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Cómo Messi paga el precio de un mal perdedor por su comportamiento macarra
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los palos por sus duras críticas

Cómo Messi paga el precio de un mal perdedor por su comportamiento macarra

La rajada de Messi, con sus durísimas críticas diciendo que la Copa América estaba "arreglada" para que la ganara Brasil, le cuesta ataques y puede recibir una grave sanción

Foto: Messi discute con el árbitro por su expulsión en la bronca que tuvo con el chileno Gary Medel. (EFE)
Messi discute con el árbitro por su expulsión en la bronca que tuvo con el chileno Gary Medel. (EFE)

Pocos deportistas pueden presumir de ser buenos perdedores. Uno de ellos es, seguramente, Rafa Nadal. En el fútbol, los dos grandes ídolos (Messi y Cristiano Ronaldo) no aceptan tan fácilmente la derrota. Messi se inmoló después del partido de consolación contra Chile y atacó con dureza a la organización de la Copa América (Conmebol) con declaraciones durísimas. Salió el Messi desconocido en España y en Europa. Alejado del ruido, de la polémica y las excusas. El capitán del Barcelona no dio la cara ante la prensa después de la dolorosa derrota en Anfield contra el Liverpool. Desapareció durante un largo tiempo. Se le pudo ver con gesto afligido en los siguientes entrenamientos hasta que llegó la rueda de prensa lacrimógena, con Piqué, antes de la final de Copa del Rey. Encontró como culpables del batacazo en Liverpool la falta de carácter en el Barcelona. “Fue lamentable. Nosotros somos los únicos culpables”, manifestó con tono autocrítico en mayo. Messi cruzó el charco y en la Copa América se le ha visto martirizado.

Habría que mirar muy atrás para encontrar una explicación a la rajada de Messi contra los árbitros y la organización de la Copa América. Fue expulsado contra Chile por una pelea macarra, ‘a pechazos’, con Gary Medel y arremetió contra todos. Para Messi este torneo estaba arreglado para Brasil y señala a la Conmebol como un ente mafioso y corrupto. La sanción a la que se enfrenta puede ser dura. Irse hasta los cuatro partidos y perjudicarle para las eliminatorias mundialistas. Pero esto Messi no lo tuvo en cuenta. No midió las consecuencias deportivas ni las de su propia imagen. Se inmoló por esa rabia y frustración con que despide una temporada con más sombras que luces.

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No existe esta imagen de Messi en Europa, cuando disputa los partidos de la Liga y la Champions, de bravucón y macarra. Con Argentina se ha transformado en esta Copa América. Son varias las rajadas contra los árbitros y la organización de un futbolista que llegó a esta competición angustiado por la sensación de fracaso con el Barcelona. El mejor, una vez más, de su equipo para ganar la segunda Liga de Ernesto Valverde. El máximo goleador de Europa. De nada sirvió tras los fiascos contra el Liverpool y el Valencia. Messi ha cerrado la temporada ajustando cuentas en el césped con un chileno con fama de guerrero y fuera con los árbitros y la Conmebol. Lo suyo es más que un berrinche, un cruce de cables o un enfado esporádico. Utilizar términos como corrupción y transmitir acusaciones mafiosas extraña en la forma de ser de Messi. Produce desconcierto en un futbolista admirado por la belleza de su juego y calificado como un extraterrestre cuando encuentra un hábitat conveniente.

placeholder Messi, agarrado a Medel, ve cómo el árbitro les expulsa. (EFE)
Messi, agarrado a Medel, ve cómo el árbitro les expulsa. (EFE)

Irrespetuoso y antideportivo

En la adversidad de Anfield y la Copa América, sobre todo, ha aparecido la versión del Messi más sucio y antideportivo. El precio que paga no es cualquier cosa. Ha encontrado la respuesta de los futbolistas brasileños, que le acusan de mal perdedor y de faltarles al respeto. A pesar de que su amigo Dani Alves haya procurado morderse la lengua, no puede evitar su malestar con Messi. “No estoy de acuerdo con él. Nos lo hemos currado mucho. No comparto que este torneo esté comprado”, es la respuesta de Alves. Más ácidos han estado los futbolistas del Paris Saint-Germain (Thiago Silva y Marquinhos), que le recuerdan el polémico arbitraje de Aytekin en la remontada (6-1) en el Camp Nou: “Los árbitros también concedieron muchas cosas a favor del Barcelona y su selección y no habló de corrupción. Hay que saber perder”.

Messi está tocado y frustrado. No hay otra explicación. Mostrar esa imagen, irreconocible, de mal perdedor nos deja preocupados con un futbolista que se alejaba de las polémicas y el barro. El precio que paga es que los rivales le pidan que hable con respeto porque no es un jugador cualquiera. Es Messi. Su altavoz es muy potente. Se ha dejado llevar por el calentón de la frustración. Le ha faltado responsabilidad. Ha decidido denunciar sin pruebas y ser uno más. El daño que hace al fútbol cuando utiliza la palabra 'corrupción' es gigantesco. Hay quien ya le compara con Maradona. Pero con la versión chunga de la otra estrella argentina del fútbol, que se desfasa cuando suelta la lengua. Queda por resolver cuál será la sanción disciplinara de la Conmebol, que califica de “críticas inaceptables” las bravuconadas de Messi.

Pocos deportistas pueden presumir de ser buenos perdedores. Uno de ellos es, seguramente, Rafa Nadal. En el fútbol, los dos grandes ídolos (Messi y Cristiano Ronaldo) no aceptan tan fácilmente la derrota. Messi se inmoló después del partido de consolación contra Chile y atacó con dureza a la organización de la Copa América (Conmebol) con declaraciones durísimas. Salió el Messi desconocido en España y en Europa. Alejado del ruido, de la polémica y las excusas. El capitán del Barcelona no dio la cara ante la prensa después de la dolorosa derrota en Anfield contra el Liverpool. Desapareció durante un largo tiempo. Se le pudo ver con gesto afligido en los siguientes entrenamientos hasta que llegó la rueda de prensa lacrimógena, con Piqué, antes de la final de Copa del Rey. Encontró como culpables del batacazo en Liverpool la falta de carácter en el Barcelona. “Fue lamentable. Nosotros somos los únicos culpables”, manifestó con tono autocrítico en mayo. Messi cruzó el charco y en la Copa América se le ha visto martirizado.

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