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Madrid da una lección de civismo plantando por primera vez a Cibeles en noche de título
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NO HUBO CELEBRACIÓN EN LA ESTATUA

Madrid da una lección de civismo plantando por primera vez a Cibeles en noche de título

A diferencia de lo visto hace una semana en Cádiz, los aficionados del Real Madrid optaron por no celebrar públicamente el título del equipo

Foto: Una aficionada observa la Cibeles vacía. (EFE)
Una aficionada observa la Cibeles vacía. (EFE)

En la celebración callejera de un título influyen, sobre todo, dos factores: las ganas que la afición tenía de conseguirlo y lo que haya costado la última victoria. Si la afición lleva mucho sin ganar un título y además lo hace con un penalti en el último minuto, es cuando suena el móvil de los antidisturbios que estaban librando. Si, por contra, es una copa recurrente en sus vitrinas y se gana sin jugar, pongamos con la derrota de un tercero, la movida en las calles pierde fuelle.

Anoche concurría un factor más poderoso: el coronavirus. En pleno rebrote, tanto el alcalde de la ciudad como el Real Madrid habían pedido a la afición que se quedase en casa, pero nadie tenía claro que fuese a cumplirse. En una celebración a la que suelen acudir más de 20.000 personas, bastaba con que 500 energúmenos desbordasen el cordón policial para dar paso al caos. Sucedió hace unos días con el ascenso del Cádiz y podía haber sucedido anoche. Había ganas y emoción: el Madrid solo había ganado dos ligas, por seis del Barcelona, durante la última década, pero es que además la de hoy la ha conseguido sacándole a Bruno un gol cantado bajo palos.

A diferencia de Cádiz, los madrileños optaron por quedarse en casa o pasar con el coche

Se podía haber liado, pero no sucedió. A medianoche, la diosa Cibeles lucía sola, como a diario, aislada en mitad de una autopista urbana. A diferencia de Canaletas, que está en un bulevar, para acceder a la Cibeles es preciso cortar el tráfico. No hay otra forma para llegar a pie. El ayuntamiento dispuso a la policía en las aceras, dejando libre la calzada, y los pocos aficionados que se dejaron caer ni se atrevieron con el incesante paso de autobuses, taxis y domingueros que aprovecharon el fresquito de la noche para abrir las ventanillas del coche y hacer sonar el claxon toda la Castellana arriba.

Cerca de la medianoche, apenas un grupo de periodistas japoneses, agolpados todos en una isleta de acera, seguían esperando el milagro. "¿Crees que luego vendrá alguien? ¿Cuando cierren los pubs?", pregunta uno a un agente municipal, que mueve la cabeza señalándose la mascarilla. Pero el milagro llegó, en forma de dos operarios de instalaciones urbanas que, ante la sorpresa de todos, treparon a la estatua para ponerle la bufanda del Real Madrid. "¿Son trabajadores del Real Madrid?", se preguntaban los japoneses, confusos ante la municipalización del trabajo de Sergio Ramos.

Dos operarios del ayuntamiento pusieron la bufanda a la estatua, como hace Sergio Ramos

Y así, entre pitidos y ruido de motores, como cualquier día, puso fin la Cibeles a la temporada más extraña. La liga de los estadios vacíos solo podía acabar con una celebración ausente, con tristeza por lo vivido y miedo por lo que aún nos queda por delante. Al civismo de los madrileños se juntó, no podemos olvidarlo, el hecho de que esta liga acaba en la segunda quincena de julio, cuando una parte de la ciudad está de vacaciones y la otra ya tiene la mochila preparada para irse de fin de semana.

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El Real Madrid vuelve a ser el orgullo de la ciudad, pero desde anoche también la ciudad es el orgullo del país. A última hora, Twitter se llenó de agradecimientos y elogios a los madrileños por haber sido responsables cuando el virus empieza a meternos miedo otra vez. Ahora celebramos que no celebramos, porque esta temporada es así.

En la celebración callejera de un título influyen, sobre todo, dos factores: las ganas que la afición tenía de conseguirlo y lo que haya costado la última victoria. Si la afición lleva mucho sin ganar un título y además lo hace con un penalti en el último minuto, es cuando suena el móvil de los antidisturbios que estaban librando. Si, por contra, es una copa recurrente en sus vitrinas y se gana sin jugar, pongamos con la derrota de un tercero, la movida en las calles pierde fuelle.

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