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Luka Modric o cómo se gesta una dura despedida
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Luka Modric o cómo se gesta una dura despedida

Modric cumple la octava temporada en el Real Madrid, quien le cerró las puertas hace un año y medio cuando el Calcio italiano azotó a la entidad tratando de pescar lo mejor de la casa

Foto: Modric en el choque ante el Brujas en Bélgica. (EFE)
Modric en el choque ante el Brujas en Bélgica. (EFE)

Recientemente Luka Modric dejó en el mundo del Fútbol una sensación de compañerismo (lejos del mismo equipo o de la misma nacionalidad) pocas veces vista al máximo nivel. Sucedió durante la gala del Balón de Oro celebrada en París con motivo de la entrega del trofeo. En la última década, la pelea entre los dos monstruos contemporáneos del balompié había dejado un poso de escasa armonía y pobre correspondencia entre los dos compañeros de profesión. Sin embargo, al croata, en sus últimos minutos de reinado, no le dolieron prendas para entregar y homenajear al hombre que lo levantaba por sexta vez. Esta lección de deportividad y entrega también la vimos durante el duelo ante el Athletic en el Bernabéu, tras ser residual en el Camp Nou. El duro ocaso de quien se apaga, pero vive de pie.

Cumple la octava temporada en el Real Madrid, quien le cerró las puertas hace un año y medio cuando el Calcio azotó a la entidad tratando de pescar lo mejor de la casa. Si CR7 negoció con celeridad y se le abrió la cancela al gusto, al genio de Zadar -34 años cumplidos el pasado mes de septiembre- se le negó rotundamente la opción de jugar en el Inter de Milán, pese a la suculenta propuesta transalpina, que doblaba lo que el chico percibe en Concha Espina. El croata llevaba observando un par de veranos que la entidad buscaba reforzar la demarcación de centrocampista para compensar la rotación con el futbolista balcánico. El primero que observó la necesidad de una alternativa fue Benítez, quien forzó el fichaje de Mateo Kovacic, hoy centrocampista del Chelsea. Más tarde llegarían las apuestas de futuro que han pasado por la plantilla con mejor o peor suerte: Ceballos, Odegaard o el hoy consagrado Valverde.

Pero el Mundial ’18 realzó la capacidad individual del jugador y le otorgó una relevancia superior en el Real Madrid: sólo Cristiano Ronaldo había conseguido el mismo triunfo… y ya no formaba parte del grupo. Olvidadas las ganas de salida, Modric renovó automáticamente una temporada más, hasta junio de 2021, gracias a una cláusula incluida en el contrato por ser elegido en 2018 el mejor futbolista del mundo, alcanzando la triple corona: el mejor en Rusia, el trofeo ‘The Best’ de la Fifa y el mítico ‘Balón de Oro’ de ‘France Football’. Pero durante ese curso también falló su estado físico y culminó una de las campañas más grises que se le recuerdan. Sin descanso veraniego o sin realizar pretemporada, la campaña se le hizo cuesta al croata. Sólo el empeño de Florentino Pérez, que se negaba a perder a dos Balones de Oro de manera consecutiva, frenó las dudas de Zidane que perseguía (y persigue) otro deseo para el centro del campo.

La estabilidad del Real Madrid

A Zidane parece que le ha quedado claro que los partidos que afrontan antes rivales de entidad deben formar con un cuarteto de centrocampista en la media del campo, o al menos eso ha puesto en las últimas alineaciones. Tras el varapalo sufrido en París donde jugó con 4-3-3, con James como tercero en la medular, ya no repitió en el Bernabéu dónde a Casemiro, Valverde y Kroos se le sumó Isco, dejando a Modric en el banquillo. En la Liga, en los partidos de septiembre del Pizjuán de Sevilla y del Metropolitano, mantuvo los tres delanteros. Pero en Mestalla y en el Camp Nou volvieron los cuatro centrocampistas con desigual suerte para el croata: titular en Valencia, suplente ante el Barça. Da la circunstancia de que en estos seis partidos ‘gordos’ del curso, Luka sólo ha salido en uno desde el principio, en tres ha sido suplente y en dos no participó por lesión. El técnico francés ha comprobado que en estos duelos de hueso, la estabilidad del equipo la encuentra en el 4-4-2 con Casemiro, Valverde y Kroos, añadiendo a Isco, quien parece partir con ventaja sobre el croata.

placeholder Modric y Pogba en la Supercopa de Europa de 2017. (EFE)
Modric y Pogba en la Supercopa de Europa de 2017. (EFE)

Pero lo peor está por venir. Zidane sigue insistiendo en el fichaje de Paul Pogba para rearmar el centro del campo, posición que entiende básica por encima de la de encontrar un compañero para Benzemá en la delantera. El galo no se ha olvidado de su compatriota y pese a conocer que la dirigencia no termina de aceptar el fichaje, él lo va a continuar intentando. Además, la irrupción de Valverde es ya una realidad y su esfuerzo y talento van condicionando las alineaciones del técnico, quien cada jornada va otorgando un protagonismo que responde con rendimiento. Si levantamos la mirada, en el horizonte aparecen dos jugadores que se encuentran en condición de cedidos: Odegaard y Ceballos. El primero demuestra el buen hacer semanalmente en la Real Sociedad, mientras que el segundo vive más condicionado por el mal curso del Arsenal, que añade un tercer técnico en poco más de cinco meses de campaña.

Modric no quiere apagarse en el Real Madrid. Por eso, decidió aceptar la propuesta realizada por el Inter hace año y medio. Ahora es consciente de que su presente va a peor y que en los partidos importantes mantendrá una posición secundaria. El club le mima y le anima a continuar, pero será en esta próxima ventana de invierno cuando atienda al mercado y analice las opciones que le van a llegar de otros mercados y de otros campeonatos. El croata comprende que quizá esperar al verano podría ser tarde, pese a mantener contrato hasta junio de 2021. El discurrir de un Balón de Oro se mantiene enfocado a no levantar la voz y a seguir mostrándose como un caballero sobre el césped y lejos de él. La condición de suplente se acrecienta. Modric es consciente de que el Real Madrid es el mejor destino posible, pero también admite que todavía puede ser útil e importante. Luka rumia que de blanco, y con Zidane, se enfrenta a una dura despedida.

Recientemente Luka Modric dejó en el mundo del Fútbol una sensación de compañerismo (lejos del mismo equipo o de la misma nacionalidad) pocas veces vista al máximo nivel. Sucedió durante la gala del Balón de Oro celebrada en París con motivo de la entrega del trofeo. En la última década, la pelea entre los dos monstruos contemporáneos del balompié había dejado un poso de escasa armonía y pobre correspondencia entre los dos compañeros de profesión. Sin embargo, al croata, en sus últimos minutos de reinado, no le dolieron prendas para entregar y homenajear al hombre que lo levantaba por sexta vez. Esta lección de deportividad y entrega también la vimos durante el duelo ante el Athletic en el Bernabéu, tras ser residual en el Camp Nou. El duro ocaso de quien se apaga, pero vive de pie.

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