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Los desconocidos años del Torete como líbero en Melilla: "Le sobraba calidad"
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Los desconocidos años del Torete como líbero en Melilla: "Le sobraba calidad"

Conocido por la aclamada trilogía de 'Perros callejeros', el Torete tuvo en el fútbol una pasión y la vivió especialmente en Melilla, adonde tuvo que trasladarse para hacer la mili

Foto: Plantilla del Bar Artillero. Ángel, arriba a la derecha (Cedida)
Plantilla del Bar Artillero. Ángel, arriba a la derecha (Cedida)

Como se sabe, Melilla es una pequeña ciudad española situada en la costa norteafricana, que se dio a conocer en el siglo XX por el levantamiento nacional en la Guerra Civil. Tras el conflicto bélico, la proliferación de acuartelamientos en la ciudad la convirtió en un importante enclave castrense, donde soldados de distintos puntos del país eran enviados a realizar el servicio militar obligatorio cumplida la mayoría de edad: la llamada mili.

Por otra parte, Ángel Fernández Franco creció en barrios marginales de Barcelona durante la década de los setenta y saltó a la fama como el Torete después de protagonizar 'Perros callejeros', película de 1977 de José Antonio de la Loma. En ella, el cineasta versionó en la gran pantalla la vida navajera que había conocido Juan Moreno Cuenca, alias 'el Vaquilla', compañero de delitos del propio Torete y en esas fechas menor de edad bajo condena —motivo que le impidió hacer de sí mismo—. Como explicase el escritor Montero Glez, con ellos nació un tipo de cine que mantiene una relación orgánica con la calle, más tarde conocido como de género quinqui.

El Torete en Melilla

Además de delinquir y actuar, el Torete jugaba al fútbol, como casi cualquier adolescente criado en las calles durante aquellos años. Independientemente de la delincuencia y la actuación, como todo español que no tuviera alguna justificación específica, tras cumplir la mayoría de edad estaría obligado a hacer la mili. Así que después de estrenarse la segunda parte de 'Perros callejeros' y 'Los últimos golpes del Torete', para agosto de 1980 al famoso Torete le sería asignado el Regimiento de Artillería de Campaña número 32, servicio a cumplir en Melilla. Para los habitantes de aquella remota ciudad con aspiraciones cosmopolitas, la llegada del actor fue un verdadero acontecimiento.

Durante su estancia en Melilla, el Torete jugó en las filas del Bar Artillero. Se trataba de un equipo perteneciente al local del mismo nombre situado en el barrio conocido como los Pabellones, grupo de calles y bloques destinados a militares que todavía hoy ocupa los escasos 600 metros que separan el acuartelamiento del estadio Álvarez Claro, donde disputa sus partidos la UD Melilla.

Foto: Un fotograma de la película 'Criando ratas', un film de 2016 que recupera la tradición del cine quinqui español.

Antes de fichar por el Bar Artillero, a inicios de la temporada 80/81, el Torete pasó una semana de prueba en la propia UD Melilla, actualmente club decano de la Segunda División B que entonces integraba el noveno grupo de Tercera. Y es aquí donde se encuentran la vida del Torete, el fútbol y el melillense que escribe estas letras.

Todavía quedan personas que compartieron vestuario con El Torete. Una de ellas es el exlateral de la UD José Juan Infante, quien fuese parte de las plantillas del club las seis primeras temporadas de los años ochenta. La otra es el militar Juan Miguel, quien compartió numerosas alineaciones con el Torete en el Bar Artillero. Con sus declaraciones y un breve testimonio de un segundo suboficial que tuvo a sus órdenes al recluta Ángel Fernández Franco —de cuyos datos personales no se hará referencia—, podrá conocerse cómo era el Torete persona y futbolista que residió en Melilla una década antes de su muerte en 1991.

placeholder Alineación de la UD Melilla en la etapa que probó el Torete. De pie junto al portero, José Juan Infante.
Alineación de la UD Melilla en la etapa que probó el Torete. De pie junto al portero, José Juan Infante.

"Me llamo Ángel"

"Aquella temporada nos entrenaba Pedro Botello. Por entonces, era normal que encargados del club fuesen a los cuarteles a conseguir posibles futbolistas que se encontrasen entre las tropas de reemplazo llegadas de la Península. En ocasiones, también los propios soldados se presentaban en los entrenamientos para ofrecerse. Algunos eran buenos y el club los fichaba, por ejemplo, Gregory, un centrocampista que jugó en el Alavés; Cerveró, perteneciente al Valencia; Botella, canterano del Barça, o un tal Álex, que decían los periódicos que era la perla españolista en el norte de África.

Otros solo iban para ver si, por suerte, conseguían ficha y así podían librarse de determinados servicios militares, como aquel jugador que al empezar el entrenamiento en el campo de Santa Bárbara se puso el peto por los pies. Cierto día, un directivo llegó a los vestuarios y nos dijo que iba a venir un personaje importante, el famoso Torete, a pasar varios días de prueba con el equipo. Todos nosotros estábamos expectantes, incluso con algo de recelo por ver con qué nos sorprendía. La primera vez que vino a entrenar ya hubo algo que me impresionó. Estábamos cambiándonos en el vestuario y, al quitarse la camiseta, vi que tenía toda la espalda llena de cicatrices. Eran tantas que la imagen se me quedó grabada. Después, lo cierto es que el Torete era muy buen futbolista. En el entrenamiento, jugamos el típico partido de titulares contra suplentes. A él lo pusieron delante de la defensa y demostró un gran dominio del balón. A mí me gustó mucho, sin duda le sobraba calidad para jugar en Tercera División".

