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La encrucijada Messi o cómo Koeman trata de recuperar a su gran estrella con la táctica
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Decisivo o intrascendente

La encrucijada Messi o cómo Koeman trata de recuperar a su gran estrella con la táctica

Las facultades que hicieron del argentino (que ayer igualó a Pelé como máximo goleador en un solo club) un jugador omnipresente han acabado por ser previsibles para las actuales defensas cerradas

Foto: Leo Messi se lamenta de una lesión en una imagen reciente. (Reuters)
Leo Messi se lamenta de una lesión en una imagen reciente. (Reuters)

Lionel Messi es el mejor futbolista de la historia, algo que su colección de récords y títulos, tanto individuales como colectivos, no deja lugar a la duda. El argentino ha dado más al Barça que ningún otro jugador y nadie espera que se pueda superar su influencia. Probablemente los azulgranas no habrían llegado a ser el exitoso equipo que deslumbró del 2008 en adelante sin su participación, aunque estuviese dirigido por Pep Guardiola. A sus 33 años, es posible que Messi aún sea el futbolista más diferencial del mundo y, por ende, de la plantilla barcelonista.

En una entrevista concedida a Diego Torres en 2019, Louis Van Gaal aseguró que Messi y Neymar le gustan solo “como futbolistas individuales, no como jugadores de equipo”. Quien hiciese del Ajax la primera máquina grupal alrededor del balón a mediados de los noventa se refería a los Messi y Neymar actuales: futbolistas con una desproporcionada acaparación de las jugadas ofensivas de sus equipos, que además se desentienden de las labores defensivas.

placeholder Messi, en plena jugada. (EFE)
Messi, en plena jugada. (EFE)

“Yo creo que en los juegos colectivos no hay nada más importante que el jugador de equipo”, sentenció. Para cerrar su explicación, el holandés pondría como ejemplo al trío de delanteros del Liverpool campeón de Europa –Mané, Salah y Firmino– por su “trabajo duro en defensa”, labor fundamental para ejecutar un mecanismo de presiones que hoy día es tan o más importante para el ataque de la mayoría de equipos que la propia elaboración de las jugadas.

Si se atiende a las palabras del técnico neerlandés, quizá Messi no sea el futbolista que necesita el Barça para recuperar el juego que le hizo grande.

La evolución reciente de Messi en el Barça

En la misma entrevista, Van Gaal declaró que “Messi debe adaptarse al equipo, no al revés. Guardiola le hizo jugar para beneficio del equipo, pero los últimos entrenadores se han adaptado demasiado a Messi en lugar de proteger el espíritu del equipo, que es lo más importante”.

Particularmente desde tiempos de Ernesto Valverde a los mandos del Barça, el delantero argentino destinó todos sus esfuerzos a ser el principal activo del ataque de un equipo que aún mantenía la estructura posicional que Rijkaard y Guardiola se encargaron de recuperar y perfeccionar, Vilanova y Martino de mantener y Luis Enrique de matizar, sobre todo en las funciones asignadas a una franja ofensiva donde el asturiano dio cabida a las particularidades técnicas del tridente completado con Suárez y Neymar.

placeholder El tridente del Barça que todavía añoran los aficionados blaugranas. (Reuters)
El tridente del Barça que todavía añoran los aficionados blaugranas. (Reuters)

El brasileño se marchó al PSG en 2017 y los principales talentos que surgieron años atrás en la Masía envejecían. Sin Xavi y, luego, también sin Iniesta, Messi cada vez estaba más solo. La política de fichajes desacertada (en la que primó el nivel individual del jugador contratado sobre el encaje funcional en el equipo) durante los casi tres cursos de Valverde en el banquillo cargaron todo el ataque barcelonista en la espalda del argentino.

Después de dos ligas ganadas gracias en gran medida a las cualidades de Leo, todo explotó. La temporada 19/20 supuso el fin de excelencia grupal apreciada en tiempos de Guardiola, donde todos los jugadores se repartían las responsabilidades de unas fases defensiva y ofensiva indiferenciadas; así como la notable contundencia del ataque propuesto por Luis Enrique, sostenida a su vez por el triángulo posicional del centro del campo, pasando a ser una pobre propuesta de juego centrada en la inspiración del crack rosarino. Y el Barça dejaría de ganar, sin encontrar siquiera el consuelo de reconocerse a sí mismo.

