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Lopetegui da una vida más a Keylor Navas o lo que es engordar para morir
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courtois vio la goleada en el banquillo

Lopetegui da una vida más a Keylor Navas o lo que es engordar para morir

Julen Lopetegui consigue su primera goleada en la Liga con Keylor Navas en el once. El Madrid ganó al Girona con dos caras -aburrido y desatado- y el belga espera su oportunidad

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Si el proyecto adolece de ilusión por la falta de fichajes de relumbrón, lo que le faltaba al madridismo es que el entrenador no ponga a las caras nuevas y le salga uno de esos partidos en los que tienes largos periodos de bostezos. En Girona (1-4), el Real Madrid tuvo dos caras. Aburrida en la primera parte y desatado en la segunda. Goleó, pero no fue regular ni sólido y esta es la asignatura pendiente de un equipo que se ha puesto como objetivo ganar la Liga. La noticia del partido volvía a estar en la alineación. Julen Lopetegui está cautivado por las maravillas de un vestuario que reclama el cariño para el portero que ha ganado las tres últimas Champions, que es un excelente profesional, un compañero ejemplar y ha sufrido la presión de buscarle sustitutos dentro (Kepa) y fuera (De Gea) de España. El entrenador se mueve en la fina línea entre los intereses de la plantilla y los del club. Cuidado con quemarse por no tener prisa de meter ya al fichaje estrella de este verano. ¿Por que alguien se cree que cuando a Florentino le dieron la hoja de las alineaciones en Montilivi no sujetó bien las gafas para ver, otra vez, a Courtois en el banquillo y a Keylor Navas de titular?

El club ha fichado al portero belga para que juegue lo antes posible y el chico está impaciente porque el día antes de viajar a Girona dejó un mensaje en las redes sociales para despejar dudas: “Listo para el partido de mañana”. Su gozo en un pozo. Lopetegui tiene la sensibilidad a flor de piel, sobre todo desde que Rubiales le cortara la cabeza a las puertas del Mundial, y empatiza con el costarricense y su guardia pretoriana.

El entrenador decidió estirar el chicle de Keylor Navas en el once contra el Girona para justificar que no ha llegado para hacer una revolución sino la manida transición dulce que un día vendió Del Bosque tras el fracaso en el Mundial de Brasil y al que se agarró después Lopetegui cuando cogió la Selección. Le podía salir bien, mal o regular la elección de mantener a Navas en el once, pero puso en una balanza el respeto del vestuario o la alegría del club. Apuesta, de momento, por lo primero porque ya lo ha demostrado con la decisión de no contar con Vinicius y mandarlo a que se foguee en el Castilla.

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En esa balanza también pondera que Courtois estará más despierto por esa ansiedad de querer coger el trono de Keylor. No es mala la elección desde el punto de vista técnico porque sube la competitividad. Courtois se tiene que comer a bocados a Keylor en los entrenamientos para que Lopetegui no se le ponga la cara roja ante el tico ni los capitanes. Habrá que esperar a la siguiente jornada, el próximo sábado contra el Leganés, para comprobar cuánta vida tiene Keylor o ya nos iremos a la cuarta jornada en San Mamés, contra el Athletic -15 de septiembre- . La espera se haría muy larga si Courtois no juega antes del parón de selecciones para un presidente que ha fichado a dos porteros (Courtois y Lunin) y juega el que defendió con uñas y dientes Zidane para luego dar con un portazo en las narices.

Esto es un engordar para morir en toda regla, se ponga como se ponga Julen Lopetegui. Puede alagar todo lo que quiera la vida en la portería de Navas y hacerse valer o respetar los códigos del vestuario, pero no tiene otro camino que Thibaut Courtois entre el once y sea indiscutible. Lo tendrán que aceptar los compañeros ultra defensores de las jerarquías.

placeholder Courtois, en el banquillo de Montilivi. (Efe)
Courtois, en el banquillo de Montilivi. (Efe)

Asensio y su picardía

Al Madrid le sacó del apuro dos acciones de Marco Asensio en el área que valieron para meterle en el partido después de una primera parte en la que la tónica fue la fragilidad defensiva que aprovechó, sobre todo, Portu para volver loco a Marcelo. En el gol del Girona acabaron por los suelos Casemiro y Keylor Navas como fichas de dominó. Cuando al Madrid le hagan un gol se tenderá a pensar si se lo hubieran marcado a Courtois en las mismas circunstancias o con los centímetros del belga se llena más la portería. Es fútbol ficción, pero para eso se le ha fichado. El caso es que Navas fue víctima de la debilidad defensiva e iba camino de quedar señalado hasta que una de las pocas acciones en ataque de sus compañeros se resolvió con una caída de Asensio tras una tímida zancadilla de Muniesa. A falta de pegada, Marco Asensio tiró de picardía para rebañar una pelota. El penalti lo marcó Sergio Ramos, a lo Panenka, y el Madrid recuperó el pulso del partido a falta de siete minutos para el descanso.

El rapapolvo de Lopetegui en el descanso tuvo que ser importante porque los jugadores salieron enchufados en el inicio del segundo tiempo, con más tensión y vértigo para llegar a la portería rival. El Madrid se había enredado con la pelota y aparecieron los que mejor interpretan lo que es ser práctico en el fútbol. Asensio y Bale. Otro penalti provocado en una internada de Marco Asensio desequilibró el partido. En esta ocasión lo marcó Benzema -detalle de Sergio Ramos al cederle la pelota-. Le hacía falta porque no había disparado a portería en 52 minutos y el '9' necesita carros de confianza para enchufarlas. El efecto fue tan positivo que, ya sin Isco y con Modric en el campo, el francés hizo el doblete. Gareth Bale había hecho antes el tercero en una galopada. El Girona se diluyó como un azucarillo ante un Real Madrid que conserva el carácter y remonta. Lo que se barruntaba como un descalabro acabó en goleada y con una buena estirada de Keylor Navas. Courtois lo presenció desde el banquillo agarrado a una botellita de agua. Menudo trago para el belga.

Si el proyecto adolece de ilusión por la falta de fichajes de relumbrón, lo que le faltaba al madridismo es que el entrenador no ponga a las caras nuevas y le salga uno de esos partidos en los que tienes largos periodos de bostezos. En Girona (1-4), el Real Madrid tuvo dos caras. Aburrida en la primera parte y desatado en la segunda. Goleó, pero no fue regular ni sólido y esta es la asignatura pendiente de un equipo que se ha puesto como objetivo ganar la Liga. La noticia del partido volvía a estar en la alineación. Julen Lopetegui está cautivado por las maravillas de un vestuario que reclama el cariño para el portero que ha ganado las tres últimas Champions, que es un excelente profesional, un compañero ejemplar y ha sufrido la presión de buscarle sustitutos dentro (Kepa) y fuera (De Gea) de España. El entrenador se mueve en la fina línea entre los intereses de la plantilla y los del club. Cuidado con quemarse por no tener prisa de meter ya al fichaje estrella de este verano. ¿Por que alguien se cree que cuando a Florentino le dieron la hoja de las alineaciones en Montilivi no sujetó bien las gafas para ver, otra vez, a Courtois en el banquillo y a Keylor Navas de titular?

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