La resurrección de Luis Suárez: de mala influencia para Messi a pichichi del líder
Le habían llamado cojo en el Barcelona y le empujaron a irse porque estaba acabado. Se sintió despreciado. Pero lo que más le dolió fue que se dijera que era una mala influencia para Messi
El plan de Luis Suárez era acabar su carrera profesional con el Barcelona y después probar una experiencia en Estados Unidos. Estaba diseñado para que fuera después del Mundial de Qatar 2022, cita con la que se quiere retirar de la Selección uruguaya, y lo tenía hablado con Messi por si el argentino estaba por la labor de seguir sus pasos. Los amigos querían estar juntos en el Barcelona, al menos, un par de años más con la certeza de que juntos podrían conseguir más éxitos. Pero todo saltó por los aires a principio del año 2020. En los primeros meses del año, Josep María Bartomeu le puso la cruz al uruguayo. El objetivo era separarlo de Messi.
Empezó una estrategia en el Barcelona para darle un empujón a Luis Suárez y transmitir que era un futbolista en el ocaso de su carrera por las lesiones en la rodilla derecha. Había que buscar un culpable a las duras derrotas en la Champions, quedó señalado por ser el delantero que era incapaz de marcar fuera del Camp Nou, pero sobre todo se le presentó como una mala influencia para Messi y uno de los factores tóxicos de un vestuario que tenía mucho poder.
La necesidad de quitarse de encima a Luis Suárez, buscarle un relevo lo más pronto posible, llevó a Bartomeu a fichar a Martin Braithwaite. El Barcelona pagó 18 millones de euros, la cláusula de rescisión, al Leganés e incorporó al danés fuera de mercado de invierno. Daba igual si era un fichaje imprescindible o si se pagaba una cantidad fuera de mercado. Braithwaite se convirtió en la mejor manera de dejarle claro a Luis Suárez que tenía que plantearse dejar el ‘9’ azulgrana porque su ciclo estaba terminando. Lo pasó mal el uruguayo, que peleaba por poner fin a sus problemas en la rodilla, y comprobaba cómo en el Barcelona los dirigentes no iban de cara. Se enteraban por la prensa de que lo querían echar, veía como el club fichaba a otro delantero a la desesperada y estaba perdiendo la confianza.
Bartomeu le puso la cruz
Todos estos movimientos ocasionaron la fractura entre Messi y Bartomeu. Fueron, en gran parte, los que llevaron al argentino a darse por aludido y pedir a Bartomeu que le dejara marcharse al final de la temporada porque veía la jugada. Iban a poner en venta a Luis Suárez y Messi ya no aguantaba más mentiras del presidente. Todo el mundo conoce lo que sucedió entre Bartomeu y Messi. No había manera de que el presidente atendiera la petición del capitán, pasaron los meses, llegó la debacle del 2-8 contra el Bayern de Munich en la Champions y tras la llamada de Koeman a Luis Suárez se produjo el capítulo del burofax. El Barcelona había despreciado al mejor amigo y compañero de Messi.
La mala influencia está a punto de proclamarse campeón de Liga y ser uno de los futbolistas más determinantes en el Atlético de Madrid. Cuando Luis Suárez marcó el gol de la remontada contra Osasuna se produjo un hecho que tiene un valor importante. Todos los jugadores del Atleti corrieron a por el uruguayo, lo acabaron tirando al césped, hicieron una piña de abrazos y gestos de agradecimiento al uruguayo. Simeone se volvió loco, corriendo por la banda, fuera de sí. Había marcado el gol que hacía depender de sí mismos para el título su gran apuesta.
Simeone necesitaba un futbolista competitivo, con hambre y experiencia, enfadado y dispuesto a volver a pegarse con todos. Con los que estaban dentro de la plantilla y con los rivales. No desaprovechó el regalo del Barcelona y cambió toda la planificación en lo que se refiere a sus delanteros. Abrió la puerta a Morata para que se marchara a la Juventus y avisó a Diego Costa y Joao Félix de que el uruguayo iba a ser un competidor duro. Morata no puso pegas en irse a Italia, pero Costa tuvo problemas en aceptar la llegada de otro goleador con características similares en el campo y en cuanto a una personalidad de fuerte carácter. Joao Félix confiaba en seguir creciendo en una segunda temporada junto a uno de los dos o con los dos veteranos.
En el debut de Luis Suárez, el 27 de septiembre contra el Granada en el Metropolitano, se quedó impresionado el entrenador rojiblanco. El Cholo respetó los galones. Puso de inicio a Diego Costa y Joao Félix y ambos hicieron gol. Pero lo de Suárez resultó asombroso para Simeone. Lo sacó en el minuto 70, con 3-0 en el marcador, y el partido acabó con 6-1. En los veinte minutos que estuvo en el campo el uruguayo, con un partido resuelto, hizo dos goles, dio una asistencia y le hicieron un penalti que anuló el VAR. Había entrado al campo como si se tratara de un juvenil un tipo con 33 años que venía muy dolido por su salida de Barcelona. Había pasado en veinte minutos de ser el cojo del Barça a preocupar al barcelonismo por lo que se veía que sería una rápida adaptación al Atleti.
