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“Que los cadistas me recibieran de uñas era lo normal, pero yo le eché valor"
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el confidencial charla con dani güiza

“Que los cadistas me recibieran de uñas era lo normal, pero yo le eché valor"

“Ponerte la camiseta roja de la Selección fue lo mejor que me pudo pasa en la vida. Y cuando nos proclamamos campeones en 2008... No le digo 'ná'...”, cuenta el delantero

Foto: Dani Güiza, en acción durante un partido con el Cádiz (EFE)
Dani Güiza, en acción durante un partido con el Cádiz (EFE)

A Dani Güiza lo recibió la afición cadista con una balacera de insultos el día que apareció en Carranza con la camiseta amarilla. De Jerez, en Cádiz, lagarto, pensaron más de dos. Era como un león invitado en una cena de elefantes. Pero Dani (35 años), tipo bragado que ha jugado en una docena de equipos y conocido todas las sombras del fútbol y de la vida, no iba a dar un paso atrás. En playoff por el ascenso a la categoría de plata, el Cádiz -jugó este domingo contra Hércules en el partido de ida y su equipo ganó 1-0- mantiene una cuerda de esperanza y mucha culpa la tiene el de Jerez, un hombre de rostro duro y bulería en la sangre.

Cuando se le pregunta a Dani, nacido en El Chicle, uno de los barrios más modestos de Jerez, contesta sin titubeo: “El que los cadistas me recibieran de uñas lo entendí, era normal. Estas cosas pasan. Pero yo le eché valor, como siempre le echado a la vida y espero cumplir con mi trabajo, que no es otro que ayudar a ascender al Cádiz”, relata en conversación con El Confidencial.

Dani Güiza es así de directo y esa sinceridad manifiesta se ha ido metiendo, casi grano a grano, en el corazón del cadismo, que reconoce que el talentoso futbolista no aterrizó en el Carranza a tocar palmas, sino a cumplir con su trabajo de ascender al equipo a la categoría de plata. Dani no ha cruzado el puente a otra cosa. “Yo soy un profesional y quiero cumplir con mis compromisos. Aquí me siento en casa, arropado por mis compañeros, me siento bien y soy feliz. Quiero también hacer felices a los cadistas”, asegura Güiza, que vive en Sanlúcar de Barrameda mirando los estertores del Guadalquivir y el mar abrazado a Doñana.

De Malasia a Paraguay

El jugador confiesa pasar muchas horas en la Ciudad Deportiva del Cádiz en El Rosal, en Puerto Real, donde, además de entrenar duro, desayuna y come. Los compañeros y el entrenador, Álvaro Cervera, valoran la profesionalidad y el talento de Güiza, un futbolista más hecho, un trotamundos, que se siente feliz al lado de la pelota y sabe que, manejándola con sus pies de seda, también hace feliz a mucha gente. Le ocurrió en Mallorca, en Getafe, en Malasia (jugó en el Johor FC), en el Cerro Porteño paraguayo... En todos los lugares el fútbol de pellizco de Dani sonó como el quejío de garganta sublime de su paisano El Torta. Y ahora en Cádiz, sus goles saltan como la espuma de La Caleta y se cuentan en clave de ascenso.

Dani ha prometido celebrar como un cadista más el triunfo añorado. Y tendrá su colofón el 2 de julio, en Sanlúcar con una noticia que sabe a perfume de mar: “Me caso y quiero que esa celebración sea la guinda de una gran temporada. Aquí me siento feliz, con mi familia, mi gente y estoy muy bien, pero también me sentí muy bien en muchos sitios. En Malasia, donde solo estuve cinco meses, la experiencia fue fantástica, y no me quedé más tiempo porque no lo permitía el cupo de extranjeros”.

¿Y la experiencia de Paraguay? (le pregunto de inmediato). Dani Güiza, el chico duro que sortea defensas con un chasquido de magia, sonríe y responde: “Pasé dos años espectaculares en Cerro Porteño, que es uno de los grandes de Paraguay (el otro es Olimpia, el gran rival); jugué la Libertadores y la Copa Sudamericana. Allí la hinchada se vuelca con los suyos, notas de inmediato que te quieren, su afición es de 10, fue fantástico”.

El inolvidable 'Abuelo'

El jugador, de rostro moreno bruñido por el sol, disfruta estos días con el fútbol de la selección de España, esa que representó en 2008, cuando Luis Aragonés, el 'Abuelo', (así lo llama Dani) tocó el silbato y ordenó a los suyos que sacaran de sus entrañas lo mejor: el talento. Y España se proclamó campeona. “Ponerte la camiseta roja de la Selección fue lo mejor que me pudo pasa en la vida. Cuando te la enfundas y sabes que vas a jugar sientes un cosquilleo muy grande, pero también sientes un gran orgullo porque recuerdas de inmediato lo que te lo has currado y que es el premio a tantos años de esfuerzo y sacrificio. Y cuando nos proclamamos campeones, no le digo 'ná'... Cuando vi a Iker (Casillas) levantar la copa de campeón, y yo allí, en el podio, a su lado, se me saltaron las lágrimas de la emoción. Todavía lo recuerdo y me cuesta trabajo creerlo. Qué cosa más grande”.

Después, ya en campeón, Dani Güiza marchó al Fenerbahçe. “Dirigía aquel equipo el 'Abuelo' (que fue el que me llamó). Él estuvo poco tiempo pero yo me quedé tres años. Ganamos una Liga, una Supercopa y jugamos Champions. Luego regresé al Getafe, pero las cosas no se dieron bien y volví a coger las maletas”. Malasia, luego Paraguay, en el otro lado del mapa y, finalmente, Cádiz. Dani Güiza, con 35 años, se siente un rockero con la chupa de cuero lista para mucha guerra. A su manera lo explica: “Yo el corazón, la casta y la pasión por jugar al fútbol nunca lo he perdido. El talento se merece. Soy como los rockeros, siempre quiero seguir y moriré con las botas puestas. Ahora quiero ascender al Cádiz, luego casarme y a seguir jugando al fútbol, que es lo que más me gusta”.

A Dani Güiza lo recibió la afición cadista con una balacera de insultos el día que apareció en Carranza con la camiseta amarilla. De Jerez, en Cádiz, lagarto, pensaron más de dos. Era como un león invitado en una cena de elefantes. Pero Dani (35 años), tipo bragado que ha jugado en una docena de equipos y conocido todas las sombras del fútbol y de la vida, no iba a dar un paso atrás. En playoff por el ascenso a la categoría de plata, el Cádiz -jugó este domingo contra Hércules en el partido de ida y su equipo ganó 1-0- mantiene una cuerda de esperanza y mucha culpa la tiene el de Jerez, un hombre de rostro duro y bulería en la sangre.

Luis Aragonés
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