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El Madrid que no nace y el que no muere: Zidane sigue atascado en el punto de partida
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No explotan el contraataque

El Madrid que no nace y el que no muere: Zidane sigue atascado en el punto de partida

El conjunto blanco busca controlar los partidos a través del pase y renuncia al contragolpe cuando encuentra espacios para correr. Los jóvenes y Hazard podrían cambiar la situación

Foto: Zinédine Zidane habla con Vinícius Júnior. (Reuters)
Zinédine Zidane habla con Vinícius Júnior. (Reuters)

El Real Madrid de Zinédine Zidane es un conjunto que se construye de atrás hacia adelante. Fortificado y paciente, el equipo blanco prefiere la calma al vértigo, el pase horizontal al vertical y la construcción progresiva de la jugada de ataque al contragolpe veloz cuya bandera enarboló hace unas cuantas temporadas. Se decían que eran atletas para deslegitimarlos, pero lo cierto es que aquel grupo podía desarticular la estructura defensiva de cualquier equipo si se daban metros y espacios tras una pérdida sensible. Lanzadores excelentes y desmarques extraordinarios se dieron cita en un proyecto ultracompetitivo. Pero ese Madrid ya no existe y solo queda el recuerdo que produce la nostalgia.

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El núcleo duro se ha hecho mayor: Luka Modric (35 años), Sergio Ramos (34 años), Karim Benzema (33 años), Marcelo Viera (32 años) y Toni Kroos (31 años). El equipo perdió pegada, zancada y velocidad y Zidane decidió llevar a cabo un cambio de rumbo. La edad no determinaba el rendimiento, pero sí marcaba a fuego el modelo de juego. Cimentar la defensa y adaptarse a sus efectivos fue la respuesta del técnico francés, quizás como legado de su tiempo como jugador de la Juventus. La victoria pasaba por controlar al rival desde el pase precavido. Medir que las pocas cosas que sucedieran fueran favorables y tapar la falta de creatividad con robos en campo contrario.

placeholder Federico Valverde también ha perdido protagonismo. (Efe)
Federico Valverde también ha perdido protagonismo. (Efe)

Tenía sentido y era acorde al motor de sus jugadores. ¿Podían Kroos, Casemiro, Ramos y Modric recorrer grandes distancias de manera regular? ¿Había elementos de desequilibrio que brillaran al contragolpe? Las dos preguntas se enfilaban hacia la misma respuesta. Para colmo, quien debería haber cambiado el frente de ataque, Eden Hazard a sus 30 años, se perdió en un océano interminable de lesiones que desmontaban cualquier atisbo de evolución ofensivo. No sería el Real Madrid más eléctrico y vibrante el que daría la razón a Zidane, sino el más fiable, prudente y previsor. El Madrid se blindó.

Sin embargo, ese plan conservador basado en las certezas actuales y las dudas sobre los jóvenes contenía muchos puntos débiles y, desafortunadamente, no ha evolucionado. El equipo se encuentra con una limitación monumental cuando no es él quien asesta el primer golpe, sino el rival, carece de recursos suficientes para dañar al rival en encuentros de ida y vuelta y su potencial ofensivo deja bastante que desear ante equipos que repliegan muy cerca de su área. En definitiva, el Real Madrid sigue siendo un muy buen equipo cuando se adelanta y marca la pauta del partido con la pareja Kroos-Modric, pero si toca remontar, el centro lateral sin ventaja y la pelota al pie aparecen como únicos mecanismos para ello.

No se ha creído en las alternativas

Mientras la política de fichajes ha dotado al técnico francés de figuras capaces de sumar al conjunto blanco de una serie de características que no se encuentran en su XI titular, el amasamiento de balón ha ganado aún más peso. Inmóvil y continuista, Zidane ha decidido alargar la tendencia controladora de su equipo. En contraposición, Vinícius Júnior, Luka Jovic, Rodrygo Goes, Federico Valverde e incluso Mariano Díaz, quienes explotan mejor sus habilidades con metros para cabalgar que en espacios reducidos, han perdido impacto en el desarrollo de la temporada.

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Algunos futbolistas han desaparecido por completo, otros ya están fuera del club y otros cuantos han sufrido un grado de desconfianza que ha minado por completo su juego, como en el caso de Vinícius Júnior y Luka Jovic. Para encontrar las causas de sus reiteradas suplencias más allá de las filias y fobias de cada uno y las excusas baratas, hay que analizar su desempeño en el primer equipo.

El descontrol que aportan (especialmente los extremos) ha chocado frontalmente con el método blanco para tratar de gobernar los partidos. Zidane ha prorizado un fútbol rutinario y cauteloso frente a las pérdidas que obliguen a un grupo asentado y envejecido a correr hacia atrás, arropando a través de la estructura con pelota a los elementos más jerárquicos. Por tanto, no es de extrañar que los goles al contraataque del Real Madrid hayan expirado en las últimas temporadas.

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Somos las decisiones que tomamos, así que el desborde, la amenaza al espacio, la profundidad y la energía que podrían aportar un grupo de jugadores cuya participación es mínima se ha dejado en el tintero de los recursos sin utilizar. La buena noticia es que queda un mundo ofensivo por explorar, la mala es que no parece que Zidane esté dispuesto a arriesgar más de la cuenta.

Si Eden Hazard no es capaz de conseguir la regularidad que le permita desequilibrar con asiduidad (algo que aún está por ver) y el Madrid no puede apoyarse en su figura para contragolpear, el proyecto se va a encontrar en el mismo punto de partida. Sin intimidar al contragolpe y escaso de voracidad con metros por delante. Con sus virtudes y sus defectos ya conocidos de antemano y un futuro no muy halagüeño si el partido se escapa de su control, algo que siempre sucede en la Champions League. El técnico francés, de nuevo, tiene en su mano virar el rumbo de su equipo, ya sea a través del belga o de los jóvenes.

El Real Madrid de Zinédine Zidane es un conjunto que se construye de atrás hacia adelante. Fortificado y paciente, el equipo blanco prefiere la calma al vértigo, el pase horizontal al vertical y la construcción progresiva de la jugada de ataque al contragolpe veloz cuya bandera enarboló hace unas cuantas temporadas. Se decían que eran atletas para deslegitimarlos, pero lo cierto es que aquel grupo podía desarticular la estructura defensiva de cualquier equipo si se daban metros y espacios tras una pérdida sensible. Lanzadores excelentes y desmarques extraordinarios se dieron cita en un proyecto ultracompetitivo. Pero ese Madrid ya no existe y solo queda el recuerdo que produce la nostalgia.

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