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La debilidad de este Barcelona: por dónde puede meter mano el Sevilla

La Supercopa en Tánger enfrenta al Barcelona y al Sevilla. La última vez que se cruzaron en una final la diferencia fue enorme a favor de los azulgrana, ahora tratarán de revertirla

Foto: El Sevilla, el jueves contra el Zalguiris. (EFE)
El Sevilla, el jueves contra el Zalguiris. (EFE)

La última escena de un Sevilla-Barcelona tiene a Iniesta levantando al cielo una Copa del Rey en el Metropolitano y una afición entera reprochando a los suyos el ridículo que les estaban haciendo pasar. Fue una masacre. El Barcelona no solo ganó el torneo, que por otro lado no era más que un refuerzo a la lógica del partido, sino que pasó por encima de los hispalenses. Montella, entrenador en aquel tiempo, balbuceaba excusas: mejor llegar y perder que no llegar, no fue para tanto, los otros partidos... la diferencia futbolística fue descomunal. Unos meses después, el crucigrama es el mismo y la posición de partida suena similar. Hay un favorito, el campeón de Liga y Copa, y un Sevilla que quiere cambiar lo previsible.

El deseo está ahí, la parte dura es el cómo. Lo primero, y después de aquel partido es importante, es saber que Iniesta no estará ni siquiera en el país. Parece una exageración, pero en aquella final de Copa del Rey el de Fuentealbilla fue el genio de costumbre. Es cierto, su físico está menguando, ya no tenía para una temporada entera en su nivel de excelencia. Su ausencia, en todo caso, juega un factor en el nuevo Barça, en el estilo del equipo, incluso en el campeonato entero. Ese es su tamaño. Recordando la final del Metropolitano, Iniesta se movió por todo el campo, estructuró la ofensiva azulgrana y consiguió que su equipo llegase con frecuencia al área rival.

Foto: Mbappe (d) en su último partido oficial con el Monaco. (Reuters)

Ese es, precisamente, el primer lugar en el que el Sevilla tiene que fijarse para poder hacer daño al Barcelona. El centro del campo azulgrana ya no tiene a Iniesta, hace tiempo que tampoco a Xavi, y debe reconstruirse. Busquets terminó la temporada algo alicaído, Arthur es nuevo y tiene todavía que aprender sus funciones y Rakitic, que a buen seguro jugará por allí, no jugará de inicio por escasa pretemporada. Él llegó a la final del Mundial. La construcción del juego, que siempre fue el orgullo de los azulgrana, puede ser desafiada. Una buena presión, que en otros tiempos era inerme, ahora puede hacer dudar al favorito.

placeholder Messi y Suárez, en la pretemporada. (EFE)
Messi y Suárez, en la pretemporada. (EFE)

Mejor forma física

La presión nos lleva a otra de las ventajas que pueden tener los sevillistas contra el Barcelona, y es que llevan ya unas cuantas semanas entrenándose. Nadie quiere un rosario de rondas previas como el que el Sevilla está teniendo en la Europa League, pero eso les ha obligado a coger la forma un poco antes. En Tánger hará calor, que no hemos dejado de repente de estar en agosto, y llevar ya unos días castigándose es una ventaja. Más todavía para el Sevilla, que es un equipo que tradicionalmente ha construido equipos duros, con jugadores enteros y corretones.

Valverde no ha tenido esa suerte. A la gira estadounidense fueron pocos jugadores y casi ninguno importante. El equipo ya está ensamblado del año previo, son escasas las modificaciones, pero prácticamente no ha tenido tiempo para cuidar del físico de sus hombres. El fútbol en pretemporada es lento e impreciso, y en esta pretemporada es posible que el Barcelona no se salga de esas líneas que marca el calendario. Su gran cantidad de jugadores en el Mundial es también un problema para estos primeros pasos de competición, la carga de partidos es grande y el descanso escaso.

