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Lopetegui empuja a Thiago a dar el salto de madurez definitivo cinco años después
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el centrocampista obtiene galones en españa

Lopetegui empuja a Thiago a dar el salto de madurez definitivo cinco años después

Thiago debutó con España en agosto de 2011. En todo este tiempo, las lesiones y su inconsistencia le han impedido alcanzar ese rol de líder al que estaba llamado

Foto: Thiago debe ser una referencia de la Selección (Albert Gea/Reuters).
Thiago debe ser una referencia de la Selección (Albert Gea/Reuters).

Era el 10 de agosto de 2011. España era vigente campeona de Europa y del mundo y Del Bosque estaba tratando de incorporar al equipo a una serie de jugadores de gran talento para dar no sólo dar continuidad al estilo, sino potenciarlo. Uno de ellos era Thiago Alcántara. Había llegado su momento. Como pasa con muchos jugadores jóvenes que tienen la opción de elegir la nacionalidad que quieren representar de manera absoluta, a Thiago se le hizo debutar con España cuando apenas era un pipiolo imberbe. Con 20 años saltó al césped de San Nicola tras el descanso. Había elegido jugar con España, donde había vivido la mayor parte de su vida. Esa elección conllevó un peso enorme que debía soportar hasta nuestros días y más allá: ser el heredero de Xavi. Cinco años después de aquello, aún no sabemos si ese es su destino.

Foto: Julen Lopetegui observa el rondo de De Gea, Bartra, Alcácer y Silva (Javier López/EFE).

Thiago no estaba preparado para jugar con la Selección por aquel entonces, como tampoco lo estaba Munir cuando jugó su primer partido internacional hace prácticamente dos años cuando todavía era jugador del Barça B. Pero las expectativas con Thiago eran realmente grandes, si no para triunfar inmediatamente, sí para ir progresivamente adquiriendo unos galones que todavía no lucen en sus solapas. Pocos debutantes en España han tenido tantas obligaciones impuestas externamente como tuvo él, quien además se encontró con un camino complicadísimo que no hace mucho empezó a trazar de manera correcta, sin desviaciones en forma de lesiones prolongadas y difíciles de olvidar.

Si alguien sonrió a boca plena cuando se dio a conocer el nombre del seleccionador que había elegido Ángel María Villar fue Thiago Alcántara. Porque Del Bosque tenía fe en él, por eso siempre que estuvo sano contó con Thiago para sus listas, sin embargo no acabó de entender su juego, su posición ideal, su trascendencia sobre el campo. En la carrera de Thiago, sólo Guardiola y Lopetegui han captado su esencia y han sabido exprimirlo como una naranja para obtener su sabroso jugo.

"Thiago o nadie"

Guardiola lo conoce desde que era un niño conocido por ser el hijo de Mazinho. Nadie ha mimado al centrocampista como el ahora entrenador del Manchester City. Lo ha cuidado como un tesoro preciado que sin duda iba a revalorizarse en el futuro. Confió en él para dar el salto al primer equipo cuando aún jugaba con la sub-19 española y fue concediéndole minutos progresivamente. Después, cuando Pep encontró su lugar en Múnich, era “Thiago oder nichts” (Thiago o nadie). Eso fue lo que le dijo Guardiola a Rummenigge cuando confeccionaban su primera plantilla en el Bayern. Quería a Thiago y sólo a Thiago, no a otro que se le pareciera. No se pudieron disfrutar mucho mutuamente, pues el jugador ha estado lesionado buena parte de los tres años de Guardiola en el Bayern.

Sin embargo, Thiago tiene claro que Guardiola ha sido el entrenador más importante que ha tenido en su carrera. “Pep me ha quitado muchas cosas de mi juego, de mi manera de celebrar cualquier cosa: ¡Soy brasileño! Me cabreé mil veces con él porque siempre pedía calma, calma. En el triunfo siempre intentaba rebajar los ánimos y que no nos sintiéramos eufóricos. Me ha quitado muchas cosas de mi juego, probablemente las superficiales, pero a cambio me ha aportado otras mucho más importantes. Y el balance es muy positivo”, dijo el internacional en el libro 'Herr Pep', de Martí Perarnau.