A Simeone le surgió el debate de si podía jugar con Diego Costa y Luis Suárez juntos o eran incompatibles. “Uno mordiendo y otro pegando”, es la respuesta que dio Costa para avisar al Cholo que sí podían llegar a compartir la delantera y temiéndose que el uruguayo le adelantara en las preferencias del entrenador. Simeone solo los puso un partido juntos de los siete que disputó Costa esta temporada. Fueron 49 minutos contra el Celta. El técnico argentino tenía claro que debía adaptar el juego del equipo, más ofensivo, adelantando las líneas, para aprovechar la contundencia realizadora de Luis Suárez. Costa tiró la toalla cuando apareció la trombosis venosa profunda, una secuela de haber pasado el coronavirus, y pidió salir a finales de año.
La confianza de Simeone
A Simeone no le trastocó su plan. Estaba convencido de que la influencia del uruguayo iba a dar excelentes resultados porque veía a un delantero que lo daba todo, hipermotivado, con capacidad de sufrimiento pese a los problemas físicos y sin peder esa mentalidad competitiva y ser una pesadilla para los rivales. El uruguayo ha exteriorizado sus enfados cuando era cambiado por el Cholo. Pero enseguida aclaraban cualquier diferencia en el vestuario. Simeone quería aprovechar lo mejor de Suárez sin reventarlo. Y así ha llegado a la penúltima jornada de la Liga. Con 34 años y 20 goles. El último contra Osasuna puede valer un título después de una sequía que se prolongaba desde el 21 de marzo. Pero Suárez no bajó los brazos y ha demostrado que en la alta competición se triunfa con talento, pero también con alma.
“No me arrepiento del paso del Barcelona al Atleti. Venir aquí era un desafío porque se decía que ya no podía competir al alto nivel”, manifestó Luis Suárez hace unos días a la revista ‘Club del Deportista'. Lo habían llamado cojo en el Barcelona. Se sintió despreciado. Pero lo que más le dolió fue que se dijera que era una mala influencia para Leo Messi. Habían faltado al respeto a un delantero que estuvo en el Barcelona durante seis temporadas y es el tercer máximo goleador de la historia del club con 198 tantos en 283 partidos.
El que llegó para ocupar su lugar, quedarse con el ‘9’, está lejísimos de los registros del uruguayo. Martin Braithwaite ha marcado 2 goles en esta Liga que se acaba. Lleva un total de 5 en toda la temporada. La pasada hizo solo un gol. El balance del danés desde que fichó por el Barcelona es de 51 partidos y 8 goles. No es ni buena ni mala influencia para Messi porque ni se les ha visto tener complicidad fuera ni dentro del campo. Messi ha tenido pocos, muy pocos socios esta temporada en el Barcelona.
Suárez sufrió hace ocho meses el desprecio del club donde quería retirarse en la alta competición y llega a mayo como uno de los triunfadores de un equipo que está cerca de ser campeón de Liga. Los que no conocen a fondo a Luis Suárez no se pueden hacer a la idea de qué persona se trata. Es un luchador. Nadie le ha regalado nada desde que en su infancia tuvo que echarse a la calle a trabajar, de niño, primero como barrendero y después con peleas callejeras en Montevideo donde se ganaba un dinero. Era de una familia pobre, con unos padres que se separaron cuando solo tenía 9 años, y había que dar de comer a seis hermanos.
Esta es la personalidad guerrera que ha ido formando la vida de un uruguayo que decidió que podía ganarse la vida con el fútbol y a los 19 años abandonó Uruguay para fichar por el Groningen. En Holanda empezó una larga carrera que le llevó al Ajax, después al Liverpool, ser traspasado al Barcelona por 82 millones de euros después de un fuerte interés del Real Madrid y acabar regalado en el Atlético de Madrid. El ‘gordo’, como le llaman todavía los ex compañeros del Barcelona cuando le vieron de vuelta en el Camp Nou esta temporada, se ríe, pero no olvida. Nadie le ha regalado nada.
El plan de Luis Suárez era acabar su carrera profesional con el Barcelona y después probar una experiencia en Estados Unidos. Estaba diseñado para que fuera después del Mundial de Qatar 2022, cita con la que se quiere retirar de la Selección uruguaya, y lo tenía hablado con Messi por si el argentino estaba por la labor de seguir sus pasos. Los amigos querían estar juntos en el Barcelona, al menos, un par de años más con la certeza de que juntos podrían conseguir más éxitos. Pero todo saltó por los aires a principio del año 2020. En los primeros meses del año, Josep María Bartomeu le puso la cruz al uruguayo. El objetivo era separarlo de Messi.
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