Se quiebra el juego de posición

Messi ya no defendía como en años anteriores probablemente a causa del nuevo planteamiento, que entre otras cosas obviaba la consigna guardiolista de ordenar el equipo mediante pases seguros a través de escalones posicionales que le llevasen a establecerse en la mitad de campo rival, algo que facilitaría los saltos de presión sobre el rival debido al posicionamiento adecuado que cada jugador tendría una vez perdido el balón.

"Si Messi pasa dos minutos sin tocar la pelota, se desconecta del juego", Dani Alves

Pero, aunque se tratara de un importante déficit para cualquier equipo que pretenda presionar de manera intensiva, esta dejadez en el esfuerzo sin balón de Messi no era lo que, en el fondo, había cambiado el panorama. Y es que el verdadero deber del conjunto saldría, paradójicamente, de la generosa actitud ofensiva del argentino, quien a corto plazo había sido importante para que un equipo venido a menos continuase en la senda de la victoria.

Con futbolistas del perfil de Rakitic, Paulinho, Vidal o Coutinho en las posiciones interiores, la fluidez hasta llegar a Messi menguaba. Por ello, el criado en la masía decidía participar en la elaboración del juego, en lugar de esperar arriba un balón que quizá tardase demasiado en llegar. “Si Messi pasa dos minutos sin tocar la pelota, se desconecta del juego”, aseguró en 2019 su excompañero Dani Alves, en una charla en SporTV. Algo que corroboraría pocos meses después el propio Leo para Tyc Sport: “No soy el típico goleador. Me gusta llegar de atrás, estar en contacto con la pelota y crear fútbol. También me gusta llegar y hacer los goles, pero no vivo de eso. Si paso mucho tiempo sin tocarla, me voy del partido”.

placeholder La icónica celebración de Leo Messi. (Reuters)
La icónica celebración de Leo Messi. (Reuters)

Un Messi dominante retrocedía cada vez más y el equipo, el entrenador y él mismo se fueron acostumbrando a esta situación, hasta que la normalizaron. La alternativa que siempre había ofrecido Messi, quien abandonaba el ataque para flotar por zonas intermedias independientemente del planteamiento propio o del rival, se convirtió en rutina. Ya no solo caía para asociarse en corto con sus compañeros y así buscar superioridades, sino que se trataba de generar la jugada por sí mismo.

Pero esta libertad absoluta que las circunstancias le habían obligado a tener –y que su naturaleza y su estatus acogieron encantados– agitaba un juego de posiciones barcelonista que el grupo no estaba educado para asimilar. Habiendo de adecuarse los movimientos del equipo a la voluntad de un jugador que pisaba zonas ocupadas, demandaba el balón en cada acto de ataque o aparecía en puestos lejanos al suyo para desarrollar roles que, a priori, correspondían a otros compañeros; y el equipo descuidaba conceptos claves de esa propuesta posicional que en el Barça era el armazón de todo lo demás desde tiempos de Cruyff, Van Gaal, Rijkaard y Guardiola.

El grupo mostraba cada vez menos solidez, pero, debido a que se ganaban partidos, cabe imaginar que ni su entrenador ni el propio Messi reparasen en el problema subterráneo. Por lo que entre todos alimentaban la novedosa idea y esta mermaba poco a poco los mecanismos colectivos que hacían fiable al equipo, por encima de la creatividad individual de cualquier jugador. De ser víctima de una situación que se ofreció a enderezar desde su virtud individual, Messi pasó a ser el foco de un juego que, en la actualidad, no consigue ser grupal en un fútbol dominado por las propuestas en bloque.

Foto: Ronald Koeman, en una imagen de archivo. (Reuters)

Una erosión del sistema que, lejos de pretender culpar a su compatriota Messi, quien fuese educado en los mecanismos de este juego de posiciones en tiempos de Guardiola, el jerarca Javier Mascherano, expresó así en una entrevista publicada en el número de diciembre de 2020 de la revista 'The Tactical Room': “El plan de juego es el sustento en el que te vas a apoyar (…) ese plan de juego es lo que debe sostenerte sobre todo en los malos días. En los buenos, la inspiración, la creatividad muchas veces sale a relucir y con dos o tres jugadas puedes terminar un partido. Pero en los malos días hay que sostenerse sobre ese plan”.