Lopetegui, por su lado, le convirtió en el líder de una de las mejores generaciones jóvenes que ha tenido la sub-21, a la que capitaneó en el Europeo de la categoría en 2013 con un hat-trick en la final ante su Italia.

Foto: Lopetegui sentó las bases de su mandato (EFE).

Aquel Thiago era descomunal. El Thiago que le iba robando poco a poco más terreno a Xavi e Iniesta en el Barça de Tito Vilanova, que ya por fin tenía cierta continuidad en el equipo. Lopetegui comprendió lo que tenía ante sí. ¿Era un pivote? ¿Un organizador? ¿Un interior? ¿Un mediapunta? Thiago podía ser todo a la vez, esa era su virtud, pero también su defecto. Siempre ha querido hacer mucho más de lo que le corresponde en su posición. Debía frenarse y aceleraba, debía pasar y regateaba. Esa es básicamente su problemática futbolística desde que juega a esto: es insuperable cuando se trata de atacar y encontrar espacios inverosímiles, pero cada pérdida suya es un suicidio para su defensa. Pero cuando acertaba, era exquisito.

Lopetegui lo rodeó de chicos de faena, con Illarramendi y Koke para llevar la base del trabajo y permitir al hispano-brasileño liberar toda su creatividad, la cual rebosa por sus poros a borbotones. Le entregó el equipo y Thiago respondió asumiendo la responsabilidad y ejerciendo como lo que era, el capitán.

Un paso adelante

Su evolución natural era comenzar a entrar de manera regular no ya sólo en las convocatorias de la Absoluta, sino también en la alineación de Del Bosque, pero las lesiones y su inconsistencia posterior no lo han hecho posible. Esa rodilla que se rompió tres veces le ha frenado una progresión meteórica y le ha hecho comerse la cabeza mucho más de lo debido. En la temporada 2014-15, Thiago sólo jugó 13 partidos, de los cuales completó cinco. Todo ese malestar, ese sufrimiento, ahora es parte del pasado. El nuevo Thiago es más maduro, consciente de sus virtudes y de sus debilidades. Pudo devolver por fin a Guardiola su confianza con una larga temporada sin problemas físicos. Aun así, no alcanzó la excelencia que se le debe (ahora sí) exigir. Completó partidos soberbios en los que mandaba sobre todos, con noches aciagas como la del Calderón en semifinales de Champions.

Del Bosque, por tanto, no se fio de él. Lo incluyó entre los 23 para viajar a Francia, pero sólo jugó 26 minutos con los que no estuvo ni cerca de entrar en una alineación muy hermética. Del Bosque ya no está. El que está es Lopetegui, su mentor en la sub-21 y en la sub-19. Pero Lopetegui también sabe que Thiago no puede seguir viviendo eternamente de la promesa de ser uno de los mejores del mundo, sino que debe empezar a demostrarlo desde ya. Por eso mismo, en la rueda de prensa cuando dio a conocer la lista, el seleccionador le pidió dar “un paso adelante” tanto a él como a los de su generación. Es decir, los De Gea, Morata, Koke, Carvajal, Isco, Bartra… Pero el primero en dar ese paso debe ser Thiago. A las primeras de cambio, Lopetegui ensayó con él en el once y el pivote se plantea titular contra Bélgica. Lo hará, además, con el 10 a la espalda. Ese peso en la sub-21 era liviano como una pluma. ¿Y en la absoluta?

Era el 10 de agosto de 2011. España era vigente campeona de Europa y del mundo y Del Bosque estaba tratando de incorporar al equipo a una serie de jugadores de gran talento para dar no sólo dar continuidad al estilo, sino potenciarlo. Uno de ellos era Thiago Alcántara. Había llegado su momento. Como pasa con muchos jugadores jóvenes que tienen la opción de elegir la nacionalidad que quieren representar de manera absoluta, a Thiago se le hizo debutar con España cuando apenas era un pipiolo imberbe. Con 20 años saltó al césped de San Nicola tras el descanso. Había elegido jugar con España, donde había vivido la mayor parte de su vida. Esa elección conllevó un peso enorme que debía soportar hasta nuestros días y más allá: ser el heredero de Xavi. Cinco años después de aquello, aún no sabemos si ese es su destino.

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