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El reducto soviético que quiere salir del anonimato jugando la Champions League
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Un español entrenó al equipo

El reducto soviético que quiere salir del anonimato jugando la Champions League

Transnistria es una región autoproclamada independiente de Moldavia. Está considerado el último bastión de la antigua URSS. No goza de reconocimiento internacional, pero lo busca a través del fútbol

Foto: El Sheriff ha estado apunto de llegar a la fase de grupos de la Champions en dos ocasiones. (FC Sheriff)
El Sheriff ha estado apunto de llegar a la fase de grupos de la Champions en dos ocasiones. (FC Sheriff)

En Europa, entre Moldavia y Ucrania, existe un lugar prácticamente desconocido donde ficción y realidad se dan la mano. Es Transnistria una zona remota que huele a novela, fantasía, misterio y leyenda. Entre inquietante y estimulante, no hay equilibrio ni punto medio en ella. A poco menos de 4.000 km de España, aquí el tiempo no pasa y todo alrededor es de otra época. Todo excepto una cosa: el FC Sheriff Tiraspol. Porque en este Estado imposible la realidad es un cruce de contrastes impresionante: por un lado, una zona aferrada al pasado y por el otro, un equipo de fútbol que mira con acierto hacia el futuro.

Me explico: Transnistria es un pequeño Estado al este del río Dniéster que se autoproclamó independiente de facto de su madre patria, Moldavia, en 1992, tras una cruenta guerra civil. Está considerado el último bastión soviético del mundo y en sus calles predominan vehículos militares, bustos a Lenin y memoriales a la antigua URSS. Al contrario que el resto de moldavos, más proeuropeos, sus ciudadanos, de mayoría eslava, empatizan con la reconstrucción de la causa comunista mientras hablan y escriben en alfabeto cirílico. La estampa es tal que el choque cultural es gigantesco y no admite debates.

30 años después de la caída del Telón de Acero aquí apenas ha habido transformación. Aunque el régimen oficial es una democracia, el gobierno limita la libertad de expresión y prensa, la homosexualidad es ilegal y el control en fronteras, exhaustivo. Internacionalmente el Estado no existe porque no tiene el reconocimiento de la ONU ni tampoco el de su principal valedor económico, Rusia, pero eso no le impide organizarse de manera independiente con moneda, pasaporte y Parlamento propio, entre otras cosas. “El país tiene ese tinte que acojona un poco, pero tras la primera impresión de seriedad y austeridad descubres a una ciudadanía amable, sociable y agradecida”, cuenta Juan Ferrando, que en 2013 aterrizó en este particular enclave para convirtirse en el único español que ha entrenado al Sheriff.

placeholder Transnistria, un enclave rebelde de Moldavia que fantasea con la antigua URSS. (EFE)
Transnistria, un enclave rebelde de Moldavia que fantasea con la antigua URSS. (EFE)

¿El Atlético en Transnistria?

Preparador físico de Cesc Fábregas y Van Persie en el Arsenal, nunca se planteó una aventura de semejantes características. Al contrario de lo que sucede con destinos exóticos como Emiratos Árabes o Qatar, en Transnistria a los extranjeros no se les contrata prometiéndoles lujo y calidad de vida. Tales reclamos no están a disposición porque no han sido ni siquiera concebidos. Ferrando volvió de Inglaterra y firmó con los juveniles del Málaga, pero 20 días después de acabar su contrato en la Costa del Sol, le llamaron. “Todo se gestó muy rápido. Lo hablé con mi familia y les dije que podría ser una experiencia maravillosa. El club competía en Europa y yo iba a tener mucha responsabilidad”, relata no sin reconocer que previamente desconocía el país y su particular historia, y tampoco nadie en la entidad le puso sobre aviso de la situación política que se encontraría: “Al final no saber nada creo que fue lo mejor porque viví todo en primera persona y evité especular".

El Sheriff juega en la capital del Estado, Tiraspol. El equipo es la principal enseña nacional pues ha ganado 17 de las últimas 19 ligas moldavas -sí, está federado en la república vecina, pues oficialmente no existe separación- y compite de forma intermitente en la Europa League. Con uno de los presupuestos más modestos del viejo continente (no llega a los 10 millones de euros) ha plantado cara en fase de grupos a rivales como el Fenerbahçe de Roberto Carlos y Dani Guïza (09/10) o el Tottenham de Villas-Boas (13/14), un milagro. En 2018, su última participación en fase de grupos, solo el 'golaveraje' le privó de enfrentarse en dieciseisavos por primera vez en su historia a un equipo español, el Atlético. ¿Se imaginan a Simeone y compañía visitando Transnistria? “Hubiera sido increíble”, afirma Ferrando, que ahora entrena en India, pero que recuerda con claridad el buen ambiente que se respiraba en la ciudad los días de enfrentamientos europeos.

