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Diego Laínez o por qué en el Betis le han quitado el apodo del Príncipe de los Enanos
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LA VIDA EN SEVILLA DE LA GRAN PROMESA MEXICANA

Diego Laínez o por qué en el Betis le han quitado el apodo del Príncipe de los Enanos

Con 18 años, la perla de México Diego Laínez ya ha debutado con la Tri, admira a Guardado y a Canales y ahora quiere romperla en España... concretamente con la camiseta del Betis

Foto: Presentación de Diego Laínez. (EFE)
Presentación de Diego Laínez. (EFE)

Diego Laínez (18 años) siempre apuntó muy alto desde sus escasos 167 centímetros. Y, pese a ser bajito, mira a los ojos del rival como si de un león con hambre se tratara. En México comenzaba a ser príncipe de los enanos (que así lo llamaban en el vestuario del América), pero en el Betis ha sido recibido como un Faraón. De padre entrenador y hermano también futbolista, Diego la quiere romper en España. Él es chiquito pero matón (sobre el césped).

Mauro Laínez, su padre, es licenciado en Educación Física y tiene el título de entrenador de fútbol. Mary Carmen Leiva, su madre, es profesora y directora de un colegio en Villahermosa (Tabasco), ciudad natal del futbolista. Su mamá asegura que Diego es muy goloso y obstinado. Pero de una madurez encomiable. Distinto a Mauro, su hermano y también futbolista (juega en el Lobos Buap, de Puebla), más aniñado pese a ser cuatro años mayor. Diego es terco, asegura su progenitora, que quiere quitarle de la cabeza una idea metida entre sus pobladas cejas: llegar a ser un día arquitecto. Antes deberá aprobar el preuniversitario.

A bueno y bragado le ganan pocos a Dieguito. Que le pregunten, si no, a Matt Miazga, el gigantón zaguero de Estados Unidos, que tuvo un feo gesto con el zagal justo el día de su debut con la selección mexicana. Miazga recibió una entrada sin miramiento de Diego y fue a comerse al rival. Trató de pegar su nariz con la del chamaquito. Pero en lugar de eso, puso una mano a un palmo de su cabeza en señal de superioridad. Los compañeros de la Tri se querían comer al pinche Goliat por haber despreciado al cuate. En el fondo, Miazga logró su propósito de descentrar al adversario. México terminó perdiendo por 1-0 ante el prepotente vecino del norte. Laínez, al final del choque, dio prueba de tener muy claras sus ideas: “Me da igual lo que hagan o digan los demás, cada quién tiene su forma de pensar”.

Quince millones pagó el Real Betis para convencer a los dirigentes del América y el preciado tesoro de las 'Águilas', que así llaman al campeonísimo azteca, sacó el primer pasaje para volar a Sevilla, a la Liga, una competición de solera, que le abrió la puerta grande a varios de sus paisanos. Uno de ellos, Andrés Guardado, una leyenda en la Tri, y uno de los capitanes del Betis, es el anfitrión del chaval y su familia en Sevilla.

El ultimátum a sus padres

Diego Laínez dio un ultimátum a sus padres: “O vienen conmigo o no viajo, porque yo soy muy chico y quiero tener muy cerca a los míos”. El único de los Laínez que no ha podido viajar es su hermano Mauro, pues su esposa se encuentra embarazada y está a punto de dar a luz a un Maurito. El tío Diego, según asegura, ha comprado en la boutique del Real Betis una equipación completa de futbolista para bebés. El niño, cuando nazca y berree, será un verderón más. Diego también compró unas cuantas camisetas con el dorsal 22, que es el número que luce, para regalar a las amistades en México.

En el club verdiblanco, en especial en el área de márketing, se frotan las manos porque el chaparrito Laínez, o la hormiga atómica, se perfila como un futuro boom en su país como antaño lo fue Giovanni dos Santos o Luis García.

Lo cierto es que Dieguito, blindado con una cláusula de 75 millones de euros, ha caído de pie en la afición heliopolitana, que vitoreó al futbolista cuando hizo su aparición y celebró con él la primera victoria con su nueva camiseta. Será, dice con desparpajo, la primera de muchas. En una de las graderías se encontraba la familia Laínez Leiva, todos con bufandas verdiblancas. Después marcharon a pasear al centro histórico de su nueva ciudad, donde admiraron la Catedral, degustaron un buen pescado del mar de Cádiz y el niño Dieguito pidió algún dulce con cajeta (parecido al dulce de leche). Se quedó prendado con unos mocasines diminutos que vio en un escaparate de niños, ideales para el sobrino Mauro, el futuro compadrito de Diego.

Buen 'feeling' con Sergio Canales

Laínez lleva pocos días transpirando Betis, y asegura que se entiende ya de maravillas con todos, en especial con el montañés Sergio Canales, ese rubio de rostro aniñado y vista depredadora, que es ídolo de los béticos y una de las claves de un equipo que gallea por las alturas de la Liga.

En Sevilla vivirá Diego Laínez en el exclusivo barrio de Simón Verde, en pleno Aljarafe, cerca de las viviendas de varios compañeros del Betis. Sus padres, en unos días, le harán las cosas y dejarán engrasada la maquinaria de rutina que facilite la vida de Diego Laínez fuera de las canchas. Su madre piensa cruzar el charco las veces que sean necesarias. Sabe que en el Betis estará en buenas manos. Su chamaco cayó de pie: ya lo ven como un nuevo faraón.

Diego Laínez (18 años) siempre apuntó muy alto desde sus escasos 167 centímetros. Y, pese a ser bajito, mira a los ojos del rival como si de un león con hambre se tratara. En México comenzaba a ser príncipe de los enanos (que así lo llamaban en el vestuario del América), pero en el Betis ha sido recibido como un Faraón. De padre entrenador y hermano también futbolista, Diego la quiere romper en España. Él es chiquito pero matón (sobre el césped).

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