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El abismo del Barcelona y por qué Quique Setién camina sin red
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El abismo del Barcelona y por qué Quique Setién camina sin red

El Barcelona perdió ante el Athletic por 1-0 y cayó eliminado en cuartos de final de la Copa. Fue el último episodio de una semana marcada por el enfrentamiento entre Messi y Abidal

Foto: Leo Messi, tras el gol del Athletic Club que eliminó al FC Barcelona en la Copa del Rey. (EFE)
Leo Messi, tras el gol del Athletic Club que eliminó al FC Barcelona en la Copa del Rey. (EFE)

Podría ser peor. En el mal de muchos, consuelo de tontos, podría ser peor para un culé si el Real Madrid hubiera pasado a semifinales de la Copa del Rey. Porque el gol en el descuento de Iñaki Williams deja poco espacio para el optimismo y ahonda en la crisis azulgrana. Una crisis que ha provocado Josep Maria Bartomeu y para la que ya no tiene ningún paraguas; ni siquiera Éric Abidal, por muy torpe que fueran —que lo fueron— las declaraciones que provocaron la ira de Messi. En circunstancias medio normales, hace un mes, la derrota en San Mamés pasaría como un accidente que puede ocurrir en un partido de Copa en casa del rival, pero ahora cada encuentro se ha convertido en un abismo gracias a la pésima gestión del presidente, su junta y sus ejecutivos.

El Barça perdió ante el Athletic (1-0) en un partido eléctrico, de alto voltaje, intenso y físico. No jugó mal, tampoco excelente. Hay brotes verdes, como la intensidad y la concentración de los jugadores, pero resaltar el interés, la motivación, no deja de ser también un síntoma de lo que hemos visto hasta ahora. Que se esfuercen y se tomen en serio una eliminatoria de Copa en San Mamés no debería ser motivo de aplauso, aunque dadas las circunstancias ya se jalea todo. Podrían haber ganado los de Setién si Messi, además de empuje y carácter, hubiera estado tocado por la varita como acostumbra, pero hasta la puntería parece haberle vuelto la cara a este Barça y las mejores ocasiones, de Griezmann y del argentino, las paró Unai Simón. Nada por lo que rasgarse las vestiduras si no fuera porque Bartomeu y compañía han convertido el club, el equipo, en un campo de minas donde cada contratiempo, falta de acierto o lesión ahora es un mundo.

El Barça de Setién está sin red porque los que deberían haberla provisto son los que la han hecho pedazos. Nada se le podrá reprochar al técnico cántabro, que bastante está haciendo poniéndole entusiasmo e ilusión a un proyecto que nació herido desde que le ficharon siendo la cuarta opción, por detrás de Xavi, Koeman y Pochettino. Encima, ha sido el único que ha dado la cara después del incendio por la torta con la mano abierta en Instagram de Messi a Abidal. Nadie salió a decir esta boca es mía, ni siquiera el portavoz, a pesar de que el momento lo requería. Setién tuvo que coger el timón para pedir que a él le hablen de fútbol y reconocer que ya se imaginaba que en un club grande pasan cosas, aunque su discurso entusiasta también tiene lagunas, y cuando se le preguntó por Carles Pérez —que no es un tema menor, después de la lesión de Dembélé—, reconoció que si lo hubiera sabido se habría quedado.

placeholder Quique Setién, durante el Athletic-FC Barcelona de Copa del Rey. (EFE)
Quique Setién, durante el Athletic-FC Barcelona de Copa del Rey. (EFE)

No le correspondía al entrenador decidir sobre la continuidad del canterano nada más tomar las riendas del equipo, por mucho que le maravillara Dembélé en los entrenamientos. Lamentablemente, por las continuas recaídas del francés, ya se podía prever que no iba a estar disponible para un ritmo de competición exigente como el que se le venía encima al Barça. Y que no había más. Porque la secretaría técnica no logró fichar a un ‘9’ con garantías y a buen precio para suplir la baja por lesión de Luis Suárez. Así que Messi, Griezmann y Ansu Fati a sus 17 años es toda la pólvora que tiene Setién. Eso delante; detrás, el panorama tampoco es alentador, con Piqué, Lenglet y Umtiti como los únicos tres centrales. La planificación, se mire por donde se mire, es un desastre.

Tras la derrota en Bilbao, Bartomeu por fin habló. En declaraciones a Barça TV, soltó que merecían haber pasado y se mostró conciliador con el vestuario: "Quiero felicitar a los jugadores por la fuerza, las ganas, la ambición que han demostrado, hoy merecía pasar el Barça a la semifinal. Hemos tenido muchas ocasiones y ellos con un solo disparo han pasado a semifinales". Piqué también se pasó por la zona mixta, pero su diagnóstico es que el ruido está fuera y no dentro después de que Messi se haya encargado de dejar claro lo contrario. "Tirarnos las cosas a la cara no ayuda, dentro del vestuario la unión es máxima. Es un golpe duro, pero estamos contentos por cómo el equipo ha reaccionado al ruido externo", dijo. "Cada uno sabe lo que ha hecho bien y lo que no. Entiendo que vosotros queréis buscar la noticia, pero tenemos la tranquilidad suficiente y queda lo más bonito". Alba, mientras, habló del VAR quejándose por un posible penalti a De Jong y vio fantasmas donde no los hay: "Ya nos tiran bastante mierda desde fuera como para que lo hagamos entre nosotros".

Lo peor es la sensación de que ni entrenador ni jugadores son capaces de arreglar el desconcierto, el despropósito, en el que se ha convertido el Barça. Nadie tiene ahora la suficiente entidad, el peso, como para esperanzar a la afición y hasta mostrar carácter en un partido en San Mamés que se quiere hacer pasar como un paso gigante en la dirección correcta cuando se ha perdido. "Todo ha ido bien hoy salvo el resultado y el no continuar. Estoy bastante satisfecho", dijo Setién. El plan previsto es que no hay plan, más allá de que entre la pelotita. Y esta vez, no ha entrado.

Podría ser peor. En el mal de muchos, consuelo de tontos, podría ser peor para un culé si el Real Madrid hubiera pasado a semifinales de la Copa del Rey. Porque el gol en el descuento de Iñaki Williams deja poco espacio para el optimismo y ahonda en la crisis azulgrana. Una crisis que ha provocado Josep Maria Bartomeu y para la que ya no tiene ningún paraguas; ni siquiera Éric Abidal, por muy torpe que fueran —que lo fueron— las declaraciones que provocaron la ira de Messi. En circunstancias medio normales, hace un mes, la derrota en San Mamés pasaría como un accidente que puede ocurrir en un partido de Copa en casa del rival, pero ahora cada encuentro se ha convertido en un abismo gracias a la pésima gestión del presidente, su junta y sus ejecutivos.

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