placeholder Ferrando (i), dirigiendo al Sheriff en un encuentro contra el Tottenham de Villas-Boas (d) en la UEL. (FC Sheriff)
Ferrando (i), dirigiendo al Sheriff en un encuentro contra el Tottenham de Villas-Boas (d) en la UEL. (FC Sheriff)

El equipo debe su nombre a la empresa más importante de la región, Sheriff, un conglomerado de sociedades que monopoliza la práctica totalidad de negocios del territorio y que, como tal, influye directamente en su política. Gracias a esta firma, fundada por antiguos miembros del KGB y cuyo principal mercado es el petróleo, el club no solo ha dominado con una superioridad insultante el fútbol moldavo, sino que también ha elevado sus aspiraciones más allá de los torneos domésticos. Ahora, desafiando la falta de oportunidades de la zona, se marca como objetivo mejorar futbolísticamente fuera de sus fronteras. Para ello ha confeccionado una estrategia de crecimiento dividida en tres frentes de batalla: instalaciones, base y primer equipo.

Una ciudad deportiva espectacular

La casa ya la tiene. En 2002 finalizó la construcción de uno de los mayores complejos deportivos de Europa Oriental: 40 hectáreas con ocho campos de entrenamiento, una residencia para el primer equipo, otra para la cantera, un hotel de cinco estrellas, un estadio cubierto, otro al aire libre con pista de atletismo y la joya de la corona, el Sheriff Stadium con capacidad para 13.000 espectadores. El toque moderno, el color en un país gris. “Ves a la gente pobre, todo feo y, sin embargo, al equipo no le falta de nada”, decía en una entrevista para la revista 'Jot Down' Gavril Balint, campeón de Europa con el Steaua de Bucarest y mítico jugador del Real Burgos en los noventa, que pasó por el Sheriff al final de su carrera. “La ciudad deportiva asombra y es un motor de progreso importante porque da trabajo a mucha gente, que se esfuerza al máximo para que esté en perfectas condiciones”, señala Ferrando.

Aquí, amén de concentrarse los equipos del club, también lo hace la selección moldava para algunos partidos internacionales (no sin polémica) y conjuntos rusos, rumanos y ucranianos para sus pretemporadas. Las comodidades no tienen nada que envidiar, salvando las distancias, a las que se podrían encontrar en Valdebebas y, lejos de ser un gasto, proporcionan una fuente de financiación extra para una institución que sobrevive principalmente gracias a las cantidades que la UEFA reparte por participar en sus competiciones (3,6 millones en 2018, sin contar el denominado ‘market pool’).

placeholder El Sheriff Stadium, la joya de la corona de la extensa ciudad deportiva del club. (FC Sheriff)
El Sheriff Stadium, la joya de la corona de la extensa ciudad deportiva del club. (FC Sheriff)

Tomando como ejemplo a entidades como Villarreal, Ajax o Benfica, el Sheriff también quiere presumir a corto plazo de cantera. En la actualidad, unos 400 chavales de entre 9 y 17 años, oriundos, aunque hay de todo, sueñan con convertirse en profesionales. La formación está cuidada al milímetro: en la academia se copian las nociones de juego que se desarrollan en el primer equipo, dirigido por el croata Zoran Zekic, y los entrenadores se enfrentan a pruebas de selección donde deben demostrar su conocimiento del fútbol moderno.

Se requiere perfeccionamiento e innovación constante en la metodología de trabajo. Si algo no convence, se desestima rápidamente. De hecho, pocos son los preparadores y miembros del cuerpo técnico que duran más de una temporada. A Ferrando, por ejemplo, le presentaron el finiquito tras conquistar liga y supercopa con grandes números. Una muestra de la excelencia a la que se aspira en todos los niveles deportivos y un concepto único en la Divizia Nationala, integrada por 10 clubes y catalogada por la UEFA como la liga número 41 de Europa, por detrás de la de Bosnia o Macedonia, por ejemplo.

Y es que el proyecto de ‘las avispas’, con este apodo se les conoce por sus franjas amarillas y negras, rivaliza los fines de semana con el de sus competidores: clubes desorganizados y en algunos casos con estadios deplorables. Así, uno de los pocos alicientes de la competición – sin televisión, salvo excepciones, y con una asistencia media ligeramente superior a las 800 personas- son los duelos que enfrentan al conjunto transnistrio contra el de la capital moldava, el Zimbru, que trascienden lo meramente deportivo y se convierten en un cruce de reproches políticos. Si estableciéramos una comparación, sería como si el Barça y el Madrid se vieran las caras en una Catalunya independiente. “Es muy difícil separar los colores deportivos y políticos. Los equipos representan a una sociedad y este fenómeno se traslada al campo”, advierte Ferrando. Cruzar la frontera entre un estado y otro significa exponerse a insultos, coacciones y amenazas que, en muchos casos, manan incluso de los propios cuerpos de seguridad.

