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La autocomplacencia del Barcelona y la crítica de Gerard Piqué al "peor" Real Madrid
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La autocomplacencia del Barcelona y la crítica de Gerard Piqué al "peor" Real Madrid

La autocomplacencia también era esto: pensar que tu equipo está mejor de lo que está. Ni este Barcelona es el Manchester City ni Quique Setién es Pep Guardiola

Foto: Leo Messi, este domingo por la noche, en el Bernabéu. (EFE)
Leo Messi, este domingo por la noche, en el Bernabéu. (EFE)

Desde que terminó el miércoles el partido entre el Real Madrid y el Manchester City, me he ido encontrado a culés encantados de haberse conocido y deleitándose con los datos sobre las victorias del Barcelona en el Bernabéu, los goles de Messi y la congoja que provocaba. Todo eso después de que el Barcelona firmara un partido lamentable en Nápoles. La autocomplacencia también era esto: pensar que tu equipo está mejor de lo que está. Ni el Barça es el City ni Quique Setién es Pep Guardiola, y por mucho que hablara con él en el hotel de la capital después del partido de Champions, poco se notó en su alineación, en la que la gran novedad fue Jordi Alba, después de completar tan solo un entrenamiento en la víspera del clásico.

El Barça pudo ajusticiar al Madrid en la primera parte si no llega a ser por un Courtois estelar. Y tan poquita cosa parecían los de Zidane que los azulgrana se las prometían muy felices. "Ahora es cuando aparece Messi y los mata", era el mantra, pero en la segunda mitad el Madrid resucitó a base de garra, de alma, de coraje a falta de buen fútbol, y se los comió. El Barça se encogió y ya no hubo manera. No recuperaba la pelota y en algunos momentos ni la olió mientras los de Zidane se crecían. Con el gol de Vinícius, que rebotó en Piqué, el guion cambió de forma tan radical que los culés se quedaron abobados, como si no se creyeran lo que les estaba pasando, sin reacción. Y la imagen que lo ejemplifica es la de Marcelo en el 75’ celebrando que le había quitado una pelota a Messi como si fuera una proeza. Enrabietado, dándose golpes en el pecho y pidiendo reconocimiento al público.

La única señal de que el Barça tenía latido fue la subida de Ter Stegen para rematar una falta en el 90’, tres minutos antes de que Mariano les diera la puntilla. En el arranque emocional del portero comenzó y se acabó la rebelión; este equipo no da para más y se van acabando las excusas. Setién llegó prometiendo alegrías y con Cruyff tatuado en la frente para acobardarse en su debut en Champions y encomendarse a Messi en el Bernabéu. Tampoco tiene mucho de donde tirar en la plantilla, pero se empeñó en el fichaje de Braithwaite —que a punto estuvo de liarla nada más salir al Bernabéu— para acabar alineando a Arturo Vidal, dejar a un Alba diezmado y tocándose el abductor desde el minuto 10’ y sustituir a Griezmann ya con el marcador en contra.

placeholder Piqué y Vinícius, durante el Clásico. (EFE)
Piqué y Vinícius, durante el Clásico. (EFE)

La crítica de Piqué a este Madrid

"Hemos entrado en una fase de nervios y eso le ha dado mucha vida al rival, pero la dinámica del equipo es buena", afirmó el técnico tras el partido. Explicaciones que no sirven de nada cuando ha perdido la oportunidad de dejar al Madrid tocadísimo a cinco puntos en la Liga.

El listón de la exigencia ha bajado tanto en el Barcelona que hasta se da por buena la primera parte, como si un partido no durara 90 minutos, igual que se celebró el sopapo blanco ante el City como si fuera un triunfo un día después de la penosa imagen ante el Nápoles. La dinámica es buena. Tuvimos ocasiones. Nos faltó suerte. Los nervios después vaya usted a saber por qué... Y así se escribe la historia. Por si fuera poco, Gerard Piqué afirmó: "El Madrid de la primera parte es el peor que me he encontrado en el Bernabéu. Hemos perdido una oportunidad de dejarles muy tocados". Estaría bien que se centrara más en lo que le pasa al Barça en lugar de mirar al Madrid.

La Liga no está perdida ni ganada, pero la autocrítica brilla por su ausencia y, tras la derrota en el Bernabéu, se volverá a enfocar a un Bartomeu que pende de un hilo porque a estas alturas todavía no ha dado ni una explicación sobre el escándalo de las redes sociales. Cuando no entra la pelotita, todo se desmorona.

Desde que terminó el miércoles el partido entre el Real Madrid y el Manchester City, me he ido encontrado a culés encantados de haberse conocido y deleitándose con los datos sobre las victorias del Barcelona en el Bernabéu, los goles de Messi y la congoja que provocaba. Todo eso después de que el Barcelona firmara un partido lamentable en Nápoles. La autocomplacencia también era esto: pensar que tu equipo está mejor de lo que está. Ni el Barça es el City ni Quique Setién es Pep Guardiola, y por mucho que hablara con él en el hotel de la capital después del partido de Champions, poco se notó en su alineación, en la que la gran novedad fue Jordi Alba, después de completar tan solo un entrenamiento en la víspera del clásico.

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