Zidane, el mejor técnico del mundo... que es cuanto peor, mejor para el Real Madrid
Las decisiones de Zinedine Zidane se magnifican o se liberan en el Real Madrid, pero cada vez que se ha asomado al precipicio se ha sentido capaz de sobresalir del enjambre
Es un técnico laureado, quizá junto a Pep Guardiola el que más trofeos ha recabado en los últimos tiempos. Para el jefe y el amigo, es claramente el "mejor técnico del mundo", tal y como Florentino Pérez lo describió en su segunda presentación como entrenador del Real Madrid. Para los críticos vive sujeto a la buena suerte, en la llamada flor de Zidane que lo arrastra a favor en los peores momentos. Para los solidarios a su estilo, es un hombre que no encadena lo fortuito con lo circunstancial. Para los más extremos, es el líder silencioso de una manada que cuanto peor se le ponen los resultados más seguro se encuentra. La realidad es que su carrera como entrenador no puede ser mejor con una decena de títulos que lo ensalzan hasta promover un reinado indiscutible en la entidad. Pero, extrañamente no vive como una figura intocable entre el madridismo. Después de tanto, la opinión pública blanca no lo observa como alguien imprescindible dentro la escudería.
Algo tiene Zidane que el banquillo del Real Madrid no le oprime como a otros que lo han ocupado antes y después de su visita. Si en el Castilla transitó entre los problemas administrativos y los inquietos marcadores que atenazaban el presente, la estancia en el primer equipo se convirtió en confortable tras levantar la primera de las tres Champions League que figuran en su currículum. Ese origen en la victoria provocó que la figura del ‘Zizou’ jugador se transfiriera al nuevo entrenador, al personaje que se elevó hasta la cima como futbolista y que se acreditó como técnico con el mismo escudo. Pero no todo han sido bonitas historias vestido blanco. El buen hacer de Zidane ha pasado por malos momentos que lo han radiografiado en minoría, como su retorno inmediato a los banquillos o las lagunas de resultados que lo han amedrentado pero que ha conseguido superar.
Hablan del ‘gato’ Zidane como un hombre con siete vidas como entrenador, apoyado en la leyenda que relata que estos felinos, como animales sagrados en la civilización egipcia, mantienen ese espíritu inmortal. El técnico del Real Madrid no ha sufrido aún la guillotina de la destitución, algo difícilmente imaginable cuando uno acumula más de un lustro como máximo responsable de la plantilla, y más de una entidad de la exigencia permanente que acumula el club de Concha Espina. Zidane se encuentra permanentemente en el ojo del huracán, transmite confianza pero su trabajo no para de ser cuestionado. Sus decisiones se magnifican o se liberan, pero cada vez que se ha asomado al precipicio se ha sentido capaz de sobresalir del enjambre. ¿La razón? No hace falta explicarla porque en los peores momentos se encuentra con un ritmo acompasado que jamás le falla.
Por no retroceder al pasado, en este curso se han vivido dos momentos dónde ha sido claramente cuestionado en su trabajo y en sus decisiones. Pero de las dos situaciones se ha reforzado su valía. La derrota sufrida en Mallorca provocó un movimiento en el ático del Bernábeu. Se viajaba de inmediato a Turquía para un duelo de Champions. Esperaba el Galatasaray y las filtraciones interesadas hablaban de una posible destitución de ‘Zizou’ si el Real Madrid perdía aquel partido. Pero una vez más, los futbolistas salieron al rescate y salió victorioso. Durante días se habló de Mourinho, de Raúl, cualquiera servía porque algunos medios de comunicación daban ya como amortizado al técnico francés. El tramo final del curso pasado y el titubeante arranque de temporada situaban a Zidane en una posición de riesgo. Los empates ante Valladolid y Villarreal, la victoria in extremis ante el Levante o la dura derrota en París se despejaron con la victoria en el Sánchez Pizjuán.
Algo tiene Zidane que el banquillo del Real Madrid no le oprime como a otros que lo han ocupado antes y después de su visita
De aquella derrota en Son Moix surgieron más de veinte partidos consecutivos sin volver a perder. Entre medias, otro título más a las vitrinas de Zidane y del Real Madrid, previo al segundo momento tenso de la temporada. Si febrero empezó ganándose el derbi, el equipo volvió a entrar en crisis de juego y de marcadores con una victoria en cinco partidos, incluyendo la eliminación de la Copa del Rey y la dura derrota europea frente al Manchester City. Y así, en otro episodio crítico se presentó el Barça en el Bernabéu. Y otra vez, la enésima vida de Zidane salió a flote. Una derrota en el clásico lo hubiera colocado nuevamente en el disparadero porque hubiera supuesto entregar la Liga al conjunto culé. Sin embargo, el entrenador francés se mostró valiente, fue fiel a sus ideas y con un magistral movimiento táctico -la presión adelantada- anuló a un FC Barcelona que no supo salir de la tela de araña tejida por los jugadores del Real Madrid y planteada por el galo. Otra noche salvada y más crédito para retener el cargo.
No quedó muy claro por qué Zidane decidió tomarse un paréntesis como entrenador del Real Madrid. Y tampoco los motivos de su rápido regreso. El técnico explicó que "cuando me fui era el momento necesario para mí y para el vestuario y los jugadores. Lo necesitaban. No era porque a mí me gustara marcharme. Creía que después de dos años y medio ganando casi todo había que cambiar algo. Sé como es el Real Madrid y que no siempre es fácil, pero pensé que esa era la decisión que debía tomar igual que lo creo ahora (la de volver). He querido estar aquí. Y estoy feliz". Se le acusó de no querer acometer la limpieza del vestuario y que se enojó porque no le hacían caso en los fichajes. Quizá ni una cosa ni otra o un poco de ambas. Lo cierto es que Zidane es algo más que buena suerte, cuando desde determinados foros se insinúa, sin saber si es verdad o no, que en su cuerpo técnico vive integrada una persona con dotes de adivina. Con chamán o sin él, diez títulos en casi cuatro años, con casi doscientos partidos oficiales de los que ha ganado casi dos tercios y una media de más de dos goles por partido. Los datos avalan a un hombre tranquilo que es capaz de salir sin un rasguño de una pelea diaria enfrentándose a tanta fiera.
Es un técnico laureado, quizá junto a Pep Guardiola el que más trofeos ha recabado en los últimos tiempos. Para el jefe y el amigo, es claramente el "mejor técnico del mundo", tal y como Florentino Pérez lo describió en su segunda presentación como entrenador del Real Madrid. Para los críticos vive sujeto a la buena suerte, en la llamada flor de Zidane que lo arrastra a favor en los peores momentos. Para los solidarios a su estilo, es un hombre que no encadena lo fortuito con lo circunstancial. Para los más extremos, es el líder silencioso de una manada que cuanto peor se le ponen los resultados más seguro se encuentra. La realidad es que su carrera como entrenador no puede ser mejor con una decena de títulos que lo ensalzan hasta promover un reinado indiscutible en la entidad. Pero, extrañamente no vive como una figura intocable entre el madridismo. Después de tanto, la opinión pública blanca no lo observa como alguien imprescindible dentro la escudería.