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Zidane entra en tensión y se carga en un mes la euforia del Clásico
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el real madrid no tiene identidad

Zidane entra en tensión y se carga en un mes la euforia del Clásico

Ha pasado un mes de la victoria en el Camp Nou (24 de octubre) y de aquella alegría ya casi nadie se acuerda; va perdiendo valor, visto el nivel que tiene el Barcelona de Koeman

Foto: Zidane da instrucciones en el partido entre el Borussia Mönchengladbach y el Real Madrid. (Efe)
Zidane da instrucciones en el partido entre el Borussia Mönchengladbach y el Real Madrid. (Efe)

Florentino Pérez estuvo presente en el estadio de La Cerámica y se fue del partido con la misma sensación que la gran mayoría de aficionados. El Real Madrid de Zidane es un sufrimiento y no entusiasma. Ha pasado un mes de la victoria en el Camp Nou (24 de octubre) y de aquella alegría ya casi nadie se acuerda y va perdiendo valor visto el nivel que tiene el Barcelona de Koeman. Era un triunfo para haber marcado un punto de inflexión, encontrar la inercia ganadora y, además, resultó muy necesaria para despejar las dudas porque el equipo venía de perder dos partidos seguidos (Cádiz y Shakhtar). Lo que era una demostración de poderío y situó al Madrid como el principal favorito para ganar esta Liga se ha convertido en el último mes en un carrusel de decepciones.

El Real Madrid continua siendo un equipo irregular, inconsistente y cada partido que pasa menos fiable. La consecuencia de esta trayectoria que tiene tantas alteraciones provoca que sea habitual ver gesticular y escuchar a Zidane con un tono más enfadado y en tensión. El entrenador tranquilo y carismático pierde apoyos. No solo de los que más le han elogiado fuera, sino también de dentro del club y de determinados jugadores.

Foto: Zidane sentado y pensativo en el banquillo del estadio Alfredo Di Stéfano. (Efe)

No se entienden algunas de sus decisiones. El entrenador prefirió a Lucas Vázquez como extremo derecho antes que a Rodrygo en Villarreal. En la segunda parte volvió a modificar el equipo y metió a Isco por Odegaard. El mensaje, en el once y con los cambios, no es el de un técnico ambicioso que quiere ir a por el partido. Más bien es el de un profesional apurado que le cuesta asumir riesgos y busca cómo proteger las debilidades del equipo. Zidane reivindicó su planteamiento, tras el partido, con los méritos que había hecho el equipo en una mejor primera parte. Sí es cierto que el Madrid dominó el partido en este periodo y tuvo la posesión con el triángulo formado por Kroos, Modric y Odegaard. Pero careció de profundidad. Le faltó filo y, sobre todo, más ambición para hacer el segundo gol y no dejar abierto el partido en la segunda parte.

Hazard no arranca

Tampoco sirve el argumento de las bajas por lesiones y los positivos por coronavirus que impidieron contar con gran parte del eje del equipo: Sergio Ramos, Casemiro, Fede Valverde y Benzema. El Real Madrid, con la ausencia de Benzema, necesitaba todavía más colmillo en Villarreal y Zidane pensó que con Hazard y Mariano podía ser suficiente para tener contundencia en ataque. Hazard, siempre que esté disponible para el entrenador, jugará por delante de Vinicius. Todos lo tienen claro. El belga empezó en el once para coger ritmo competitivo y llegar más engrasado al partido contra el Inter de Milán. Su aportación fue muy pobre. No disparó a portería, tampoco encaró, le faltó velocidad, cambios de ritmo y dio síntomas de fatiga. Zidane le retiró y buscó la energía de Vinicius, que ofrece menos dudas cuando le toca salir como revulsivo.

La sorpresa, lo que enfada y molesta, es ver a Lucas Vázquez por delante de Rodrygo en la posición de extremo derecho. El titular en esta posición es Marco Asensio, pero Zidane prefirió dar un descanso al balear, que venía de jugar con la Selección y empezó en el banquillo. Ya a la desesperada, Asensio, al que le está costando coger la forma, entró en el campo a falta de cinco minutos por Mariano. Rodrygo se quedó sin jugar un solo minuto. Por decisiones como estas se pone en entredicho la capacidad de Zidane para leer lo que necesita el equipo de inicio y en el transcurso de los partidos en los que urge la reacción. Al técnico francés se le debió olvidar el efecto y el impulso que provocó la salida de Rodrygo y Vinicius, los dos a la vez, en el partido contra el Inter de Milán y cómo los brasileños dieron profundidad por las bandas y desequilibraron otro partido que estaba en peligro con su velocidad y explosividad.

