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La nube que llena de sombras la vida de Dembélé en el Barcelona
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preocupación con el atacante francés

La nube que llena de sombras la vida de Dembélé en el Barcelona

Las dudas que cualquier aficionado pudo sentir tras verle jugar media hora desastrosa ante el Getafe, son las mismas que empiezan a tener dentro del club, dentro del vestuario...

Foto: Las dudas crecen con Dembélé en el interior del Barcelona. (EFE)
Las dudas crecen con Dembélé en el interior del Barcelona. (EFE)

A todos nos resulta familiar la imagen de un cómic de una figura melancólica con una nube sobre su cabeza que jarrea agua y le persigue mientras a solo unos metros los demás disfrutan del sol. En el FC Barcelona esa figura es ahora mismo Ousmane Dembélé. Al francés no hace más que lloverle encima y, por el momento, no se sacude el agua ni la sensación de fragilidad. Con solo 20 años —y siendo el segundo fichaje más caro del club azulgrana después de Coutinho— acaba de salir de su segunda lesión, apenas ha jugado y en su reaparición dejó más dudas que certezas. Le caen ahora también las críticas y la incógnita es si está preparado para afrontar una presión semejante y salir airoso. Sólo el tiempo tiene la respuesta, pero empieza a preocupar su situación. Y no por lo que dicen las teles, las tertulias o las redes sociales. La inquietud viene de dentro.

Las dudas que cualquier aficionado pudo sentir después de verle jugar media hora desastrosa ante el Getafe, donde su única aportación fue una asistencia a Luis Suárez que el uruguayo no aprovechó y una sucesión de errores incomprensibles y malas decisiones en pases teóricamente fáciles, son las mismas que empiezan a tener dentro del club, dentro del equipo, dentro del vestuario. Y esa es la mala señal: la de dentro. Dembélé no ha cuajado todavía ya no en el esquema táctico, sino dentro del ecosistema azulgrana. Muy joven, introvertido, tímido, poco expresivo y físicamente frágil, delicado, es una combinación peligrosa cuando uno se enfrenta a las expectativas de un club como el Barcelona. La lesión en Getafe en septiembre a las primeras de cambio que le hizo pasar por el quirófano y estar de baja durante casi cuatro meses fue la puntilla: alejado de sus nuevos compañeros, sin convivir con las rutinas colectivas diarias nada más aterrizar, aumentó su sensación de forastero y la extrañeza también del resto respecto a él.

placeholder Yerri Mina ha encajado como un guante en el vestuario del Barça. (EFE)
Yerri Mina ha encajado como un guante en el vestuario del Barça. (EFE)

La fragilidad del 'mosquito'

Coutinho y Yerri Mina han tenido un encaje absolutamente diferente al de Dembélé. El primero ya conocía a Luis Suárez de su etapa en el Liverpool y le recibió con los brazos abiertos, lo que significó que inmediatamente Messi también lo hiciera y eso ya es empezar con muy buen pie. Mientras, el carácter extrovertido de Mina y su alegría contagiosa han hecho del colombiano el nuevo fenómeno del vestuario. El colombiano cae bien y en su primer partido como titular el pasado domingo se le vio tan desacomplejado que hasta Valverde tuvo que recordarle en un par de ocasiones que no descuidara su parcela marchándose a rematar al área contraria a las primeras de cambio y en cuanto le parecía que tenía ocasión. Dembéle, en cambio, está con la nube encima.

Son varias las voces desde el club y el equipo que ya han expresado en alto en círculos privados sus dudas sobre el francés. Dembélé está en tal momento de inseguridad que ahora mismo se confía más en la capacidad de Ernesto Valverde para dosificarle, recuperarle y devolverle la autoestima que en la del propio jugador. Será el Txingurri quien tenga que hacer de entrenador, padre y psicólogo todo en uno hasta que al futbolista deje de lloverle sobre la cocorota. Era previsible que necesitara un tiempo para adaptarse, pero Coutinho, por ejemplo, tampoco fue precisamente de los destacados el pasado domingo (fue sustituido en la segunda parte), y no parece sufrir ningún tipo de tensión por ser el fichaje más caro y el objeto de atención general.

Con cinco años más que Dembélé, su carácter también es otro, más abierto y despreocupado, tiene más seguridad en sí mismo, sin olvidar el abrigo que le han proporcionado Luis Suárez y Messi. El galo, en cambio, parece un crío perdido en unos grandes almacenes; rodeado, pero solo. Su compatriota Umtiti, que le recibió cuando fichó con un 'Bienvenue Mosquito' en las redes sociales, trata de echarle una mano, pero el delgaducho revolotea por el momento sin sentido. Es más, que este lunes no apareciera por la Ciudad Deportiva por unos problemas estomacales, según informó el club, también fue interpretado como una mala señal de puertas adentro. Media hora sobre el campo el día que reaparecía fue suficiente para descomponerle la tripa.

placeholder Ernesto Valverde, obligado a sacar a flote a Dembélé. (Reuters)
Ernesto Valverde, obligado a sacar a flote a Dembélé. (Reuters)

La paciencia es la clave

La evolución de Dembélé es imposible de predecir. Talentoso, excelente regateador y capaz de manejar los dos pies, aventurar ya, en febrero, que es un fiasco sería de necios. En el Barça confían en que escampe, que las lesiones le dejen en paz y se le despeje el panorama y la nube que ahora le atormenta. Coutinho no puede jugar en Champions y en cambio él puede ser muy valioso si consigue salir de la centrifugadora en la que parece estar metido.

Un buen partido, solo uno, un regate para recordar en un escenario o partido importante, una asistencia (un gol ya puestos sería ideal), y lo que ahora parece un día gris y nublado puede convertirse en una gloriosa primavera. Con lo que el club azulgrana pagó por él, sus 20 años y sus cualidades, todos están dispuestos a esperar a que ‘el mosquito’ vuelva, sí, y picando además de manera inmisericorde.

Hasta entonces, el Barça le ha puesto en manos de Valverde porque saben que tendrá paciencia y esperan que sepa administrar sus estados de ánimo apretando lo justo para sacar lo mejor de él sin agobiarle. Tiempo, tiempo, tiempo. Ante el desasosiego y la nube encima, a veces solo es una cuestión de tiempo ser consciente de que en algún momento dejará de llover. Dembélé todavía no lo sabe.

A todos nos resulta familiar la imagen de un cómic de una figura melancólica con una nube sobre su cabeza que jarrea agua y le persigue mientras a solo unos metros los demás disfrutan del sol. En el FC Barcelona esa figura es ahora mismo Ousmane Dembélé. Al francés no hace más que lloverle encima y, por el momento, no se sacude el agua ni la sensación de fragilidad. Con solo 20 años —y siendo el segundo fichaje más caro del club azulgrana después de Coutinho— acaba de salir de su segunda lesión, apenas ha jugado y en su reaparición dejó más dudas que certezas. Le caen ahora también las críticas y la incógnita es si está preparado para afrontar una presión semejante y salir airoso. Sólo el tiempo tiene la respuesta, pero empieza a preocupar su situación. Y no por lo que dicen las teles, las tertulias o las redes sociales. La inquietud viene de dentro.

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