El acusado declive de Luis Suárez, un goleador que nunca marca por Europa
Luis Suárez lleva 16 partidos de visitante en Champions sin marcar gol, una cifra alarmante para el único delantero centro punto del que dispone la plantilla de Ernesto Valverde
Los detalles que dejó Luis Suárez en el partido contra el Olympique de Lyon son escasos y, en general, hablan poco y mal de él. Se ha hecho célebre un vídeo en el que el balón le da en la chepa y, como si le hubiese caído un yunque, el delantero uruguayo se lleva las manos a la zona y empieza a quejarse, tratando de confundir al árbitro. Tampoco se puede decir que sea la primera vez en la que cae en comportamientos de compañerismo extraño. Otro recuerdo, tampoco muy edificante, es la admonición constante a la que somete a su compañero Dembélé. Puede que el francés no sea perfecto, a veces parece ciertamente descontrolado, pero la mirada inquisidora de Suárez no venía tanto por su juego como por no poder seguirle.
Dos detalles de un partido y un dato escalofriante. 16 partidos sin marcar fuera de casa en la Champions. Injustificable cifra para cualquier delantero, más todavía para uno que tiene fama de alta productividad y sueldo acorde con esto. En una simplificación, y por mirar al enemigo, algo así conformaría un enorme drama para Benzema y el entorno blanco si ocurriese, a pesar de que el francés, en principio, es menos rematador y más catalizador que Suárez.
Suárez no es la explicación de que los últimos años el Barcelona se haya quedado lejos de ganar la Champions, pero es sin duda parte del problema. Contra el Olympique se dio una situación anómala para el Barça, un equipo que a lo largo del tiempo ha demostrado una enorme capacidad para marcar goles. Messi no estuvo en su mejor tarde y de Luis Suárez se vio la versión acostumbrada en los últimos tiempos. Está pesado, poco incisivo y no llega a muchos balones a los que, en su mejor momento, sin duda llegaría.
"Es un caso curioso", dice Valverde. La curiosidad no es que un delantero de cinco estrellas se pase años sin encontrarse en Europa sino, según lo que cuenta su técnico, que el mundo no tenga la suficiente paciencia con quien es el quinto máximo goleador de la historia del club. "Está bien", afirma el entrenador contrariando todo lo que han podido ver los aficionados la últimas semanas, donde el equipo se encuentra en una racha bastante negativa de cara a gol, una faceta en la que el ariete debería aportar mucho más.
"Es un jugador que nos garantiza que va a generar ocasiones de gol en cada partido y es difícil no contar con un jugador así", explicaba el entrenador. Es cierto, al menos en teoría, Luis Suárez tiene más que demostrado su magisterio futbolístico, son muchos años dando miedo a las defensas rivales, el problema no es de historial tanto como del presente. Contra el Lyon el Barcelona dominó claramente, pero su delantero no estuvo muy participativo y ni siquiera fue clave en las mejores ocasiones del equipo. Está siendo bastante improductivo.
El suplente que no está a la altura
A Luis Suárez, como a cualquier delantero que pusiesen en su posición, no le está beneficiando la transformación que vive el equipo en los últimos años. Un conjunto que antes destacaba por su fluidez y la capacidad de plantarse en el último tercio del campo ahora va a tirones, más por vigor que por combinación y con menos finura de la que distinguió al club en otros momentos. Es más contundente atrás, probablemente, pero más difícil para un delantero.
Claro que, en este caso, hay otro problema que tiene que ver con las finanzas, las fichas y la manera de crear una plantilla. El Barcelona tiene muchísimo dinero, pero también es el club que más porcentaje de su presupuesto invierte en fichas de jugadores. Eso, sumado a una política agresiva en el mercado, hace que no sea del todo fácil cuadrar las cuentas. Y lleva a pagar mucho a titulares buenísimos, como Luis Suárez, y hacer lo que se puede con los suplentes.
En enero el Barcelona aceptó la salida de Munir, que era un recambio poco utilizado con más ganas de salir que de quedarse. Eso obligaba a fichar a alguien, pues hace tiempo que la cantera no es una alternativa real para cubrir los huecos del primer equipo. La dirección deportiva buscaba alguien barato y que conociese el campeonato y, por algún motivo difícil de entender, terminaron pensando en Kevin Prince Boateng. Era barato, al menos para el Barcelona, y conocía la liga, pero delantero centro, puro, ariete, un Luis Suárez, no es.
Eso lleva a un punto en el que Valverde sabe que no anda sobrado de opciones. No es creíble que Suárez no vaya a estar en los partidos importantes y si necesita competencia para ponerse a tono, difícilmente verá en Boateng una competencia real. Más que un remedio es un remiendo, una manera de cerrar la plantilla para dar algún descanso, pero no una pieza que se vaya a utilizar en momentos clave.
Hay otro punto importante para explicar la posición de Suárez en la plantilla que no tiene que ver con el juego tanto como con su rol. Es un jugador respetado, es el mejor amigo de Messi, es su vecino y sus esposas también hacen vida en común. Además, es también buen amigo de Coutinho, un jugador que por el momento decepciona, pero con una inversión así no se puede mirar al lado. Dembélé, contra el Lyon, fue el primer cambio. Suárez jugó todo el partido. Es raro quitar un goleador, es cierto, pero todavía más difícil es quitar a un líder.
Los detalles que dejó Luis Suárez en el partido contra el Olympique de Lyon son escasos y, en general, hablan poco y mal de él. Se ha hecho célebre un vídeo en el que el balón le da en la chepa y, como si le hubiese caído un yunque, el delantero uruguayo se lleva las manos a la zona y empieza a quejarse, tratando de confundir al árbitro. Tampoco se puede decir que sea la primera vez en la que cae en comportamientos de compañerismo extraño. Otro recuerdo, tampoco muy edificante, es la admonición constante a la que somete a su compañero Dembélé. Puede que el francés no sea perfecto, a veces parece ciertamente descontrolado, pero la mirada inquisidora de Suárez no venía tanto por su juego como por no poder seguirle.