jaso. (Cedida)

Cuando se le pregunta a Áurea por su tío todavía se emociona. "Cuando venía era una fiesta", afirma. Lo primero que hacía al llegar a casa era llamar a su madre para decirle: "Éntrame a la chica". Era su forma de expresar su cariño hacia su sobrina y las ganas de volver a verla. Y es que Áurea era el ojito derecho de su tío, y viceversa. "Como era el único que había salido del pueblo cuando regresaba la gente salía a saludarle cuando iba por la calle Zumalacárregui hasta la sociedad de labradores". Ya en el domicilio familiar era cuando Andrés Jaso obsequiaba a aquella niña con telas "porque en aquella época se confeccionaba mucho en casa en vez de ir a comprar a una tienda", y luego charlaban durante un buen rato.

Un ascenso fulgurante

De la pasión de su tío por el fútbol recuerda que la madre de Andrés siempre le reprendía cuando iba dando por la calle patadas a las latas o a las bolas de papel que encontraban por el suelo. "Hijo, no ganamos para alpargatas contigo", protestaba. Pese al poco trato que tuvo con su tío, Áurea aún se siente "emocionadísima" al hablar de él, a pesar de que han pasado casi 87 años desde su desaparición. "Era el mejor", apostilla. Desde hace muchos años, cada noche, antes de ir a la cama, siempre fija su mirada en tres fotografías: la de su marido, la de su padre, también desaparecido durante la Guerra Civil cuando luchaba con los republicanos en la zona nacional, y la de su tío. "Se lo digo de corazón, solamente por recuperar sus restos valdría la pena haber vivido hasta los 95 años que son los que tengo yo ahora". Y una cosa más. "Traer sus restos, incinerarlos y guardarlos en mi casa sería el no va más".

Patxi Jaso, otro sobrino carnal de Andrés, tiene 69 y ya está jubilado. "Me han contado que mi tío era un futbolista muy fuerte y que tenía un cañón en su pierna derecha", afirma desde su casa de Mélida donde también se crío su tío. En el pueblo aseguran Andrés golpeaba con tal violencia a la pelota que cuando pegaba en el larguero lo dejaba temblando y hasta saltaba alguna astilla. Francisco, el padre de Patxi, era dos años mayor que su tío, y pese a haber perdido a tres hermanos durante la Guerra Civil, "nunca nos habló en casa de estos temas". Eso sí, le da pena no haberle conocido. "¡Ojalá!, pero no pudo ser". Así que solo le quedan recuerdos de lo que le contaron de él como que cuando estaba en el Sporting de Gijón mandó a su familia "un par de trajes, camisas de seda y un billete de mil pesetas".

Osasuna no tardó mucho en fijarse en un chaval de una gran potencia y con un duro disparo que jugaba de delantero. A los 18 años firmó por el club de la capital. En su primer año chupó bastante banquillo y eso que el equipo estaba en Tercera División. Allí coincidió con Estanislao Aranzadi, otro delantero rojillo que estuvo cuatro años en club hasta que una lesión de rodilla le apartó del fútbol. Su nombre, más que al fútbol, está asociado para siempre a la editorial con más pedigrí en lo que a la publicación de libros de Derecho se refiere.

Al terminar su primera temporada Andrés hizo las maletas. Se marchó a Zaragoza donde no está muy claro si jugó en el Iberia o en el Zaragoza Club Deportivo, los dos clubes de cuya fusión en 1931 surgió el actual Real Zaragoza. Aquello no le debió de gustar mucho. A los pocos meses regresó a casa donde estuvo solo una temporada antes de marcharse al Sabadell. Era 1932 y se incorporó con la temporada casi acabada, pero con tiempo suficiente para disputar ocho partidos y anotar dos goles. En su debut en el antiguo estadio de la Creu Alta con los arlequinados, el 29 de mayo de 1932, los aficionados rendían homenaje a Juan Beltrán, uno de sus jugadores legendarios. Según recoge la web de Radio Sabadell, aquel día "a los 28 minutos Jaso agujereó la portería rival en una victoria arlequinada por 3-1". Su segundo partido, frente al Santboià, es el único documentado con imágenes de vídeo que está guardado en el Archivo Histórico de Sabadell.