placeholder Lucas Vázquez se lamenta. (Efe)
Lucas Vázquez se lamenta. (Efe)

Si ya es difícil de entender que no jugara Rodrygo por delante de Lucas Vázquez o saliera en la segunda parte, más extraño es ver el cambio que hizo de Isco por Odegaard. Retiró al noruego del campo con el resultado a favor y rompió lo que le quedaba de consistencia a la estructura del equipo. Isco sigue gris y en el limbo. En tierra de nadie y su entrada no resolvió los problemas en ataque, no activó el juego y tampoco fue el revulsivo que se esperaba. El manejo de los cambios y la lectura de lo que necesitaba el partido desde el principio hasta el final resultó deficiente y Zidane, al que no le importa echarse las culpas, en esta ocasión se resistió a asumir sus errores.

El entrenador que hizo de la empatía una especie de terapia para ganarse el compromiso y la complicidad de sus jugadores desde que cogió el equipo tras la destitución de Rafa Benítez vive un inicio de temporada de continuas tensiones. El Real Madrid no tiene identidad. Después de no ganar ninguno de los dos últimos partidos de Liga toca enfrentarse al Inter de Milán en un encuentro vital en la Champions y al que llega en el mismo escenario que hace un mes en el Clásico del Camp Nou. Pero en esta ocasión lo hace con bajas importantes y, a pesar de que el Inter no está en su mejor momento, sí es un equipo necesitado de puntos y con más amenaza ofensiva con el delantero belga Romelu Lukaku (no jugó en el estadio Alfredo Di Stéfano).

No quiere hacer sangre

En las dos etapas que lleva en el banquillo, Zidane ha sabido gestionar los malos momentos con más mano izquierda, un discurso tranquilo y sin abandonar la cercanía con los jugadores. Pero este Zidane lleva una temporada con demasiadas dificultades y quejas de las que no se libran ni sus propios jugadores cuando les ha advertido de las desconexiones y la relajación. En el empate de Villarreal no quiso hacer sangre porque está cerca el partido contra el Inter de Milán, pero de la derrota en Mestalla contra Valencia salió abatido por la falta de actitud.

A Zinédine Zidane le cambia el carácter con facilidad cuando el equipo baja la intensidad y pierde el pulso de los partidos. Está más tenso. No lo puede disimular. Lo exteriorizó en la rueda de prensa tras el empate contra el Villarreal en La Cerámica quitándose de encima la pregunta incómoda sobre si se siente con fuerzas y ganas para seguir en el banquillo. “Vosotros seguid hablando que yo seguiré con mi trabajo”, respondió con tono molesto. En el vestuario ya no se ve al mismo Zidane que llegó con esa sonrisa, amabilidad y cargado de empatía. Los jugadores también le ven nervioso, inquieto y tirante porque no hay regularidad y son los buenos resultados, al margen de si se juega mejor o peor o está acertado en las rotaciones, los que servían para ganarse el crédito.

El último mes de Zidane está siendo duro y los que celebraban y le felicitaban tras ganar al Barça en el Camp Nou ahora le vuelven a criticar. Como sucedió tras las derrotas contra el Cádiz y el Shakhtar. El equipo es blando, jueguen los titulares o los de la segunda unidad, y va dando vaivenes después del Clásico. Contra el Borussia Mönchengladbach sufrió para sacar un empate en los minutos del descuento, contra el Huesca el partido estuvo equilibrado hasta el final de la primera parte, ante el Inter de Milán mostró su fragilidad defensiva y en Mestalla y La Cerámica la respuesta y la propuesta es la de un entrenador y un equipo que pierden la ambición. Zidane encara otro duelo clave y en esta ocasión contra un Inter de Milán que hace gala de su agresividad.

Florentino Pérez estuvo presente en el estadio de La Cerámica y se fue del partido con la misma sensación que la gran mayoría de aficionados. El Real Madrid de Zidane es un sufrimiento y no entusiasma. Ha pasado un mes de la victoria en el Camp Nou (24 de octubre) y de aquella alegría ya casi nadie se acuerda y va perdiendo valor visto el nivel que tiene el Barcelona de Koeman. Era un triunfo para haber marcado un punto de inflexión, encontrar la inercia ganadora y, además, resultó muy necesaria para despejar las dudas porque el equipo venía de perder dos partidos seguidos (Cádiz y Shakhtar). Lo que era una demostración de poderío y situó al Madrid como el principal favorito para ganar esta Liga se ha convertido en el último mes en un carrusel de decepciones.

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