La batalla de la verdad de Robert Moreno: por qué entierra el hacha de guerra
Es un comportamiento inteligente, correcto y que se puede entender desde la posición de inferioridad que ocupa en esta pelea por el relato con Rubiales y la federación
El comunicado de despedida de Robert Moreno tiene un poco de todo y hay que leerlo entre líneas para llegar a la conclusión de que decide enterrar el hacha de guerra. Medir las fuerzas con Luis Rubiales era entrar en una batalla desigual y con pocos beneficios en lo personal y, para qué lo vamos a negar, en lo económico. Los abogados tuvieron que negociar el finiquito con el obstáculo de contemplar la salida como renuncia o despido. No es lo mismo. No es un contrato al uso. Por el cargo que ocupaba de alto ejecutivo, tiene unos condicionantes de confidencialidad y unas penalizaciones. Así que Moreno, que parece haber estado bien asesorado, abandonó la vía beligerante con la federación.
Casi 48 horas después de salir del estadio Wanda Metropolitano enfrentado a Luis Rubiales y José Francisco Molina y con el mal cuerpo que se le quedaría escuchándolos en el relato de los hechos que ofrecieron en la extensa rueda de prensa del lunes en Las Rozas, decide que la postura más inteligente es un comunicado templado. La batalla de la verdad estaba en conocer, en la versión de Robert Moreno, si se negó a dejarle el puesto de entrenador a Luis Enrique una vez que el asturiano confirmó que estaba preparado para su regreso. El comunicado pasa por encima este asunto crucial con una postura elegante. "Le deseo lo mejor [a Luis Enrique], porque sus alegrías serán las nuestras", dice. No se moja.
Están calculados cada párrafo y palabra con el fin de evitar represalias de cualquier tipo que le puedan perjudicar en su imagen y en su profesión. Tiene mucho camino por delante. Pero evidencia un poso reivindicativo cuando se refiere a su modo de actuación con un "tengo la conciencia tranquila" y pone en valor haber logrado el objetivo de la clasificación de una manera "holgada". Son este tipo de palabras las que hay que leer entre líneas para darse cuenta del sentimiento de injusticia que le invade, por considerar que se le ha faltado al respeto, y el de engaño. Aunque omita las acusaciones vertidas sobre su persona de no aceptar el regreso de Luis Enrique cuando estaba pactado. Dice que no quiere "entrar en una espiral de reproches y justificaciones" porque no le ve "ningún sentido".
Se define como "un hombre de palabra", para contrarrestar las palabras de Rubiales, que se refieren a un cambio de principios. Es un comportamiento inteligente, correcto y que se puede entender desde la posición de inferioridad que ocupa en esta pelea por el relato de la verdad. El comunicado se puede calificar de moderado, incluso de conciliador, pero también se puede ver como la aceptación de una derrota agridulce. ¿Por qué no convoca a los medios de comunicación y se defiende con la credibilidad que pueden tener sus palabras y gestos? Hemos comprobado que tiene facilidad en el discurso. Un comunicado no deja de ser un refugio de palabras bien medidas, que están dentro de una formalidad y un papel frío. Si se trata de ir con la verdad por delante y no temer a nada ni nadie, se puede actuar con más contundencia y atrevimiento.
Entre líneas, se percibe el amor propio de una persona que se ha sentido defraudada con la gestión del relevo en el banquillo que hacen Rubiales y Molina. Está el dolor de haber perdido un amigo y compañero de trabajo como Luis Enrique cuando hace una referencia al trágico episodio del fallecimiento de la hija del asturiano: "Ojalá no se hubiera dado nunca esta situación". Puede que le sirva como desahogo a las reiteradas referencias de Rubiales por las circunstancias que se dieron para que Luis Enrique dejara el cargo, de forma provisional, y deslizara que Moreno no asumió la vuelta. Aquí hay más dolor. Le tocan los sentimientos y matiza que "no sería un impedimento" a la vuelta de Luis Enrique. No solo pierde a su amigo, sino que abandona un 'staff' y transmite su pena: "Dejo atrás unos amigos".
El epílogo al amago de relato de la verdad de Robert Moreno en forma de comunicado estudiado en cada frase y palabra es un alegato. "Espero que me valoréis por lo realizado, no por quién soy", dice. Desde que asumió el cargo de seleccionador, trabajó con la angustia de los prejuicios de aquellos que le descalificaban por su inexperiencia y ponían en duda su valía y los conocimientos de llegar a un cargo que para otros entrenadores es el final o el broche de su carrera. Ha tenido que recorrer un camino de espinas que prefiere dejar atrás y que le resultará difícil olvidar. Le servirá de máster para futuros banquillos a un técnico con solo 42 años que es protagonista de una historia de emociones y deslealtades. Se despide como un señor, pero sin dar la cara.
El comunicado de despedida de Robert Moreno tiene un poco de todo y hay que leerlo entre líneas para llegar a la conclusión de que decide enterrar el hacha de guerra. Medir las fuerzas con Luis Rubiales era entrar en una batalla desigual y con pocos beneficios en lo personal y, para qué lo vamos a negar, en lo económico. Los abogados tuvieron que negociar el finiquito con el obstáculo de contemplar la salida como renuncia o despido. No es lo mismo. No es un contrato al uso. Por el cargo que ocupaba de alto ejecutivo, tiene unos condicionantes de confidencialidad y unas penalizaciones. Así que Moreno, que parece haber estado bien asesorado, abandonó la vía beligerante con la federación.
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