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España acaricia su techo futbolístico, pero ojalá tuviésemos a Mbappé y Benzema
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Cabeza alta en la Nations League

España acaricia su techo futbolístico, pero ojalá tuviésemos a Mbappé y Benzema

La falta de talento individual ofensivo en la Selección impide al equipo de Luis Enrique ser más peligroso y contundente. No hay ningún futbolista capaz de dar ese salto cualitativo

Foto: Dos chispazos de Francia derribaron a una gran España. (Reuters)
Dos chispazos de Francia derribaron a una gran España. (Reuters)

La Selección puso punto final a la fase final de la Nations League con honor, furia y la sensación de que nunca había sido peor que cualquiera de sus dos rivales en los dos partidos disputados. No importó que fuese contra una campeona de Europa que acumulaba 37 partidos seguidos sin conocer la derrota (Italia) o contra la campeona del mundo (Francia). España siempre fue un conjunto reconocible, orgulloso de su fútbol y que explotó al máximo sus recursos colectivos e individuales. El techo de cristal no fue otro que la propia calidad de sus jugadores. Por eso, los dos zarpazos de Karim Benzema y Kylian Mbappé dinamitaron el plan de la Selección de Luis Enrique justo después de que Mikel Oyarzabal hubiese inaugurado el marcador. Antes, España ya había gozado de oportunidades y llegadas, pero la falta de una mayor potencia de fuego acabó por aplazar el gol y dar alas a los galos. España lo pagaría caro.

placeholder Los dos delanteros celebran el título. (Reuters)
Los dos delanteros celebran el título. (Reuters)

Después de casi una década dando tumbos, la Selección tiene un estilo definido y fluido capaz de trasladar a grandes torneos con el que ser competitivos de forma continuada. En otras palabras, le puede mirar a los ojos al rival más temible a su manera y sin desnaturalizarse. Todo ello aderezado con un gran trabajo táctico del cuerpo técnico que brinda ventajas a sus futbolistas. Como la disposición táctica que liberó a Azpilicueta y Marcos Alonso para desajustar la presión gala, superar el primer obstáculo en salida de balón y brindar un escenario perfecto a Ferran Torres frente a Theo Hernández en banda. "Nadie puede decir que no jugamos de la misma manera en todos los campos y ante todos los rivales. Da igual contra quién juguemos, que España hace su partido", expresaba un orgulloso Luis Enrique en rueda de prensa.

O, dicho de otro modo, la Selección tiene un modelo lo suficientemente estable para sostener las bajas de hombres clave como Dani Olmo, Pedri, Jordi Alba, José Luis Gayà, Thiago Alcántara, Álvaro Morata o Gerard Moreno. Hablamos de pérdida de goles, profundidad, último pase, continuidad en la posesión, amplitud, verticalidad e incluso determinación en el área. Es más, podemos decir sin miedo a equivocarnos que, tras estos dos partidos, España no echó de menos a ninguno de los citados gracias al excelente funcionamiento colectivo. Es mérito de Luis Enrique por engrasar el sistema y de los jugadores por interpretarlo a la perfección.

La mejora defensiva ha sido vital

La España de hoy es mucho mejor que la España que desembarcó en el país transalpino tras una convocatoria muy polémica. El crecimiento defensivo del combinado nacional en comparación al exhibido en la Eurocopa es extraordinario. En ese abanico de recuperaciones, vigilancias defensivas y presión pospérdida inmediata asfixiante, hay que buscar las claves de la timidez de Karim Benzema y Kylian Mbappé en la primera parte, ahogados por la concentración de un conjunto de defensores señalados en la Eurocopa por su falta de contundencia. "Todos los jugadores han estado muy bien. Y hemos controlado a jugadores 'top', que son muy buenos", contaba el seleccionador tras el pitido final.

Foto: Sergi Roberto, Gavi, Eric García y Sergio Busquets llegan a la concentración de la Selección. (EFE)

Tan bien funcionó la apuesta que Eric García no sufrió nada con Mbappé durante muchos minutos y Sergio Busquets se embolsó el MVP de la final. Dos jugadores que, hoy por hoy, sufren en el Barça de Ronald Koeman y parecen estar por debajo del nivel exigible en un transatlántico. En la Selección, más protegidos y mejor acompañados, fueron de lo más destacado si bien tenían ante sí un reto de grandes dimensiones. No es casualidad; es el resultado de formar parte de un engranaje colectivo donde cada pieza comprende su papel. Por eso, Francia se fue con cero disparos entre los tres palos al finalizar la primera parte.

placeholder Busquets, con el trofeo que le acredita como mejor jugador de la final. (Reuters)
Busquets, con el trofeo que le acredita como mejor jugador de la final. (Reuters)

La mala noticia es que, a pesar de ser un equipo con todas las letras que sabe qué hacer en cada momento y jugar una gran final, España perdió el partido. Lo hizo por la aplicación de una norma absurda que puso en valor el árbitro, Anthony Taylor, y un penalti cometido por Jules Koundé y no señalado, pero sobre todo porque no cuenta con ningún futbolista en su posición (especialmente en la delantera) capaz de inclinar el partido con una jugada diferencial. Los dos goles de Kylian Mbappé y Karim Benzema —especialmente el del madridista— fueron el clavo ardiente al que se agarró Francia en el momento más complicado para Deschamps. Sus acciones cambiaron todo.

"Esa es la pena... Todo estaba controlado y, cuando hacemos el gol, pues enseguida nos hacen el empate. Es un momento interesante, porque podíamos crearles problemas con 1-0, pero el señor Karim Benzema hace un golazo". No podía estar más acertado Luis Enrique. El colectivo puede elevar el nivel medio de los futbolistas, exprimir la naranja al máximo, maquillar carencias y equilibrar los encuentros hasta llevarlos al límite, pero, en el momento de la verdad, el tener o tener estrellas marca la diferencia.

placeholder Mbappé y Benzema, con la Nations League. (Reuters)
Mbappé y Benzema, con la Nations League. (Reuters)

Desafortunadamente, España no goza de ningún futbolista capaz de hacer lo que hicieron Karim Benzema y Kylian Mbappé en Italia. Tampoco entre los no convocados para esta cita por mucho que una parte de la prensa radical o de los aficionados más forofos se encarguen de repetirlo como un mantra. Quien más cerca se queda de contar con esos atributos privilegiados es Ansu Fati, pero, con una rodilla por tantear y con el Mundial a la vuelta de la esquina, parece difícil apostar por el jugador del FC Barcelona como ese futbolista diferencial que anhela la Selección. Sin ese plus de talento individual, el techo es mucho más bajo.

La Selección puso punto final a la fase final de la Nations League con honor, furia y la sensación de que nunca había sido peor que cualquiera de sus dos rivales en los dos partidos disputados. No importó que fuese contra una campeona de Europa que acumulaba 37 partidos seguidos sin conocer la derrota (Italia) o contra la campeona del mundo (Francia). España siempre fue un conjunto reconocible, orgulloso de su fútbol y que explotó al máximo sus recursos colectivos e individuales. El techo de cristal no fue otro que la propia calidad de sus jugadores. Por eso, los dos zarpazos de Karim Benzema y Kylian Mbappé dinamitaron el plan de la Selección de Luis Enrique justo después de que Mikel Oyarzabal hubiese inaugurado el marcador. Antes, España ya había gozado de oportunidades y llegadas, pero la falta de una mayor potencia de fuego acabó por aplazar el gol y dar alas a los galos. España lo pagaría caro.

Kylian Mbappé Karim Benzema