Es noticia
El Athletic tira de casta y se mete en la final a costa del enésimo fracaso del Atlético del Cholo
  1. Deportes
  2. Fútbol
ATLÉTICO 1 - 2 ATHLETIC

El Athletic tira de casta y se mete en la final a costa del enésimo fracaso del Atlético del Cholo

Nuevo fracaso del Atlético ante un Athletic que no se rindió en ningún momento y que volteó el marcador tirando de casta y coraje, precisamente lo que les faltó a los del Cholo Simeone

Foto: Nico Williams celebra el gol de la victoria. (EFE/Julio Muñoz)
Nico Williams celebra el gol de la victoria. (EFE/Julio Muñoz)

El Athletic sacó su orgullo para remontar al Atlético de Madrid y meterse en la final de la Supercopa (1-2). El conjunto vasco se mostró más efectivo en ambas áreas, más contundente y con mucha más hambre del que mostró el equipo del Cholo Simeone, que continúa con su travesía por el desierto. Los madrileños siguen sin saber a qué juegan, cuál es su esquema y qué deben de hacer para ganar los partidos, perdidos en un mar de dudas y jugando con demasiado corazón y poca cabeza. Y, lo peor de todo, incluso han perdido las fortalezas que les hicieron grandes: no tienen gol y, sobre todo, son muy frágiles en defensa, en especial a balón parado.

Simeone llegaba a la Supercopa con la intención de remontar el vuelo de su equipo. El conjunto rojiblanco —el vigente campeón de Liga— está viviendo un año para el olvido, con un estilo de juego y resultados muy alejados de lo que se espera de una plantilla de tan alto nivel, posiblemente la mejor de la historia del Atlético. A 16 puntos del Real Madrid, líder de la Liga, y clasificado a octavos de la Champions sobre la bocina, la Supercopa se antojaba como una oportunidad única para conseguir un título este curso. Sobre todo, para romper con la mala racha del equipo, con los mismos tropiezos —cuatro derrotas y un empate— que victorias en los últimos diez partidos.

Foto: Fede Valverde celebra el gol en la Supercopa de España. (Reuters/Ahmed Yosri)

El principal problema rojiblanco es que el Cholo no termina de dar con la tecla del equipo. Muchos cambios, rotaciones y movimientos en el once que no dan resultado, fruto de la falta de una alineación fija como base del equipo. En esta ocasión, sorprendió dejando en el banquillo a Luis Suárez en beneficio de Joao Félix y apostando por Kondogbia en lugar de Rodrigo de Paul. En los últimos partidos se ha visto un sinfín de variantes, esquemas y jugadores de inicio, claro síntoma de que el técnico argentino no termina de encontrar el equipo que le haga sentir cómodo, en el que fluya el fútbol y que se muestre tan contundente como el pasado curso.

Los colchoneros viven sumidos en una de las mayores crisis deportivas de los últimos años. Parece mentira que este equipo sea el mismo que el año pasado ganó el título de Liga y que, además, se ha reforzado con grandes jugadores en posiciones clave. Su fútbol es intrascendente, plano y poco incisivo, ha perdido esa capacidad letal de marcar en los momentos claves de los partidos y, para más inri, la defensa se ha vuelto excesivamente blanda. Pero, en realidad, lo que muestra el equipo no son más que las propias dudas que Simeone tiene en su cabeza: no sabe cómo jugar, qué estilo adoptar, ni cuál es la columna vertebral de un equipo ganador.

placeholder Foto: EFE/Julio Muñoz.
Foto: EFE/Julio Muñoz.

El partido comenzó eléctrico, de esos que si te despistas medio segundo ya ha cambiado el marcador. A los ocho segundos, un disparo de Joao Félix besaba las redes de Unai Simón... pero el VAR lo anulaba por claro fuera de juego. Y este inicio de locos solo fue el presagio de lo que estaba por venir: en los primeros diez minutos, el portugués tuvo otra clara ocasión, que fue respondida en la meta contraria por Iñaki Williams, amén de que ambos equipos pidieron un penalti en cada área: uno de Berenguer sobre Lemar y otro de Kondogbia sobre Sancet. Un inicio prometedor para dos equipos que buscaban el pase a la final... y nada más.