placeholder El Sheriff celebra una victoria contra el Zimbru de Chisinau, la capital moldava. (FC Sheriff)
El Sheriff celebra una victoria contra el Zimbru de Chisinau, la capital moldava. (FC Sheriff)

El 73% de la plantilla son extranjeros

Los dirigentes del club, conscientes de que la competición local se les queda muy pequeña, han apostado estos últimos años por la contratación de jugadores extranjeros para intentar dar un salto de calidad definitivo. Un dato curioso: en la liga la participación de internacionales apenas es del 22,3%, una de las más bajas de Europa, pero en el Sheriff estos representan a más del 73% de la plantilla. “Cuando llegué había nacionalidades de todo tipo y tuve que inventarme una jerga para que me entendieran. Tuve la suerte de que todas las personas que trabajaron conmigo pusieron el 100% de su parte para que el proyecto saliera adelante”, recuerda el técnico catalán.

Uno de los que llegó para aportar su granito de arena y ponérselo más fácil fue Juan Alberto 'Melli', exjugador del Betis: “Supo trasladar mis ideas dentro del campo a los compañeros. Su carácter ayudó a distender momentos más o menos difíciles”. La entidad no tira de chequera y casi todas las incorporaciones llegan con la carta de libertad bajo el brazo. Hasta ahora, el fichaje más caro fue el del delantero serbio Marko Markovski, que en 2013 costó un millón de euros y en la actualidad lucha por hacerse un hueco en Grecia. Los futbolistas foráneos aportan el rigor, la disciplina técnico-táctica y la madurez cosechadas en países de más calado futbolístico, importantes carencias de los moldavos, aunque se espera que con la puesta en valor de la academia las diferencias entre unos y otros se vayan estrechando.

Toda esta inversión material y humana, que puede parecer poca desde nuestro prisma, pero que es amplia teniendo en cuenta las limitaciones del territorio, parte de un deseo a medio plazo: la Champions. Nadie reniega de la Europa League, que también seduce, pero en los despachos se fantasea con el torneo de clubes por excelencia. No en vano, en el pasado lo han acariciado con menos recursos de los ahora disponibles. En la temporada 09/10 solo el Olympiacos fue capaz de echar por tierra las esperanzas del equipo en la última eliminatoria, mientras que al año siguiente el verdugo fue el Basilea. Una hipotética clasificación convertiría al Sheriff en el primer equipo de la historia de la competición de las estrellas en representar a una región rebelde. De esta manera, la república separatista saldría de su anonimato mundial y el fútbol, de nuevo, obraría un milagro sin precedentes.

placeholder Al FC Sheriff le gustaría competir en un futuro sin bandera moldava. (FC Sheriff)
Al FC Sheriff le gustaría competir en un futuro sin bandera moldava. (FC Sheriff)

Malestar en Moldavia

“Hay malestar en amplios sectores de Moldavia de que esto pueda producirse”, indica Ferrando. Lógico. Moldavia es el país más pobre de Europa con una renta per cápita de 2.702€ y un salario medio de 225€ al mes, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Que gracias a la promoción en el mercado futbolístico Transnistria, junto con sus aliados (Rusia, principalmente), busque un mayor reconocimiento internacional podría dinamitar aún más la economía moldava, que actualmente saca tajada de las exportaciones transnistrias en sectores como el textil, el cemento y el acero. Además, Moldavia debe a la Rusia de Vladimir Putin cerca de 4.000 millones de euros en concepto de subvenciones por suministro de gas, casi la mitad de su PIB (9.576€), una deuda histórica que cada año aumenta y que podría reclamar el Kremlin en caso de producirse una escalada de tensión con Tiraspol.

El club no es ajeno a estas cuestiones, pues se encuentra tremendamente politizado, y la idea de competir por Europa sin bandera moldava gusta, si bien saben que es complicado. De momento, continúa madurando las bases de su futuro más inmediato en un país fantasma, donde quien puede emigra y las condiciones son cualquier cosa menos favorables. Tiene mérito. Soñar está permitido y ya saben que en el fútbol puede pasar cualquier cosa, o eso dicen.

En Europa, entre Moldavia y Ucrania, existe un lugar prácticamente desconocido donde ficción y realidad se dan la mano. Es Transnistria una zona remota que huele a novela, fantasía, misterio y leyenda. Entre inquietante y estimulante, no hay equilibrio ni punto medio en ella. A poco menos de 4.000 km de España, aquí el tiempo no pasa y todo alrededor es de otra época. Todo excepto una cosa: el FC Sheriff Tiraspol. Porque en este Estado imposible la realidad es un cruce de contrastes impresionante: por un lado, una zona aferrada al pasado y por el otro, un equipo de fútbol que mira con acierto hacia el futuro.

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