"Hay una anécdota curiosa. El Torete ya tenía mala fama, por aquello de ser delincuente juvenil. Durante el partido de entrenamiento le decíamos 'pasa, Torete', y él nos contestaba: 'Torete no, me llamo Ángel'. Pensábamos, 'cualquiera lo contradice'. Pero en realidad en el campo era educado, tanto con nosotros como atendiendo las indicaciones del entrenador. Y en el vestuario igualmente se portó bien, muy correcto, y nunca tuvimos ningún problema, rifirrafe o pelea con él. Estuvo una semana con el equipo, y no sé por qué finalmente no se quedó. Nunca lo supimos, pero hubo rumores de que algo sucedió en el cuartel, problemas de disciplina. Y aquel Melilla tuvo de presidentes a dos militares, uno llamado Suárez y otro Antequera…".

Le decíamos 'pasa, Torete' y él nos recordaba que se llama Ángel

Las declaraciones de Infante evidencian que el Torete no quería jugar al fútbol solo por escamotear sus labores en el cuartel, sino que su pasión por el balón era sincera. Y es que, pese a llevar un estilo de vida contrario a la ley, se trataba de un tipo de códigos, como muestra el incidente laboral que esta redacción ha podido conocer a través del relato de quien fuese uno de sus sargentos en Melilla.

En el transcurso de algún servicio, desapareció el reloj de un oficial del batallón al que pertenecía el Torete. Debido a su pasado, inmediatamente los mandos lo culparon del hurto. Pese a que él aseguró no ser el responsable —algo que otros soldados confirmarían— y dijo saber quién cometió el delito, decidió cumplir un arresto que no le correspondía antes de delatarlo. El Torete decía que, pasara lo que pasase, jamás sería un chivato.

placeholder Alineación del Bar Artillero donde aparecen Juan Miguel y el Torete —de pie a la derecha—.
Alineación del Bar Artillero donde aparecen Juan Miguel y el Torete —de pie a la derecha—.

Torete en el calabozo

"La fotografía la conseguí en un bar que se llamaba Amador, donde estaban los de la peña Las Ropas —cuenta Juan—. La vi entre botellas y le dije al dueño: '¡Coño, que ese soy yo y ese otro es el Torete!'. Entonces me la regaló. Nuestro equipo se llamaba Bar Artillero, el nombre del local que nos patrocinaba en los torneos de verano. Jugábamos a fútbol 10 y nos entrenaba un tal Sevilla. El bar estaba situado frente al cuartel, era donde los militares íbamos al salir. El equipo, entre otros, lo formábamos cuatro de artillería: el sargento Julio Seoane y yo, el portero y el Torete, que pertenecía al segundo grupo de la plana".

"El Torete era un tío que ya había jugado al fútbol, se notaba que sabía darle al balón. Jugaba de líbero. Era parecido a Fernando Hierro, muy grande y con buen toque. Esos jugadores ya primaban en la época, y los bajitos éramos los delanteros. Incluso fue un par de tardes y de mañanas a probar con la UD Melilla, que era un nivel superior al nuestro. Pero en los barrios de Melilla también había mucho nivel; nosotros no llegamos a ganar el torneo".

"El Torete ya era conocido por las películas, y a la salida de los entrenamientos, el cuartel o los partidos, le esperaban las niñas del barrio para pedirle un beso y que les firmase autógrafos. Además de famoso, es que el tío era quedón, guaperillo, ligaba mucho, se las llevaba de calle".

placeholder Cartel de 'Perros callejeros'.
Cartel de 'Perros callejeros'.

"Pero en realidad no tenía apenas contacto con la gente de Melilla, y en el cuartel hizo pocos amigos. Se decía que con él habían llegado a la ciudad dos prostitutas de la Península y tenía su gente que sabía moverse en la ciudad. A la salida del cuartel, siempre lo esperaba un coche para irse de allí. Incluso se rumoreaba que, frente a la puerta, al volante de un R6 se había visto más de una vez al mismo Vaquilla, que en aquellos tiempos estaba evadido de la Justicia y venía también a dar apoyo al Torete. Es que, más allá de las películas, a este le quedaba una condena pendiente que tuvo que cumplir cuando se licenció".

"Ya en la unidad, el Torete estuvo en el calabozo. Una noche tenía un compromiso con una gachí y le dijo al oficial de cuartel que llegaría de madrugada en lugar de a las 11, hora en que tocaban silencio. Le contestaron que no podía hacer eso, pero igual llegó a las dos, por lo que lo metieron en el calabozo. Y los mismos de allí le temían como una vara verde, ya que sabían que venía de la Modelo y todo aquello. El Torete decía 'ya estáis saliendo todos fuera a formar', y le obedecían. Era quien de verdad mandaba en el calabozo. Todos le teníamos respeto, incluso nosotros los mandos. Pero era muy educado, sabía cómo tratar a cada cual".

"Las películas lo recuperaron un poco, pero ya había tenido su tiempo de ladrón y delincuente. Lo que sucedía es que en esa época la droga estaba muy metida en España, y al final murió años después en Murcia, contagiado del sida. Pero te aseguro que a él le gustaba el deporte, le gustaba jugar al fútbol, que no estaba en el equipo para escaquearse de otros trabajos".

Como se sabe, Melilla es una pequeña ciudad española situada en la costa norteafricana, que se dio a conocer en el siglo XX por el levantamiento nacional en la Guerra Civil. Tras el conflicto bélico, la proliferación de acuartelamientos en la ciudad la convirtió en un importante enclave castrense, donde soldados de distintos puntos del país eran enviados a realizar el servicio militar obligatorio cumplida la mayoría de edad: la llamada mili.

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