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La peculiar manera de Monchi para poner patas arriba el Sevilla
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así negocia el director deportivo

La peculiar manera de Monchi para poner patas arriba el Sevilla

Monchi trabaja desde sus diferentes oficinas, bien en la ciudad deportiva del Sevilla o desde la que se ha montado en el porche de su casa de Chiclana... el caso es no parar en estas fechas

Foto: Monchi, en el banquillo del Sevilla. (EFE)
Monchi, en el banquillo del Sevilla. (EFE)

Monchi, Ramón Rodríguez Verdejo (50 años), director general deportivo del Sevilla, considerado por muchos el mejor en su cargo, ha puesto patas arriba el área que controla del club; el corazón a mil y los ojos de los aficionados sevillistas como los ventanales de una catedral. El Mago de la Isla regresó de su periplo italiano, vio, se arremangó la camisa y puso Nervión hirviendo como una olla de garbanzos. Del equipo que inició el pasado curso apenas quedarán los cimientos. Y todo a su peculiar manera, un estilo que hace del barco sevillista único y pinta que va a ir a toda vela. No lo lleva un capitán, lo timonea un león.

Antes de su marcha a Italia, Monchi (sus amigos de toda la vida le llaman Ramón) era un tipo irascible y eléctrico durante el tiempo de las ventanas de mercado. Dos años después, este Merlín del balón valora más la pausa, se empapa de vida y todo se lo toma con más humor. Dicen que sacó cum laude en el máster romanista y decidió aplicar esa filosofía en su casa nervionense. Se levanta a las 6.45 de la mañana, pese a que puede que siga en pie a las dos de la mañana, escriba un e-mail a cualquier hora de la madrugada y le cuente un chiste gadita a un francés de Burdeos.

Tiene una perra mimosa que se llama Luna y también a Piña, un perro que quiere ser futbolista y al que el León sanfernandino trata en vano de hacerle un caño. Su oficina en la Ciudad Deportiva del Sevilla parece estos días la redacción del New York Times en hora punta, por eso Monchi, cada vez que puede, agarra el portátil, el móvil y dos cargadores y pone el coche rumbo a su casa de La Barrosa, en Chiclana (Cádiz), a una hora y diez minutos de Sevilla y menos de quince minutos de la casa de su anciana madre, a la que cuida junto a sus dos hermanos mayores.

Ni por equivocación pisa la playa, pero sí tiene habilitado su porche a modo despacho, donde se puede conectar con cualquier parte del mundo, negociar un traspaso millonario o bajar a la tierra al dirigente más cabezón del mercado. Eso pasó en la madrugada del martes, cuando convenció al Girondins de Burdeos para que les vendiera al Sevilla a Jules Koundé, un central de 20 años, llamado a marcar época y por el que el club blanco va a desembolsar 25 millones.

Negociar millones desde San Fernando

Monchi pasó el sábado en San Fernando, con sus hermanos y en casa de su madre. Allí, entre risas, arrumacos de amor y aire salinero, el León dejó visto para sentencia el fichaje del goleador holandés Luuk de Jong, que al día siguiente viajó a Sevilla para fichar por el club blanquirrojo y darle el primer abrazo al hacedor de su aventura en LaLiga.

El director deportivo, pionero con el Sevilla del big data aplicado al fútbol, cuenta con un nutrido equipo de ayudantes y scouts, gente que viaja a todos los rincones del planeta y cubre todas las competiciones. Hace un par de meses, Monchi incorporó a la nómina de técnicos que le ayudan a Fernando Navarro, ex jugador del club, que colgó las botas hace unos meses y ha emprendido la aventura de ver el fútbol desde la ventana del Mago isleño.

placeholder Ramón Rodríguez Verdejo en 'su casa'. (EFE)
Ramón Rodríguez Verdejo en 'su casa'. (EFE)

El Sevilla, que jugará la Europa League, ha visto mermado en valor la cotización de su plantel. Por ello, Monchi le está dando la vuelta al calcetín: hay previsto que unos catorce jugadores causen baja del pasado año ya no estén con Lopetegui. Las ventas de futbolistas superarán la cifra de 110 millones (Muriel, Sarabia, Promes, de momento, han dejado en caja unos 57 millones), en especial el goleador Wissam Ben Yedder, internacional por Francia, por el que Manchester United y PSG se disputan abonar la cláusula de 40 millones, que el Sevilla se embolsará netos, cuando Monchi lo sacó hace tres años del Toulouse por menos de 10.

Tomar la vida tal cual, con calma

Ramón Rodríguez asegura tomarse la vida con calma y exprimir el mejor jugo de las situaciones sencillas; no hay más que darse una vuelta por sus redes sociales para percatarse de ello. Pese a que está de regreso y con una sonrisa que le sale de dentro, Monchi explica que los últimos tiempos le han traído grises con sabor a vinagre: “He perdido a mi suegro, a mi mejor amiga, a un futbolista muy querido, algún amigo padece una grave enfermedad… Por eso reflexiono y me digo que la vida hay que valorarla, tomarla de otra manera, porque de repente ya no estás”, confesiona a los suyos.

Monchi, en medio del huracán de adrenalina que supone una ventana del mercado futbolístico, se relaja escuchando a Cádiz, sus aires de Carnaval, “sea un pasodoble, un cuplé de una comparsa o una chirigota”. Perdió también a Juan Carlos Aragón, el capitán Veneno, al que el cáncer se lo llevó antes de cumplir los cincuenta años. “Su pérdida ha sido tremenda. Juan Carlos era, quizás, el mejor poeta de Carnaval. Pero es que en Cádiz en sus semillas hay mucho talento, mucho genio”, asegura.

Mientras, su celular echa humo, los emails centellean en la pantalla del ordenador, el Capitán Veneno o quizás Ares lanzan estrofas de amor por las paredes de su despacho, Nervión es una rampa gigante de entradas y salidas. El Sevilla es un barco que huele a nuevo y pone el ancla en Europa del brazo de Monchi, unas veces un mago, otras un león.

Monchi, Ramón Rodríguez Verdejo (50 años), director general deportivo del Sevilla, considerado por muchos el mejor en su cargo, ha puesto patas arriba el área que controla del club; el corazón a mil y los ojos de los aficionados sevillistas como los ventanales de una catedral. El Mago de la Isla regresó de su periplo italiano, vio, se arremangó la camisa y puso Nervión hirviendo como una olla de garbanzos. Del equipo que inició el pasado curso apenas quedarán los cimientos. Y todo a su peculiar manera, un estilo que hace del barco sevillista único y pinta que va a ir a toda vela. No lo lleva un capitán, lo timonea un león.

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