La vulgaridad del Barcelona o por qué aburre tanto (pero no se le puede rechistar)
El Barcelona de Ernesto Valverde tiene más puntos que buen juego. La falta de brillo señala a Coutinho y Arturo Vidal. El brasileño decepciona y el chileno es anárquico
Empieza a ser un comentario generalizado en los partidos del Barcelona: gana, pero no divierte. De la victoria contra el Girona (0-2) sale con las mismas sensaciones. El equipo de Ernesto Valverde tiene más puntos que buen fútbol y por muchos momentos aburre. Es la rutina del Barça para mandar en la cabeza de la Liga. Un equipo más práctico que brillante en el que preocupa, especialmente, el nivel tan pobre de juego que está mostrando Coutinho. Del brasileño, titular en Montilivi por la baja de Dembélé, se esperaba una mejor respuesta o algo que empiece a convencer de que estamos ante un futbolista especial. Ni da el paso ni se le espera. Su apatía justifica que vuelva al banquillo cuando esté recuperado Dembélé. Con el francés, el juego tiene otra velocidad y eficacia. Coutinho es uno de los culpables de la vulgaridad en la que ha caído el estilo de los culés. El otro señalado es Arturo Vidal.
Al chileno no le puedes pedir lo que no tiene. No es un 'jugón' ni lo pretende. Es el futbolista que brega por el centro del campo para dar equilibrio y sacrificio al colectivo. Su fichaje se justificó por la dolorosa eliminación en la pasada Champions contra la Roma. Hacía falta músculo y colmillo retorcido para cuando llegaran citas claves en las que es más importante saber competir que ser vulnerable. Lo paradójico, como sucedió contra el Girona, es que este Barcelona sigue siendo frágil atrás. En Montilivi destacó Ter Stegen, con dos paradones, para sostener al equipo. Vidal es un futbolista anárquico. Si a su ausencia de fantasía y talento le sumamos que Coutinho está bloqueado se empieza a comprender por qué aburre el Barcelona.
Hay más razones para explicar la escasez de brillantez. El Barcelona se puso por delante con un gol tempranero de Semedo –minuto 9– y administró esfuerzos. Entre ellos, Messi. El argentino tiene en la cabeza que las energías hay que guardarlas para la Champions. Es la obsesión. Está en modo ahorro. Y, claro, cuando ni juega como en la ida de la Copa del Rey contra el Sevilla sucede lo que sucede. Que el Barcelona juega mal y pierde. Pero si está en el césped es suficiente para resolver los partidos. Messi al tran tran es mucho Messi. Hizo un buen gol para cerrar la victoria en Montilivi. A medio gas intimida y genera peligro.
Jugó contra diez
El Barcelona sufrió contra el Girona –como la semana pasada contra el Leganés en el Camp Nou hasta que tuvo que salir Messi desde el banquillo– para sumar su octavo triunfo seguido en la Liga. Piqué evitó el empate a uno sacando un balón en la línea de gol al filo del descanso. Antes hubo polémica por un agarrón de Jordi Alba a Stuani. Se multiplicó con la expulsión por doble tarjeta amarilla de Bernardo en la segunda parte. El lío de cada semana con el VAR. El Barcelona contra diez es todavía más inexpugnable. La regularidad la tiene garantizada en un campeonato donde solo ha cedido dos derrotas y suma 58 goles a favor y 21 en contra. Es un Barcelona agarrado a Ter Stegen y las apariciones de Messi.
Los exquisitos, los que echan de menos el 'tiqui-taca', los que se ilusionan con el fichaje de De Jong reclaman un Barcelona más divertido y fascinante. Acompañar las victorias con buen juego. Pero el cónclave sobre lo que pretende ser este Barça lo desveló Piqué en la derrota copera en el Sánchez Pizjuán cuando se le preguntó si esta temporada estaban 'tirando' la Copa del Rey. La respuesta no deja dudas: "Si remontamos, bien; si no, otra vez será". El miércoles se comprobará hasta qué punto pondrán los azulgranas toda la carne en el asador para superar a un Sevilla que lleva dos goles de ventaja. Veremos si descansa Messi, no se le expone o se deja la piel para lograr la remontada. En el Barcelona parecen tener las ideas bien claras. No sufrir demasiado desgaste para llegar frescos a la Champions. Ir ganando en la Liga sin darle importancia a la brillantez del juego, llegar en la Copa del Rey hasta dónde se pueda y morir en la Liga de Campeones.
Empieza a ser un comentario generalizado en los partidos del Barcelona: gana, pero no divierte. De la victoria contra el Girona (0-2) sale con las mismas sensaciones. El equipo de Ernesto Valverde tiene más puntos que buen fútbol y por muchos momentos aburre. Es la rutina del Barça para mandar en la cabeza de la Liga. Un equipo más práctico que brillante en el que preocupa, especialmente, el nivel tan pobre de juego que está mostrando Coutinho. Del brasileño, titular en Montilivi por la baja de Dembélé, se esperaba una mejor respuesta o algo que empiece a convencer de que estamos ante un futbolista especial. Ni da el paso ni se le espera. Su apatía justifica que vuelva al banquillo cuando esté recuperado Dembélé. Con el francés, el juego tiene otra velocidad y eficacia. Coutinho es uno de los culpables de la vulgaridad en la que ha caído el estilo de los culés. El otro señalado es Arturo Vidal.