Messi en el Barça de Koeman

Además de un equipo perdedor y desalmado, Ronald Koeman encontró a su llegada a un Messi descontento por problemas con la junta directiva, estado anímico que forzosamente se vería reflejado a lo largo de determinados partidos bajos de tensión. Viendo que someter al actual Messi a las exigencias tácticas del juego posicional sería una empresa utópica, el técnico ha tratado de adecuar la propuesta a los fundamentos librecreadores del argentino.

Para centrar lo expuesto a lo largo de este artículo, El Confidencial ha contactado con Fermín Suárez, analista que desarrolla su labor en medios deportivos como Gol, Teledeporte o el espacio Play Fútbol de Cadena Ser. Suárez explica lo siguiente: “Messi registró una media de 85 intervenciones por partido el curso pasado. En la actual temporada, en los partidos que se torcieron ante Alavés, Juventus o Cádiz, su media se disparó por encima del centenar de toques. Cuando se atragantan los partidos, se impone su sentido de la responsabilidad y de absorber, a veces incluso demasiado, el caudal del fútbol ofensivo”.

placeholder El argentino trata de esquivar a sus rivales del Cádiz. (Reuters)
El argentino trata de esquivar a sus rivales del Cádiz. (Reuters)

Para posibilitar este juego de asociaciones más naturales lo primero que el técnico varió fue el dibujo, obviando la rigidez de otros tiempos. Como se ha contado, la pareja de interiores que tanto se estima en el Camp Nou había sufrido daños desde la etapa de Valverde y Koeman parecía darle el toque de gracia. En su lugar, el equipo esbozaría un 4-2-3-1 donde Messi estaría acompañado por los tres atacantes más técnicos de la plantilla.

Así, la pareja de pivotes esperaría a baja altura para proteger la espalda de un Leo liberado de labores defensivas, que se movería a su antojo por toda la zona de tres cuartos de campo y delantera. El resultado de ello fue que las conexiones entre el grupo de futbolistas atrasado y el de los adelantados no eran constantes, además de que la presión alta de los atacantes no iba al compás, por lo que el juego se mostraba errático y el equipo acababa seccionado en dos mitades. De los diez primeros partidos de Liga, el Barça sufrió cuatro derrotas y dos empates, sumando solo cuatro victorias.

placeholder Messi y Koeman se saludan tras un partido. (EFE)
Messi y Koeman se saludan tras un partido. (EFE)

Entonces, con el equipo fuera de los puestos que dan acceso a competiciones europeas para el mes de diciembre, en las fechas ligueras ante Levante y Real Sociedad Koeman pareció escuchar las voces críticas que pedían un esquema más reconocible, que de base dibujase un 4-3-3 en fase de construcción con Messi de delantero y dos jugadores interiores por delante del pivote, en lo que sería un triángulo que se esperaba algo más posicional y estable.

Si en la derrota contra el Cádiz de la jornada 12 el equipo fue inoperante, en las fechas 13 y 14 el Barça había mostrado su mejor cara, sobre todo en la victoria por 2-1 frente a una Real Sociedad que llegaba como líder de la Liga. El juego mejoró ante los de Imanol, pero en ambas citas se volvió a ver al Messi centrocampista. ¿Puede hablarse de solución?

Y es que Suárez incluye una serie de excepciones a esta regla: "En el penúltimo partido contra la Real Sociedad, un equipo que te va a buscar totalmente desplegado y que defiende hombre a hombre, es ideal que Messi baje a recibir para crear una superioridad, porque el central que lo marca no le va a seguir. Y si le sigue, genera un espacio que pueden ocupar y atacar Griezmann, Braitwaithe, De Jong o Pedri. E igualmente, en salida de balón, la vía de Ter Stegen hacia Messi es segura, porque el primero dará el pase preciso y Messi con balón es fiable, ya que tiene pie para regatear o limpiar al adversario”.

En este sentido, el analista opina que todo funciona en relación al adversario y al planteamiento del mismo: “Al final, el rival te condiciona el contexto. Si Messi recibe abajo y por delante hay espacio, será un buen escenario, porque podrá meter envíos a la espalda de los defensores o tan solo tendrá un rival al que limpiar. Como contra la Real Sociedad, a veces sí parece que esta situación forma parte del plan de partido. Pero en otras, como frente a rivales con la línea muy hundida que se ponen por delante, al retrasar su posición lo que se aprecia es el sentido del deber de Messi, acentuado en los últimos años de declive y monotonía del equipo en ataque. De la responsabilidad que tiene con ser el mejor del equipo, el mejor del mundo y quien tiene que decidir siempre”.

