El invento de Jaume Roures para darle brillo a la Liga... y no es más que maquillaje
La idea de Roures es reproducir sonido ambiente grabado en las retransmisiones. Si algo se nos presentaba como interesante en el regreso del fútbol, era escuchar las voces de los futbolistas
Bastante estropeado está el fútbol por los efectos del coronavirus para querer mezclar la realidad con la ficción. La idea de reproducir sonido ambiente grabado de los estadios en las retransmisiones de los partidos de fútbol conseguirá despojarlo de la pureza. Si algo se nos presentaba como interesante era precisamente esto: escuchar las voces de los futbolistas. La ausencia de los estados de ánimo de la grada se podría compensar con el hecho de tener los sonidos del fragor de la competitividad. Regresaríamos, en cierto modo, al fútbol de barrio. El de la calle y sus afrentas. Donde se puede escuchar lo que se gritan los unos a los otros. La propuesta de Jaume Roures y Mediapro busca un espectáculo recalentado. Es algo así como comer en táper el delicioso plato de paella del domingo. No va a saber mejor por pasarlo por el microondas. Como tampoco se va a conseguir clonar la atmósfera del partido que hemos perdido.
Hay que darle normalidad a este fútbol con sus imperfecciones. No es mejor por envolverlo o hacer un corta y pega. El fútbol que llega como consecuencia del coronavirus no necesita de más cambios o revoluciones que lo desnaturalicen. Las cabezas pensantes que se estén quietas y dejen fluir el menú que nos toca de mediados de junio a finales de julio. Las sanitarias (Salvador Illa) y las deportivas (Javier Tebas) han hecho suficiente con un estricto protocolo que garantiza que se pueda reactivar el sector del 1,4 % del PIB. Las que se encargan de organizar el producto televisivo (Roures) tienen la necesidad de darle creatividad al show mediático.
Bastante daño provoca la dichosa pandemia para hacer retoques y aparentar que somos estupendos. Con cumplir con el protocolo estricto y conseguir que se reanuden las competiciones y, no digamos ya, que puedan finalizar, nos damos por satisfechos. Se habrá hecho justicia en el campo. Se recuperarán los millones de euros pendientes del cobro de las televisiones. El fútbol está de vuelta, pero no de fiesta. Lo que queda por jugar de la Liga es otra cosa que hay que asumir por el destrozo que ocasiona el covid-19. El espectador, pese a que las imágenes sean frías y descafeinadas, quiere ver cómo compiten los curritos del fútbol en su hábitat sin los ánimos y las hostilidades del público. Sin sonidos embutidos.
Un sonido enlatado
Si no hay público en las gradas no tiene por qué cortarse el plano hasta límites de falsas apariencias. Es un espectáculo sin aficionados y punto. Lo que se pretende es reinventar las retransmisiones con planos más cortos que se centren en el juego y obvien el vacío de las gradas. Se le quita la panorámica al deporte de masas. Discutible. Lo que deja ya de ser una buena idea es revestirlo de un sonido ambiente que no es el real con el fin de maquillar el daño que provoca la ausencia del bullicio. ¿Se puede considerar como una estafa? El aliciente está en escuchar lo que sale de las bocas de los jugadores y los entrenadores, con enfados y festejos, con frustraciones y piques, y hasta cómo imparten justicia los árbitros. Esto es mejor que darle al botón del ‘play’ y poner un sonido ambiente que estaba guardado en un archivo.
En Alemania han pretendido incorporar a aficionados de cartón en las butacas para dotar de identidad a los campos desiertos. Las imágenes nos producen tristeza porque ni hay colorido ni los muñecos, por supuesto, hablan y gesticulan. Pero es la perspectiva del fútbol. Nos produce hasta nostalgia. En España queremos ser más originales. Darle a las retransmisiones un sonido enlatado que no le corresponde es un mal invento, cuando lo que realmente se está provocando es insonorizar el ambiente del césped. Una idea elaborada por alguien que debe haber visto el regreso de las once jornadas de Liga como una serie de Netflix. A la acción del juego quiere suministrarle efectos sonoros, especiales, que proporcionan las nuevas tecnologías.
El fútbol es lo que es. Ha quedado dañado y no se le tiene que tunear con otros elementos irreales que nos hagan pensar que estamos siguiendo, por ejemplo, la serie de ‘La casa de papel’. “El fútbol sin público es más triste que bailar con tu hermana”, es la reflexión que hizo Luis Enrique para referirse a la frialdad de estos partidos que producen una sensación de entrenamiento. A menos pasión no es necesario hacer uso del maquillaje. El remedio es dejarlo como está, con sus defectos, y disfrutarlo en su nuevo escenario, que es único y esperemos que irrepetible.
Bastante estropeado está el fútbol por los efectos del coronavirus para querer mezclar la realidad con la ficción. La idea de reproducir sonido ambiente grabado de los estadios en las retransmisiones de los partidos de fútbol conseguirá despojarlo de la pureza. Si algo se nos presentaba como interesante era precisamente esto: escuchar las voces de los futbolistas. La ausencia de los estados de ánimo de la grada se podría compensar con el hecho de tener los sonidos del fragor de la competitividad. Regresaríamos, en cierto modo, al fútbol de barrio. El de la calle y sus afrentas. Donde se puede escuchar lo que se gritan los unos a los otros. La propuesta de Jaume Roures y Mediapro busca un espectáculo recalentado. Es algo así como comer en táper el delicioso plato de paella del domingo. No va a saber mejor por pasarlo por el microondas. Como tampoco se va a conseguir clonar la atmósfera del partido que hemos perdido.