Y es que, a partir de ahí, el partido se quedó sin pólvora en ambas áreas, con mucho juego en el medio del campo y sin encontrar las porterías. Balones divididos, pugnas aéreas, posesiones largas, pero intrascendentes... Todo demasiado plano y evidente como para sorprender al rival, con Joao Félix e Iker Muniain como honrosas excepciones que buscaban algo diferente, pero muy desconectados con respecto al resto de compañeros. Mucho juego en defensa e intercambios de circulación sin profundidad en la medular entre ambos equipos dieron paso al descanso con más pena que gloria, especialmente por cómo había comenzado el choque.

placeholder Foto: Reuters/Albert Gea.
Foto: Reuters/Albert Gea.

Todo cambió en la segunda parte

La segunda parte comenzó como acabó la primera: con muchas dudas, escasas ocasiones y con el fútbol brillando por su ausencia. Muchas peleas en la medular, sin un dueño claro del balón, solo podían resolverse de dos maneras: a balón parado o en un error... pero lo que nadie podía prever es que las dos situaciones se iban a dar en el gol que desniveló la balanza. Corría el minuto 62 cuando Lemar colgaba un córner al segundo palo: Joao Félix, más listo que su marcador, se adelantaba en el remate, que Yeray dejó pasar creyendo que iba fuera. Unai Simón reaccionó tarde y el balón, tras pegar en el palo, golpeó en su espalda para colarse en su meta.

A partir de ahí, los vascos se desataron, rompieron el corsé que parecían tener, ese miedo a ganar, y se lanzaron al ataque con un fútbol más directo. Dos brutales intervenciones de Jan Oblak —a un cabezazo de Yeray y un disparo de Iñaki Williams— mantenían a su equipo. Pero, como en el primer tanto, el balón parado sería fundamental para el Athletic: primero, en el '77, el propio Yeray enmendaba su error en el gol rojiblanco con un cabezazo inapelable que suponía el empate; después, en el '81, Nico Williams se cobraba su particular venganza ante Oblak —que escasos segundos antes le había hecho otro paradón— con un gran gol desde la frontal.

placeholder Foto: Reuters/Albert Gea.
Foto: Reuters/Albert Gea.

En solo cinco minutos, el Athletic había volteado el marcador a base de casta, coraje y pelea, en dos acciones a balón parado que el Atlético no supo defender. De ahí hasta el final, los colchoneros lo intentaron, pero sin acierto, un 'quiero y no puedo'. El Atlético volvió a demostrar que vive horas bajas y Simeone que no da con la tecla: incluso ha perdido aquello que le hizo ser un equipo tan rocoso, con dudas en defensa y, especialmente, en el balón parado, una de sus fortalezas en el último lustro. Los del Metropolitano han dejado de ser un equipo fuerte en defensa y, en cuanto los partidos bajan al barro, sufren en exceso.

Con este triunfo, el Athletic se mete en la final de la Supercopa y tiene la opción de reeditar el título que ya lograra el pasado curso aunque, para ello, deberá de derrotar al poderoso Real Madrid. El Atlético de Madrid se vuelve a quedar con la miel en los labios, sumando su sexto tropiezo en los últimos diez partidos y quedándose sin poder luchar por el primer título del curso, en un partido que tenía ganado, pero que no supo cerrar. El problema de Simeone no es ya solo que no dé con la tecla del once o con el estilo de juego, sino que el equipo ha perdido la solidez que le hizo ser uno de los equipos más duros del viejo continente. Este Atleti parece otro.

El Athletic sacó su orgullo para remontar al Atlético de Madrid y meterse en la final de la Supercopa (1-2). El conjunto vasco se mostró más efectivo en ambas áreas, más contundente y con mucha más hambre del que mostró el equipo del Cholo Simeone, que continúa con su travesía por el desierto. Los madrileños siguen sin saber a qué juegan, cuál es su esquema y qué deben de hacer para ganar los partidos, perdidos en un mar de dudas y jugando con demasiado corazón y poca cabeza. Y, lo peor de todo, incluso han perdido las fortalezas que les hicieron grandes: no tienen gol y, sobre todo, son muy frágiles en defensa, en especial a balón parado.

Diego Simeone
El redactor recomienda