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Mientras dure Quique Setién o cómo prepara el asalto del Barcelona al Santiago Bernabéu
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el libro de estilo del técnico cántabro

Mientras dure Quique Setién o cómo prepara el asalto del Barcelona al Santiago Bernabéu

La consigna que el vestuario del Barça se ha marcado es clara: sacar adelante el partido ante el Real Madrid para tomar aire y darle un golpe de efecto a la Liga

Foto: Quique Setién en el último partido liguero ante el Eibar. (EFE)
Quique Setién en el último partido liguero ante el Eibar. (EFE)

El vestuario del Barça no para de soltar lastre en su enfrentamiento con la Junta directiva y la dirección deportiva. Esta es la decisión del camerino. El primero que advirtió de la escasez de plantilla fue el líder de la manada. Messi se lanzó a por Abidal, quien fue su compañero, por las críticas a los jugadores. Después, una voz reiterativamente crítica, pero cada más autorizada en la caseta, lanzó gasolina a la hoguera. En la víspera de jugar en San Paolo, Piqué volvió a sazonar la relación con una dosis de compasión hacia la presidencia. Desde que aterrizó con un sponsor bajo el brazo, que arreglaba las cuentas económicas de Bartomeu, se siente aún más todopoderoso, con la arrogancia del colmado de bienes. El último en disparar al ático resultó un secundario de lujo. Busquets arremetió contra la planificación del curso. Habían empatado en Nápoles. Ahora toca preparar el asalto al Bernabéu donde, mientras dure Setién, una victoria en el estadio madridista le otorgaría un crédito que aún no se ha ganado como entrenador del Barça.

Para la historia quedará aquella frase que pronunció el emocionado nuevo entrenador cuando se enfrentó a su puesta de largo como técnico culé: "Ayer estaba paseando junto a las vacas en mi pueblo y hoy estoy entrenando al Barcelona". Pero esa alteración de su ánimo no confundía la realidad con el deseo perseguido y conseguido. Las palabras no eran una vivencia pasajera. Se trató de un mensaje perenne con una búsqueda intencionada cada vez que un micrófono o una grabadora se aproximaban a su garganta. Las loas a Cruyff y al barcelonismo, al estilo y al efecto táctico del juego y la admiración por el toque son algunos de los mandamientos del cántabro, quien llegó a asegurar lo que le admitió en su día al ídolo "que habría dado un meñique por haber jugado con Cruyff". De esta manera, con los halagos al mito, se fabricaba mostrarse como un candidato con poco fuste, pero colándose en la lista de pretendientes. Qué decir ya cuando con el Betis goleó 3-4 en el Camp Nou. Esa jornada se acercó un poco más al banquillo que ahora ocupa.

Pero para que Bartomeu se decantase por Setién se dieron varias circunstancias, todas a favor, que arrimaron al cántabro al Barça: que los jugadores se mostraran indiferentes ante la caída de Valverde, que las condiciones de Xavi fueran inasumibles para la Junta directiva, que a Koeman no le dejaron compatibilizar la selección de Países Bajos con el club catalán, que Pochettino mantenga una poderosa raíz espanyolista que daba miedo remover, que la apuesta por García Pimienta era un riesgo que no nadie se atrevió a afrontar… El efecto descarte terminó firmando a Quique Setién, quien aceptó cinco minutos después de ofrecérsele el cargo, por dos temporadas y media, siempre que sea avalado por la futura cúpula de mando culé que salga de las próximas elecciones, señaladas en principio para 2021.

Setién se ha encontrado una entidad convulsa en periodo preelectoral, con una grada contraria a la gestión actual y que no se corta en protestar si el juego es demasiado empalagoso. El técnico sufre las cuitas entre el vestuario y la dirigencia con un aroma de sálvese quien pueda que sitúa al entrenador en la condición de acróbata. Quique vive como un funámbulo que atraviesa el alambre que separa directiva y camerino. No debe renunciar a la confianza de quien le ha contratado, pero se encuentra en las manos de los jugadores, que son quienes marcan el paso del entrenador que los dirige. Por eso, a nadie extraña que se haya puesto en manos de Messi, que lo elogie hasta reconocer que no existe nadie como el argentino: "Es un jugador que lleva catorce o quince años jugando bien todos los partidos. Esa es la diferencia que veo respecto a otros que hayan estado a su nivel. No he visto a un jugador que tenga tantísima continuidad como la que tiene Leo".

En su libro de estilo, la táctica de Setién siempre ha sido la de sentirse cercano al vestuario y rodearse de los futbolistas que más peso específico acumulan en el camerino. Incluso, es de los entrenadores que mantiene trato y relación con los exfutbolistas que ha dirigido aunque el trabajo y el día a día los mantenga separados. Es consciente de que para sacar el reto, además del toque y del desarrollo del juego, debe aunar fuerzas y unirse para formar parte del clan. Pero precisamente el abuso del toque no es el estilo que más enamora a la afición culé. En su tiempo al frente del equipo, el fútbol que ofrece se significa con un exceso de pase y pase en dirección horizontal, con escasa verticalidad y nula profundidad. Sólo las acciones individuales de sus mejores jugadores simplifican el efecto de ver a un técnico que busca recuperar el estilo del Barça, pero que no termina de encontrar la vieja fórmula.

Quique Setién prometió, cuando llegó, que el Barça jugaría bien. Hoy, sin embargo, es consciente de que el ritmo de juego del equipo debe ser más frenético a la hora de encarar la portería contraria. Y así es como piensa asaltar el Bernabéu. Después de lo realizado en Nápoles, donde sólo se disparó una vez entre los tres palos (el gol de Griezmann), alcanzar una victoria en Chamartín aportaría un plus de confianza que generaría enfilar la recta final del curso con un optimismo necesario para aparcar los problemas internos y terminar cerrando filas. En este momento, Setién ha impregnado poco de su fórmula porque el efecto Messi y la seguridad de Ter Stegen son las dos únicas armas que envalentonan al Barça. Pero desde la genialidad del argentino y desde la firmeza del alemán, los jugadores culés preparan el plan de acción. La consigna que el vestuario se ha marcado es clara: sacar adelante el partido ante el Real Madrid para tomar aire y darle un golpe de efecto a la Liga. Para Setién, mientras dure la estancia en el banquillo, ganar es una muesca inolvidable para su currículum y quién sabe si también para su inmediato futuro.

El vestuario del Barça no para de soltar lastre en su enfrentamiento con la Junta directiva y la dirección deportiva. Esta es la decisión del camerino. El primero que advirtió de la escasez de plantilla fue el líder de la manada. Messi se lanzó a por Abidal, quien fue su compañero, por las críticas a los jugadores. Después, una voz reiterativamente crítica, pero cada más autorizada en la caseta, lanzó gasolina a la hoguera. En la víspera de jugar en San Paolo, Piqué volvió a sazonar la relación con una dosis de compasión hacia la presidencia. Desde que aterrizó con un sponsor bajo el brazo, que arreglaba las cuentas económicas de Bartomeu, se siente aún más todopoderoso, con la arrogancia del colmado de bienes. El último en disparar al ático resultó un secundario de lujo. Busquets arremetió contra la planificación del curso. Habían empatado en Nápoles. Ahora toca preparar el asalto al Bernabéu donde, mientras dure Setién, una victoria en el estadio madridista le otorgaría un crédito que aún no se ha ganado como entrenador del Barça.

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