El lío en que se ha metido Zidane y el sufrimiento de un Real Madrid con ansiedad
Zidane da síntomas de estar perdido y tiene menos entusiasmo. El entrenador está más cuestionado fuera que dentro del club, aunque el presidente se da un plazo para ver si lo de París es un accidente
Malos tiempos para Zinédine Zidane. No tenía necesidad de afrontar una segunda etapa y mucho menos estaba obligado a coger el equipo en ruinas en el mes de marzo. Tiene motivos para estar preocupado y arrepentido después del vergonzoso partido que hizo su Real Madrid contra el Paris Saint-Germain. Es un entrenador que da síntomas de estar perdido y en el que no se aprecian ese entusiasmo y optimismo con los que cogió el equipo en su primera etapa. Cuando subió del Castilla para dar el relevo a Rafa Benítez, era una persona exultante, y lo que transmite en este inicio de temporada está cerca de la depresión. Si él se manifiesta decepcionado por la falta de intensidad y otros problemas que no se atreve a reconocer (la baja condición física, una planificación deportiva equivocada por la ausencia de fichajes en el centro del campo y el desgaste anímico de los que le dieron tanto), qué reacción se puede esperar de una plantilla con serios problemas de ansiedad porque no encuentran el pulso competitivo.
El lío en el que se ha metido Zidane es importante y complejo. Por un lado, está obligado a demostrar que los éxitos de su anterior etapa no fueron fruto de la casualidad y del hecho de tener a Cristiano Ronaldo. Se había planteado un nuevo desafío, con la seguridad de conocer el club y el vestuario, para hacer algo distinto. Habló de cambios, de recuperar el hambre y la regularidad. No se ven por ningún lado los resultados de un equipo bien estructurado, sólido y con esa energía que le permita ser fiable. Zidane sigue sin dar con la tecla en una plantilla donde hay jugadores que futbolísticamente pueden estar ya amortizados (Modric, Isco, Bale, Marcelo...). La errónea planificación en el mercado de fichajes le está pasando factura por no tomar decisiones más drásticas y haberle dado un giro a la plantilla. Ahí tenía a Odegaard, Ceballos, Reguilón, Vallejo, Marcos Llorente (qué bien le habría venido el canterano que hoy está en el Atlético de Madrid para sujetar al equipo en París) e, incluso, Mario Hermoso.
No le queda otra que tirar para adelante y volver a ser el primer Zidane. El que tenía las ideas más claras y un plan más efectivo. Empieza a estar en apuros cuando no es capaz de leer los partidos y lo que necesita el equipo cuando sufre en el campo. Solo se ha visto un Madrid compacto y decidido en el estreno de la Liga contra el Celta. En el resto de partidos, la tónica general era la de un Madrid que se desinflaba con el paso de los minutos. Va de más a menos. Le pusieron en aviso el empate contra el Valladolid y la agónica victoria contra el Levante en el Bernabéu. En ambas citas, fue un equipo irregular que acabó pidiendo la hora en su estadio. En Villarreal, más de lo mismo, una ruina en defensa. Hasta que ha llegado el primer test de nivel de la temporada y se lo ha llevado por delante el Paris Saint-Germain sin Neymar, Mbappé y Cavani. Todavía le hace más daño y es más grave la derrota con un rival que no tenía a sus tres estrellas.
El mosqueo de Florentino
Lo que viene por delante no es nada halagüeño. El domingo se enfrenta al líder, el Sevilla de Julen Lopetegui, y la semana que viene visita al Atlético de Madrid en el Wanda Metropolitano, un equipo que se rehízo con carácter ante la Juventus. Son dos compromisos que van a examinar la capacidad que tiene Zidane de construir un equipo solvente y con una idea más definida de juego. Hace falta conocer qué identidad tiene este proyecto. El técnico francés empieza a estar más cuestionado fuera de las oficinas del club que por los propios dirigentes y un presidente que no da crédito a la goleada en París después de haberse gastado 305 millones de euros en fichajes. Si Zidane está perdido, se pueden imaginar cómo está Florentino Pérez, que se esperaba vivir una gran noche de Champions y se fue del palco abochornado. Revivió las mismas sensaciones que en el inicio de la pasada temporada con Julen Lopetegui.
Florentino, que reivindicó en la asamblea de socios que sabe más de fútbol que de cuentas, pide explicaciones a Zidane cuando es el entrenador el que no oculta su decepción por no haber conseguido el fichaje de Paul Pogba y ha quedado en evidencia por tener que quedarse con Bale y James. La impotencia se instala en el presidente y el entrenador, y tratan de buscar soluciones al rendimiento de un equipo vacilante e inseguro. Para Zidane, hay un diagnóstico claro: le faltan centrocampistas, y aunque lo va diciendo con la boca pequeña, cada vez se calla menos. Florentino no quiere oír hablar de fichajes y está en un punto de espera. Necesita comprobar si lo de París es un accidente o empieza un nuevo derrumbe. Lo que no encuentra explicación, como los aficionados, es que el equipo fuera incapaz de disparar a la portería de Keylor Navas en el Parque de los Príncipes.
Malos tiempos para Zinédine Zidane. No tenía necesidad de afrontar una segunda etapa y mucho menos estaba obligado a coger el equipo en ruinas en el mes de marzo. Tiene motivos para estar preocupado y arrepentido después del vergonzoso partido que hizo su Real Madrid contra el Paris Saint-Germain. Es un entrenador que da síntomas de estar perdido y en el que no se aprecian ese entusiasmo y optimismo con los que cogió el equipo en su primera etapa. Cuando subió del Castilla para dar el relevo a Rafa Benítez, era una persona exultante, y lo que transmite en este inicio de temporada está cerca de la depresión. Si él se manifiesta decepcionado por la falta de intensidad y otros problemas que no se atreve a reconocer (la baja condición física, una planificación deportiva equivocada por la ausencia de fichajes en el centro del campo y el desgaste anímico de los que le dieron tanto), qué reacción se puede esperar de una plantilla con serios problemas de ansiedad porque no encuentran el pulso competitivo.