Todo eso lleva a pensar en Leo Messi y las maneras de detenerlo. Se puede conjeturar que él todavía estará algo verde en su estado físico e, incluso, algo tocado por el catastrófico Mundial de Argentina. Es una línea de pensamiento positiva para el sevillismo, pero quizá algo irreal, la pulga no necesita demasiado para montar una revolución y a estas alturas de su vida ya tiene cierta costumbre en que su selección sea un descalabro. ¿Cómo se detiene a Messi? Es una pregunta antigua e irresoluble, pero probablemente Pablo Machín tiene un plan.

Ha fichado por el Sevilla con fama de genio táctico. A él le convocó Lopetegui, cuando era seleccionador, para preguntarle cómo era una defensa de cinco. No porque quisiese ponerla, sino porque para atacarla hay que entenderla. En el Girona consiguió un equipo compacto, muy efectivo, un equipo de autor en el que se notaba su mano en todos los detalles. Quizá sea un poco pronto para verlo y, seguro, demasiado pronto para exigírselo, pero este Sevilla tiene entrenador, uno de esos que vienen desde abajo ganándose las oportunidades, a los que nunca les han regalado nada. Tiene el fútbol en la cabeza y remedios para casi todo.

placeholder Pablo Machín, en el Pizjuán. (EFE)
Pablo Machín, en el Pizjuán. (EFE)

La clarividencia táctica de Machín

El año pasado, de hecho, ya se enfrentó con Messi. Lo que hizo fue ponerle a Maffeo a correr tras él, en una labor dura que, en el fútbol moderno, solo es concebible con una defensa de cinco de esas con las que él suele jugar. Puede que opte por eso mismo ahora, aunque es casi más probale que encuentre una manera nueva de afrontar los problemas de siempre, porque así lo hacen quienes se pasan la vida pensando en el fútbol.

No bastará con defender, ni siquiera si consiguen la difícil empresa de ralentizar a Leo Messi. Atacar, quizá por la izquierda. Ya el año pasado era el flanco más débil de los azulgrana, que siguen sin encontrar su solución para los próximos años. Sergi Roberto, que quizá fue el más utilizado la pasada temporada, tiene en realidad alma de centrocampista y es más útil en posiciones centrales que por la derecha. Semedo, fichado el año pasado, demostró en su primera temporada que puede ser servicial, pero no brillante, e intentar buscarle un fallo.

Foto: Pablo Machín llegó este verano al Sevilla tras cuatro años en el Girona. (EFE)

En ese sentido, los centrales del Barcelona también pueden estar en buen momento para ser atacados. Umtiti, campeón del mundo, no llega a la cita y Piqué, que también se pasó su tiempo en Rusia, es un central al que le cuesta un poco encontrar su mejor forma. El Sevilla sigue con una plantilla similar a la del año pasado y, consecuentemente, también con esa nómina un poco engañosa de delanteros buenos pero no brillantes, con gol pero no suficiente, todos con cara de secundario de la película.

Sarabia, Roque Mesa, el mudo Vázquez y, especialmente, Banega. El Sevilla puede ser un equipo muy creativo y a eso se tiene que dedicar en Tánger, a ensanchar lo máximo posible el campo e intentar sorprender a un equipo que, de tanto como ha ganado, ha llegado a parecer difícil de batir. Agosto, de todos modos, es siempre un buen momento para que se vean cosas nuevas. Todo está por empezar, pero ya hay un título sobre la mesa.

La última escena de un Sevilla-Barcelona tiene a Iniesta levantando al cielo una Copa del Rey en el Metropolitano y una afición entera reprochando a los suyos el ridículo que les estaban haciendo pasar. Fue una masacre. El Barcelona no solo ganó el torneo, que por otro lado no era más que un refuerzo a la lógica del partido, sino que pasó por encima de los hispalenses. Montella, entrenador en aquel tiempo, balbuceaba excusas: mejor llegar y perder que no llegar, no fue para tanto, los otros partidos... la diferencia futbolística fue descomunal. Unos meses después, el crucigrama es el mismo y la posición de partida suena similar. Hay un favorito, el campeón de Liga y Copa, y un Sevilla que quiere cambiar lo previsible.

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