En el camino de Luis Enrique la victoria importa menos que las sensaciones
Luis Enrique va trazando poco a poco su equipo. Algunas de las incorporaciones, como Bartra o Alcácer, han descubierto que hay una buena cantidad de talento que se puede agregar
Hubo un tiempo, no lo suficientemente lejano como para ser olvidado, en el que España era la campeona del mundo de los amistosos. Y de las fases clasificatorias. La historia era que el equipo se mostraba tan capaz de ganar en partidos intrascendentes -y en categorías inferiores- como proclive a pegársela en las grandes citas en cuartos de final, si es que se llegaba a tanto. No valía con eso, por supuesto, había el inconformismo propio del que se cree más grande que sus resultados, pero lo cierto es que hasta el cuatrienio magnífico nadie era capaz de trazar a España como un equipo campeón. Todo lo más, poderosa cuando no había nada en juego. El fútbol de selecciones es un continuo suponer hasta que, cada dos años, los vaticinios se convierten en realidades. Luis Enrique tiene, por lo tanto, dos años para ir testando, para construir un equipo más que una selección, encontrar sus nombres y otorgarles una idea de juego. Para eso sirve la liga de naciones, un amistoso y, en realidad, cualquier rato en el que pueda coincidir con todos aquellos que, en la Eurocopa, tratarán de lustrarle todavía más el historial como técnico.
En esa idea, y como cambio más claro con respecto al pasado, se ve una intención por buscar el balón cuando se ha perdido. La presión alta es un sinónimo de exigencia, pues les estás pidiendo a tus delanteros que muerdan cuando han perdido el esférico, que corran más y que luchen, conceptos todos que serían indiscutibles si no fuese porque el físico se agota, los futbolistas necesitan estar frescos para después concluir con agilidad. Además, la presión alta no permite un repliegue máximo, así que una vez el rival es capaz de pasar esas primeras líneas de defensa el ataque se convierte en más sencillo para ellos. No importa, esa es la doctrina, y es lógico que sea así, los mejores equipos tienen un gran talento físico y futbolístico, deben ser capaces de resistir esas cargas de trabajo y, a pesar de todo, luego estar lo suficientemente frescos para buscar los caminos hasta el gol.
"El que aproveche la oportunidad y vuele, tendrá minutos", comentaba esta semana el técnico. Dice Luis Enrique que maneja una lista de más de 70 jugadores y que todos los que vayan apareciendo tendrán su opción. Marc Bartra, dejado de lado en la primera convocatoria, demostró en esta segunda que él puede ser parte de los planes del técnico. No solo por el gol, que siempre suma, sino porque recordó que es un central con unas peculiares características que le hacen una opción clara para el equipo. Se lo pueden contar a Setién, que no encontraba el modo de que su defensa no naufragase hasta que llegó él. No lo hizo con dureza, porque la crítica a Bartra es la opuesta, es más bien blando. Pero sabe sacar el balón, así que lo que consiguió en su Betis es reducir de manera drástica los fallos tontos que se cometían en defensa y que casi siempre terminaban en gol. En esta España, un central así es necesario.
También por el tema de la presión, que hace que el equipo se estire y que todos los jugadores tengan que ser capaces de aventurarse a pensar en jugadas que supongan unos cuantos metros de más. Si el mediocentro ha tenido que ir a la medular, el Bartra de turno necesitará un pase largo, menos seguro. O salir con el balón jugado desde atrás, con todo el riesgo que eso conlleva. Lo de crecer en la Masía no es un seguro de nada, pero sí que es obvio que en este jugador esos conceptos futbolísticos están asegurados. No será el más rápido ni el más duro, pero en una España llena de centrales mediocres, puede tener su opción.
Las oportunidades son reales
En realidad, y para ser sinceros, cualquiera que no se llame Jordi Alba tiene opciones de acudir a esta Selección en la que no tienen lugar las jerarquías y si los méritos. El caso más evidente es el de Alcácer, claro, que en un par de semanas en Alemania se ha abierto un hueco, pero en general es demostrable con cualquiera, desde Jonny hasta Pau pasando por Kepa. Ese, al menos en el principio de la andadura, es un buen mensaje de Luis Enrique al fútbol español. Es cierto que, con el tiempo, esas listas se irán reduciendo, el núcleo duro se irá afianzando hasta tener el equipo que busca el asturiano, que como metódico y cabezón que es prefiere dejar pocas cosas a la improvisación.