Fama de conquistador

Ese mismo año, después de enrolarse unas semanas en el Mollet, fichó por el Levante, que por entonces militaba en Tercera División. El libro Mélida diversa, de Juan Manuel Ángel Martínez Sesma, recuerda que en aquella época la prensa habló del fichaje de "un delantero pamplonica corajudo" y que iba a ser "carne de defensa porque le faltaba astucia para evitar los porrazos". El portal especializado Ciberche relata que Jaso se ganó la fama de jugador bravo, algo que no pasó desapercibido para los equipos de campanillas. El Barcelona hizo algún movimiento para ficharle pero al final se decantó por el Valencia. Allí las cosas no le funcionaron como a él le hubiera gustado. Su fama de "guaperas" y de conquistador le pasó factura. De hecho, un periodista le llegó a recomendar "que perdiera el miedo a dormir solo".

En el verano de 1935 se hizo con sus servicios el Sporting de Gijón, un club que estaba en Segunda División con serias opciones de ascender. Sin embargo, en el último partido empataron contra el Celta y su sueño de volver a la elite del fútbol quedó frustrado de raíz. Fue muy comentada su actuación en un derbi frente al Avilés porque se convirtió en la "víctima predilecta” de los enfurecidos aficionados avilesinos". Metió dos goles al portero local (Lafuente) "después de salvar varias tarascadas". Fue entonces cuando los defensas le cogieron la matrícula. "No le perdonaron y a la primera embestida lo mandaron a vestuarios. Se veía venir". Por entonces le comparaban por su brusquedad con otro delantero navarro, Julio Antonio Elizegui, que llegó a ser internacional con España.

placeholder Imagen cedida.
Imagen cedida.

La pista de Andrés se perdió en Gijón tras el estallido de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936. Unas fotos suyas jugando un partidillo con la camiseta de un equipo que no se sabe si es el Estrella Roja de Ceares o la del Estrella Gijón son sus últimos testimonios gráficos. Todos los intentos de sus familiares por contactar con él tras el estallido de la contienda resultaron infructuosos. En un menaje lacónico, fechado el 10 de octubre de 1937 y que llegó a su familia a través de Cruz Roja, Andrés les comunica que "estamos bien". Se supone que refiriéndose a su novia modista y a él mismo. Su madre Demetria recibió aquella misiva con el corazón encogido. Aún mantenía firme su esperanza de verle de nuevo porque su otro hijo Aurelio (el padre de Áurea) le dijo que iba a ir a buscar a su hermano.

La tragedia familiar

A partir de entonces, las malas noticias se sucedieron. A manos de Demetria llegó otra carta en la que se le notificaba el fallecimiento de Andrés durante un bombardeo. Un año antes, el 17 de noviembre de 1936, ya había perdido durante la defensa de la ciudad universitaria de Madrid a su hijo mayor Aurelio, un trabajador del campo y secretario local de UGT, y más tarde a su otro hijo José, fusilado en Zaragoza. Su familia nunca se rindió para averiguar el paradero de Andrés, que podría estar en una fosa común de Cangas de Onís. Sin embargo, no hay nada que lo corrobore.

La más activa en su búsqueda ha sido su sobrina, que presume de tener uno de los carnés del PSOE más antiguos de Navarra. No ha podido olvidar todos los sufrimientos vividos durante este tiempo, sobre todo lo que le ocurrió siendo una niña, cuando su padre les dijo: "Vuelvo en 48 horas". Así lo relató en su comparecencia en el Parlamento de Navarra del 12 de septiembre de 2014. "Tenía ocho años y he ido toda mi vida con este dolor y aquí estoy, con mis años, luchando dentro de la asociación que a mí me ha dado la vida. Tengo una prima que me dice, 'a ti los muertos te han dado la vida'. Sí, porque después de haberme quedado viuda ahora estoy aquí reivindicando esto, porque mi dignidad y mi lucha van a continuar, por mi padre, por mis tíos y por mi suegro [también represaliado], a los que no olvido ni olvidaré".

placeholder Andrés, durante su etapa en el Sporting. (Cedida)
Andrés, durante su etapa en el Sporting. (Cedida)

Esa persistencia le he permitido mantener viva la llama del recuerdo. Existe, incluso, una nueva teoría que ha abierto la posibilidad de investigar otra ubicación del cadáver del futbolista, según relata el investigador y autor del libro Rojos, fútbol, política y represaliados en Osasuna, Mikel Huarte. Tiene que ver con la existencia de varias fosas en la localidad vizcaína de Balmaseda de soldados que combatieron en el País Vasco con la Brigada Galicia. Existe constancia documental de que Andrés Jaso se enroló en el Batallón número 219, más conocido como el Batallón Galicia, que tuvo un dramático final con el fusilamiento de 14 militares a manos de falangistas y guardias civiles. Sus cuerpos aparecieron en 2007 tras la excavarse tres fosas en el alto de O Acevo.

