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El último descabello de Marcelino, el entrenador que 'muere' con sus ideas
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El último descabello de Marcelino, el entrenador que 'muere' con sus ideas

Se enfrentó al multimillonario y dueño del Valencia, Peter Lim, por actuar a sus espaldas en los fichajes. El despido de Marcelino es el de un entrenador que no es políticamente correcto

Foto: Marcelino García Toral durante una conferencia de prensa con el Valencia. (Efe)
Marcelino García Toral durante una conferencia de prensa con el Valencia. (Efe)

Un despido más en el curriculum de Marcelino García Toral se puede considerar como el triunfo personal de un entrenador que es incapaz de ser políticamente correcto o directamente no se baja los pantalones cuando no está en sintonía con sus jefes. El dueño del Valencia, Peter Lim, destituye a un técnico que no se calla la boca y sigue en sus trece de que es mejor morir con las ideas propias que asumir el fracaso con las de otro. El multimillonario, la décima fortuna de Singapur (con más de 2.500 millones de dólares), hizo uso de su autoridad sin tener en cuenta los méritos deportivos de Marcelino: clasificado para la Champions y campeón de la Copa del Rey contra el Barcelona.

Hay que tener mucha personalidad para echarle un pulso al propietario y asumir que te puedes ir a la calle si no cedes o te callas. Marcelino no permitió injerencias y le cortan, una vez más, la cabeza. Es el último descabello de un entrenador con éxito, pero con fama de desobediente entre los dirigentes. Marcelino es pequeño, pero matón. Si no tiene la sartén por el mango en su parcela lo hace saber y empiezan las tensiones. Este fuerte carácter de un profesional inflexible con su forma de entender el trabajo provocó un pulso en el que contaba con la complicidad de Mateu Alemany, director general del Valencia, y se enfrentaba en inferioridad al dueño y su brazo ejecutor, el presidente Anil Murthy.

placeholder Marcelino, pensativo, en un entrenamiento del Valencia. (Efe)
Marcelino, pensativo, en un entrenamiento del Valencia. (Efe)

Tenía todas las de perder en un combate con desigualdad de fuerzas. Estaba cantando que lo iban a fulminar después de un verano ajeterado en el que se quejó de que se negociara a sus espaldas la venta de Rodrigo Moreno al Atlético de Madrid. No acabó de concretarse por depender de la fallida salida de Correa. Marcelino se encargó de decirle a la cara a Peter Lim en Singapur que la planificación deportiva tenía que contar con su opinión. Las tiranteces fueron en aumento. Lim quería que los jóvenes (el coreano Kang in Lee y Ferran Torres) tuvieran protagonismo. Marcelino pidió al barcelonista Rafinha y se lo denegó. "Revisaremos los objetivos", se atrevió a decir públicamente en un mensaje con dirección a Singapur. El dueño ha aprovechado el parón de la Liga para dictar sentencia.

El honor del Villarreal

El otro descabello de Marcelino García Toral también tiene como escenario la Comunidad valenciana en su etapa en el Villarreal. Los buenos resultados no evitaron que el presidente, Fernando Roig, le echara por las discrepancias en los fichajes y un capítulo oscuro en el que se le señaló de falta de honradez. Sucedió en la última jornada de la temporada 15-16 cuando, antes de jugar en El Molinón contra el Sporting de Gijón (en la tierra de Marcelino), el técnico del Villarreal manifestó que desearía que se salvara el conjunto asturiano. Perdió el partido, surgieron las sospechas de amaño y a Roig no le gustó nada la imagen ni las palabras. El presidente aguantó a Marcelino ese verano hasta que lo echó el 10 de agosto de 2016 tras una trifulca en A Coruña. En el Trofeo Teresa Herrera, el técnico quitó el brazalete de capitán a Mateo Musacchio y se enfrentó al vestuario. Se agotó la paciencia de Fernando Roig, que ya veía en Marcelino un problema por sus quejas en los fichajes y los enfrentamientos con los jugadores.

Del Villarreal salió a dos semanas de empezar la Liga y a las puertas de jugar la previa de la Champions contra el Mónaco. En su mejor momento como entrenador. Igual que sucede ahora con un Valencia que se estrena en la Champions contra el Chelsea la próxima semana y con solo tres jornadas de Liga disputadas. Un jarro de agua fría para las ilusiones renovadas de la afición valencianista que no encuentra la calma y se temía que llegaría este día. Era imposible que convivieran los dos Valencia. El de España y el de Singapur. Peter Lim llegó en un momento delicado, puso el dinero, reforzó la plantilla con jugadores de la agencia 'Gestifute' de Jorge Mendes y tras el éxito de volver a participar en la Champions tiene el objetivo de recoger beneficios. No a costa de Marcelino, que no acepta intromisiones.

placeholder Gonzalo Guedes junto a Peter Lim, el dueño del Valencia. (Efe)
Gonzalo Guedes junto a Peter Lim, el dueño del Valencia. (Efe)

La historia de Marcelino García Toral (54 años) es la de un apasionado del fútbol de un pueblo de la costa asturiana (Villaviciosa) que consiguió cumplir su sueño de entrar en la cantera del Sporting de Gijón y convertirse en jugador y entrenador. Como futbolista se desempeñó en el centro del campo y se vio obligado a colgar las botas por una lesión en la rodilla en 1994. Llegó a disputar una final del Mundial sub-20 contra Brasil y en su equipo estaban Unzué y Lopetegui. Tenía la vocación de ser entrenador y dejaba claro sus códigos. Un entrenador táctico y en pendiente revisión con la evolución de los sistemas y las estrategias que dio la campanada en el Bernabéu (0-3) en su etapa en el banquillo del Recreativo de Huelva. Goleó y desnudó al Real Madrid de Fabio Capello.

Un despido más en el curriculum de Marcelino García Toral se puede considerar como el triunfo personal de un entrenador que es incapaz de ser políticamente correcto o directamente no se baja los pantalones cuando no está en sintonía con sus jefes. El dueño del Valencia, Peter Lim, destituye a un técnico que no se calla la boca y sigue en sus trece de que es mejor morir con las ideas propias que asumir el fracaso con las de otro. El multimillonario, la décima fortuna de Singapur (con más de 2.500 millones de dólares), hizo uso de su autoridad sin tener en cuenta los méritos deportivos de Marcelino: clasificado para la Champions y campeón de la Copa del Rey contra el Barcelona.

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