La Supercopa no profesional de Tánger, el enésimo incendio de Luis Rubiales
La infinita capacidad de la nueva federación para líar la madeja ha logrado enfadar al Sevilla y lograr un partido con implicaciones que saltan del fútbol para entrar en la geopolítica
Lo que nadie le puede negar a Luis Rubiales es que la federación ha cambiado radicalmente con su llegada. Del letargo institucionalizado previo, en el que las cosas se movían lentas como placas tectónicas, a una aceleración constante de cientos de procesos, una catarata de decisiones, tomas de posturas y notas de prensa incesantes que se amontonan en la bandeja de entrada. Se ha tomado muy a pecho ese 'adagio' de los políticos que asegura que lo que no hagas en los dos primeros meses ya no saldrá adelante. Y para bien y para mal, que de todo ha habido, ha conseguido que la federación, tantas veces secundaria en la actualidad, se haya colocado en medio del foco mediático.
Como campo batalla, y a falta de guerras mejores, la Supercopa. Rubiales se encontró una situación complicada al llegar, y es que en este año de Mundial las fechas para disputar el torneo como se hace tradicionalmente, a doble vuelta, eran escasas. A eso se le sumaba el interés del dirigente por ponerse en medio de la conversación, así que decidió, contra la opinión del Sevilla, uno de los participantes, que se disputase en un solo encuentro. Había que encontrar un lugar para jugar y la solución llegó en el estrambote: Tánger.
Es cierto, la logística en España iba a ser complicada en cualquier caso. ¿Qué campo neutral querría acoger un partido de una competición que a casi todo el mundo da pereza? El Sevilla apostaba porque se jugase en... Sevilla y es que ante el vicio de pedir la virtud de no dar. Pepe Castro, el presidente del club, preso de unas guerras internas que le obligan a ser más parlanchín de lo que a él le gustaría, se quejó amargamente de la decisión de ir a Tánger, pero nunca llegó a quitar a su equipo de la competición, como llegó a amenazar.
Competición que, según parece, no es profesional. Lo anunció la federación este sábado en un comunicado de sintaxis compleja. Lo más sorprendente, en todo caso, es que el texto decía que esto era así de siempre, así que esa mayoría de personas que pensaba que esto era un torneo más del calendario se equivocaban. De fondo, que el Barcelona tiene cuatro extracomunitarios y quieren que jueguen todos. El Sevilla, en enfado creciente, señala que son capaces de impugnar este partido si a Valverde se le ocurre meter a todos en el campo.
Las formas son, incluso, más difíciles de explicar. Si la federación considerada que esta norma no ha cambiado, si ha sido así siempre ¿a cuento de qué se anuncia que la vida sigue igual? no hay comunicación alguna sobre el encaje de esta competición, ahora no profesional y resumida en un partido, dentro del calendario normativo, así que se supone que los sancionados que salgan de la contienda no podrán jugar en la liga. Y Sergi Roberto no puede jugar por una sanción previa. Claro que él vio la roja en una competición profesional y esta no lo es. Todo complejo como un cuadro de Escher.
La relaciones España-Marruecos
El ambiente está enrarecido, por las formas y los fondos. También porque Tánger no es un lugar habitual para el fútbol español. Es cierto que antes otros países, Francia e Italia, pusieron este torneo de pretemporada con ínfulas en el extranjero, pero en España no había sucedido nunca. Y, desde luego, no es lo mejor que la decisión se tome a un mes del partido y no con la calma y el estudio suficiente. Rubiales, eso sí, se ha adelantado a Javier Tebas, que plantea desde hace tiempo la posibilidad de llevar la liga fuera de las fronteras españolas.
No está de más recordar que la frontera entre España y Marruecos es una de las más desiguales económicamente del mundo. Cuando la federación decide mandar un partido a un país con importantes problemas de respeto a las libertades, sabe que van a salir noticias sonrojantes desde el punto de vista de los derechos humanos. La agencia EFE contaba en un teletipo que la policía lleva semanas haciendo redadas para retirar mendigos, vagabundos y vendedores ambulantes.
Nada nuevo, por otro lado, porque el deporte se ha acostumbrado a mirar a otro lado cuando visita lugares en los que el nivel de vida está lejos del de países occidentales. La policía marroquí se ha visto reforzada estos días, algo que también es habitual en visitas de estado y otros grandes acontecimientos.
Hay, además, un componente geopolítico importante en el hecho de que este partido, tan español, se jueguen en Marruecos. Tiene todo algo más que el regusto de transacción comercial a gran escala que suelen tener estos encuentros, y quizá lo que más marca ese hecho es la presencia de Fernando Grande-Marlaska. No es común que el ministro del Interior viaje a un partido concreto, pero en este caso cogerá el avión y se plantará en el Stade Ibn Battouta. Marruecos y España comparten una frontera y mil problemas, desde las oleadas de inmigrantes hasta las cuotas pesqueras pasando por el siempre espinoso asunto del Sahara. Aunque es improbable que Luis Rubiales reflexionase mucho sobre las relaciones bilaterales de ambos países, lo cierto es que este partido puede servir como nexo de unión.
Por su parte, Marruecos ha hecho lo suficiente para llevarse el partido. Pagar la fiesta, básicamente. Se prevé que el principe heredero esté en el estadio, ocupando un palco, y los dos equipos españoles, a pesar de las quejas sevillistas, han terminado aceptando la solución. Quizá, porque la organización paga el desplazamiento, la logística y una generosa cantidad a la que muy dificilmente se hubiese llegado en un campo neutral en España, previsiblemente vacío.
Nadie aclara si esta idea es para quedarse, si los próximos años se jugará esta competición a uno o dos partidos, si será profesional o no, si volverá a Tánger o a China. Esta semana, como tantas otras veces, la sensación de constante improvisación ha sido importante. El tiempo dirá.
Lo que nadie le puede negar a Luis Rubiales es que la federación ha cambiado radicalmente con su llegada. Del letargo institucionalizado previo, en el que las cosas se movían lentas como placas tectónicas, a una aceleración constante de cientos de procesos, una catarata de decisiones, tomas de posturas y notas de prensa incesantes que se amontonan en la bandeja de entrada. Se ha tomado muy a pecho ese 'adagio' de los políticos que asegura que lo que no hagas en los dos primeros meses ya no saldrá adelante. Y para bien y para mal, que de todo ha habido, ha conseguido que la federación, tantas veces secundaria en la actualidad, se haya colocado en medio del foco mediático.