Cuando ese núcleo se forme definitivamente, Rodri estará entre los hombres clave. Más aún si se tiene en cuenta el modo de jugar de este equipo. Porque todos los elogios que se le ponen, que son los mismos que durante su vida ha recibido Busquets, son merecidos. Es verdad, no serán jugadores de salir en los mejores momentos, no son vibrantes y serán definidos siempre, para bien o para mal, como la extensión del entrenador en el césped. Va con el cargo, pero la frase manida no le quita importancia ni dificultad a su labor. Rodri ha demostrado, y demostrará mucho más, que es un jugador con la inteligencia táctica y el temple para en un futuro llenar los zapatos que, por edad, dejará Busquets. Y es una paradoja, porque para muchos el catalán era el más irreemplazable de toda su generación, más incluso que Iniesta o Xavi. Ellos aún buscan recambio de verdad, pero el atlético parece perfectamente diseñado para ponerse en esa posición y que el juego no cambie.
En tiempos recientes otra de las preocupaciones ha sido la del ariete. Porque sí, la carga del ataque no tiene que pasar por un solo futbolista, no se debe esperar tanto de tan pocos, el juego de equipo será siempre la clave y la España dorada tenía un buen delantero en Villa, pero cuando este faltó se las ingenió para seguir a la misma altura. Se puede plantear que el delantero no es imprescindible, pero su presencia es un poco como aquel adagio de que el dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla. Si España encontrase un tipo que resolviese casi sin pensar estaría muchísimo más cerca del éxito de lo que se encuentra ahora.
¿Y Morata?
Dos goles fueron de balón parado, de cabeza, de los centrales, lo cual siempre es una buena manera, pero casi nunca es la estrategia la que define a un campeón. Puede servir para cierto tiempo, como demostró Inglaterra el pasado verano, pero nunca será suficiente por sí misma para llevar a un equipo a lo más alto. Los otros dos goles fueron de Alcácer, un delantero que se parece poco al resto de los que tiene España, para bien y para mal. Es un gran goleador, con instinto, con la portería siempre en la cabeza, acostumbrado a vivir en el área más que otra cosa. En el Barcelona piensan, probablemente con razón, que su juego es de dimensión limitada. Su aportación al juego no será demasiada, pero igual le sirve para quedarse. Como titular o como revulsivo. Si se pregunta si él o Morata, y solo se deja ver este partido, no hay dudas. El delantero madrileño, que por técnica sería la primera opción, se volvió a mostrar torpón y perdido. Hay un universo paralelo en el que es una estrella mundial, una especie de Torres con más gol. En este hay fogonazos de buen jugador, pero no estabilidad en ese traje.
Y mientras tanto, Luis Enrique va apuntando. En sus primeros días como entrenador del equipo recordó que quizá no hay tanto talento como hubo antes, que probablemente España ahora mismo está por detrás de ocho o nueve equipos y que ahí está él para cambiar ese rumbo. Tiene lo suyo un poco de ponerse la venda antes de la herida, rebajar expectativas para actuar con tranquilidad. Son maneras de hacer, aunque si la intención es que el público espere menos que ser campeones, lo lleva claro. En el espíritu de un buen hincha está siempre el optimismo. Se puede perder, sí, pero no se puede ir a una gran cita pensando que se perderá. Si eso pasa, que es siempre lo más probable, ya llegarán los catastrofistas para elevar el dedo índice y pronunciar un amargo: "Os lo advertí"
Hubo un tiempo, no lo suficientemente lejano como para ser olvidado, en el que España era la campeona del mundo de los amistosos. Y de las fases clasificatorias. La historia era que el equipo se mostraba tan capaz de ganar en partidos intrascendentes -y en categorías inferiores- como proclive a pegársela en las grandes citas en cuartos de final, si es que se llegaba a tanto. No valía con eso, por supuesto, había el inconformismo propio del que se cree más grande que sus resultados, pero lo cierto es que hasta el cuatrienio magnífico nadie era capaz de trazar a España como un equipo campeón. Todo lo más, poderosa cuando no había nada en juego. El fútbol de selecciones es un continuo suponer hasta que, cada dos años, los vaticinios se convierten en realidades. Luis Enrique tiene, por lo tanto, dos años para ir testando, para construir un equipo más que una selección, encontrar sus nombres y otorgarles una idea de juego. Para eso sirve la liga de naciones, un amistoso y, en realidad, cualquier rato en el que pueda coincidir con todos aquellos que, en la Eurocopa, tratarán de lustrarle todavía más el historial como técnico.
- Lío en la Selección: ¿por qué Iñigo Martínez va con Euskadi tras no jugar con España? Rubén Rodríguez
- Jordi Alba paga la chulería de Luis Enrique ("me invento lo que quiero") y Luis Rubiales Kike Marín
- El último 'truco' de Bale que no cuela en el Real Madrid: prohibido jugar contra España Ulises Sánchez-Flor