Foto: Dembélé, el primer fichaje muy por encima de mercado de Bartomeu. (Reuters)

Los datos nos enseñan que el Barça ha generado 222 ocasiones hasta el momento (Messi, con 43, supone el 19%), mientras que Jordi Alba es el 2º que más genera con 25 (18 menos). En el apartado rematador, Messi lleva 92 remates, 48 a portería y 8 goles (3 de jugada) en 18 partidos. Así, si comparamos las estadísticas con las del curso pasado, vemos que en 44 partidos, remató 200 veces, 92 a portería, y consiguió 31 goles.

Del mismo modo, esta tendencia se expande al casillero anotador, puesto que a estas alturas del curso pasado, Messi llevaba 10 goles + 8 asistencias (una contribución de 18 tantos). Ahora lleva 9 goles + 2 asistencias (aún no ha dado ni un pase de gol en Liga y las 2 asistencias han sido en Champions). Leo lleva 25 goles en el año 2020. Consiguió 45 en 2019, 47 en 2018, y 42 en 2017. Su momento más bajo en la última década fue en 2013 (39 goles). Y seguramente, a no ser que lo remedie en lo que quede de 2020, será su año con menos goles desde 2008 (20).

“El debate para mí no está en que Messi ya no marque la cantidad de goles que hizo en otras temporadas, porque no se puede pedir 50 goles por temporada a un jugador de 33 años que lleva jugando 60 partidos con una exigencia atroz desde hace 15 cursos. Tiene derecho a empezar a ser terrenal. Simplemente se trata de adecuar el comportamiento sobre el campo a las necesidades del equipo y del partido, y eso es tarea exclusiva del entrenador”, explica Suárez.

placeholder Messi y Frenkie de Jong ante la Real Sociedad. (Reuters)
Messi y Frenkie de Jong ante la Real Sociedad. (Reuters)

Por último, el analista deportivo revela por qué el capitán argentino actúa así: “Messi ha acentuado este comportamiento en los últimos años, ese ‘dámela a mí, que yo me encargo de que el juego fluya’. Probablemente por una mezcla de plantilla inexperta, falta de calidad a sus ojos o simplemente responsabilidad de liderar. Estoy convencido de que él trata de ayudar pero, a veces, recibiendo a 70 metros del área o viniendo a recibir al lado de Busquets o Mingueza, no contribuye a su beneficio o al del equipo".

Al contrario, Suárez asegura: "Ayudaría más si seleccionase cuándo caer o cuándo esperar detrás de la línea adversaria para que otros compañeros le hagan llegar el balón. Al fin y al cabo, el pie más resolutivo del equipo ha de situarse en las zonas más comprometidas para imponer su tacto diferencial. Y si no le hacen llegar adecuadamente el balón, entonces es Koeman quien tiene que solucionarlo, no Messi”.

Contra el Cádiz o el Alavés, equipos que repliegan en bloque bajo y acumulan muchos efectivos en la frontal del área, tiene menos sentido que el argentino retrase su posición por defecto porque, cuando recibe el balón a un metro de Busquets, siendo mediapunta o falso 9, no se está erosionando la estructura del rival. Los centrales y pivotes están cómodos, nadie los fija o amenaza, ni los obliga a saltar y desproteger su parcela. Tampoco cuando Coutinho se sitúa al lado de los pivotes para recibir cómodo. La derivada de estos movimientos es que se sitúen jugadores por delante del balón poco acostumbrados a recibir de espaldas, como De Jong, que los compañeros se inhiban y solo busquen a Messi, que los ataques se retuercen por el centro y que cunda el ‘ahora el partido está en sus manos’.

Lionel Messi es el mejor futbolista de la historia, algo que su colección de récords y títulos, tanto individuales como colectivos, no deja lugar a la duda. El argentino ha dado más al Barça que ningún otro jugador y nadie espera que se pueda superar su influencia. Probablemente los azulgranas no habrían llegado a ser el exitoso equipo que deslumbró del 2008 en adelante sin su participación, aunque estuviese dirigido por Pep Guardiola. A sus 33 años, es posible que Messi aún sea el futbolista más diferencial del mundo y, por ende, de la plantilla barcelonista.

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