El batallón, formado mayoritariamente por anarquistas gallegos y algún que otro miembro del Partido Comunista, tenía como misión más relevante la de frenar el avance de las tropas nacionales sobre Asturias. Hay algunos historiadores que apuntan a que incluso algunos de sus miembros participaron de forma activa en la defensa de determinadas zonas de Cantabria y el País Vasco. De ahí que la idea que Andrés Jaso pudiera haber fallecido cerca de Balmaseda, una localidad vizcaína muy próxima a la zona cántabra.

Hace unas semanas Huarte recibió una llamada de una persona de Carranza, una localidad próxima a Balmaseda, quien le comentó que varios cadáveres desenterrados en fosas halladas en la comarca de las Encartaciones habían sido posteriormente enterrados en el cementerio de Derio (Vizcaya) y que en las lápidas aparecían sus identidades. La tarea no es sencilla. En la amplísima base de datos con la que cuenta el Instituto de la Memoria, de la Convivencia y de los Derechos Humanos (Gogora —Recuerda, en castellano—), que depende del Gobierno vasco, aparece el listado de víctimas mortales causadas por los sublevados o por los republicanos. El nombre de Andrés Jaso no figura entre ellos. De Atanasio Jarza pasa a Epifanía Jauregi.

Foto: Partido del Real Madrid contra el Español al terminar la Guerra Civil.

En el mapa de fosas elaborado por Gogora aparecen 46 exhumaciones positivas, 24 de ellas en la provincia de Vizcaya. Sin embargo, próximas a Balmaseda, solo se contabilizan dos. La primera en Trucios, donde se halló en una sima el cadáver de un hombre que no ha conseguido ser identificado, y la segunda en Galdamés. El caso es que la caída de Bilbao a manos de los nacionales, el 19 de junio de 1937, obligó a varias brigadas asturianas y cántabras a iniciar un repliegue hacia el oeste. El río Barbadún, a su paso por Galdames y Muskiz, sirvió de línea de frente durante unos pocos días hasta que los sublevados, que contaban con apoyo aéreo, coparon a un grupo de milicianos asturianos en las proximidades del regato de La Beriguera. En ese lugar fueron enterrados en dos fosas comunes unos 13 milicianos de los que solo ha aparecido el cadáver de un hombre, también sin identificar, que se corresponde con el de un hombre de unos 20 años de edad.

En Osasuna hubo más jugadores y directivos desaparecidos, como uno de sus fundadores, Ramón Bengaray, o los directivos José Javier Villafranca y Alberto Lorenzo. Otros fueron fusilados pero sus familias pudieron recuperar sus cuerpos. Son los casos de Eladio Zibeti y Natalio Cayuela. Este último fue detenido el 3 de agosto de 1936 y fusilado dos semanas después en Valcadera (Navarra) junto a 50 personas. Su hermano Enrique estuvo escondido durante meses en el reloj de la estación de autobuses de Pamplona. Al final, huyó a Chile, donde su nieto José Weinstein Cayuela se convirtió años más tarde en ministro de Cultura bajo la presidencia de Ricardo Lagos.

Andrés Jaso (Mélida, 2- IV-1912) es uno de esos futbolistas navarros a los que la Guerra Civil truncó su carrera deportiva. Y lo hizo por las bravas. De la peor manera posible. Murió, y su nombre aun engrosa la larga lista de personas desaparecidas durante la contienda bélica. Hay varias versiones de su muerte. La primera, le sitúa en un bombardeo a cargo de los cazas de la Luftwaffe mientras entrenaba en la playa con sus compañeros del Sporting de Gijón y una segunda, la que a día de hoy parece más verosímil, data de octubre de 1937. El propio club asturiano le comentó a su sobrina Áurea Jaso que Andrés había fallecido como consecuencia de las bombas que la Legión Cóndor alemana, la misma que había sembrado el terror cinco meses antes en Gernika, arrojó sobre Cangas de Onís cuando su tío huía en un autobús fletado por su equipo. Hay una tercera hipótesis, la más reciente, y es que pudo haber fallecido en el frente, cerca de la frontera entre Cantabria y el País Vasco, tras enrolarse en el Batallón Galicia.

Osasuna
El redactor recomienda