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El fiestón en el que la afición del Barça terminó preguntando: ¿Y quién es ese?
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El fiestón en el que la afición del Barça terminó preguntando: ¿Y quién es ese?

Habrá que esperar a que los jugadores lo cuelguen en las redes y todo parezca mucho más divertido de lo que fue la tradicional rúa del Barça para celebrar su nuevo título de Liga

Foto: El FC Barcelona celebró su título de Liga por las calles de la capital catalana. (EFE)
El FC Barcelona celebró su título de Liga por las calles de la capital catalana. (EFE)

En la nueva era de la comunicación resulta que los jugadores de un equipo que consigue el segundo título de Liga consecutivo, el sexto de los últimos ocho, el octavo de los últimos doce, no conceden entrevistas salvo casos rarísimos, aparecen solo cuando presentan unas nuevas botas con su marca deportiva, no dan ruedas de prensa, no salen a zonas mixtas. Es decir, no se comunican salvo por las redes sociales donde publican sus cumpleaños, los nacimientos, sus cortes de pelo, las citas filosóficas e incluso bíblicas, la última canción que les inspira, un spoiler de Juego de Tronos, o el snapchat acompañado de su padre con el ‘enigmático’ mensaje final de ‘a chupar’, como Neymar. Y llega el día en el que hay que celebrar un título y algunos, como Jordi Alba, en cuanto lo ganan se dedican a pasar recibos si se acercan a un micrófono: “Espero que estéis contentos, aunque algunos parece que no”, soltó a los periodistas nada más ganar la Liga en Granada. Y ni siquiera es la primera vez que desentona.

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El Ayuntamiento no concedió el permiso al Barça en el último momento para que la plantilla celebrara el título el sábado por la noche por las calles de Barcelona por razones de seguridad. El club azulgrana se empeñó en hacerlo el domingo y la ciudad, la afición, respondió. No hubo el gentío de otras ocasiones, pero las imágenes, el confeti, las familias con niños por la hora -seis de la tarde- el buen tiempo y el puente, no eran moco de pavo. Había masa. Lo que no había era, ya no euforia, sino ni siquiera los suficientes integrantes del equipo arriba en el autobús reconocibles. “¿Quién es ese?”, se preguntaban. Porque el autobús iba tan despacito que daba tiempo para reconocerles. Y hasta había uno parecido a Piqué de lejos y con las gafas de sol puestas, pero no, no era él. Ayudantes de Luis Enrique, ‘scouters’ y desconocidos en general. Durante el recorrido, al menos, también quedaron algunos manteniendo la compostura; como el propio técnico, Luis Suárez e Iniesta, que no pararon de saludar. Piqué y Messi no aparecieron hasta las ocho de la tarde. Al parecer, estaban comiendo algo en el piso de abajo.

Hasta la televisión del club, BarçaTV, se percató en las primeras dos horas que no había mucho que enseñar y volvieron a las imágenes del principio, cuando todos los jugadores subían al bus, Dani Alves bailaba, Neymar posaba y parecía que “el festón” que pronosticó Luis Enrique cuando por fin ganaran la Liga era posible. Se quedó en ‘fiestecilla’ venida a menos al final, una cosa sosa sin ninguna gracia. Será el efecto de ‘panxa plena’ (tripa llena), que vaticinó Guardiola antes de marcharse del Barça para que le diera el aire y mientras aprendía alemán en Nueva York. Esa sensación de estar atiborrado y no digerir nada más. Pero, curiosamente, no fue la afición la que desertó, sino que se echó a la calle desde primera hora de la tarde para ver pasar a sus ídolos. Resultó un trámite, que ya es triste llamarlo así, como quien apunta el consumo de electricidad en el papel del portal y tiene una fecha límite; había que hacer la rúa y se hizo.

Habrá que esperar a que los jugadores lo cuelguen en las redes y todo parezca mucho más divertido de lo que fue. Con la lengua fuera, las sienes rapadas, el flequillo de punta, el índice y el meñique arriba en plan roquero, el símbolo del corazón como estrujando un bollo imaginario con las dos manos. La luz era la adecuada, había gente, la ciudad acompañaba, los cañones de confeti y las banderolas, las torres venecianas de la Plaza España, tan imponentes y fotogénicas. Y, sin embargo, todo resultó desaborido, insípido, insulso. Hasta que no llegaron al punto final, la Avenida de Rius i Taulet, donde les esperaba otro autobús ya cubierto, no se les vio botar, saltar, celebrar con el lógico entusiasmo. Tanto y durante tanto tiempo se han alejado, tanto y durante tanto tiempo se ha festejado como si fuera algo normal, como si al lunes le sucediera el martes y los miércoles que vendrán, que ya no tiene gracia. Es otro día en la oficina y en la rúa se preguntan: ¿Y ese quién es?

En la nueva era de la comunicación resulta que los jugadores de un equipo que consigue el segundo título de Liga consecutivo, el sexto de los últimos ocho, el octavo de los últimos doce, no conceden entrevistas salvo casos rarísimos, aparecen solo cuando presentan unas nuevas botas con su marca deportiva, no dan ruedas de prensa, no salen a zonas mixtas. Es decir, no se comunican salvo por las redes sociales donde publican sus cumpleaños, los nacimientos, sus cortes de pelo, las citas filosóficas e incluso bíblicas, la última canción que les inspira, un spoiler de Juego de Tronos, o el snapchat acompañado de su padre con el ‘enigmático’ mensaje final de ‘a chupar’, como Neymar. Y llega el día en el que hay que celebrar un título y algunos, como Jordi Alba, en cuanto lo ganan se dedican a pasar recibos si se acercan a un micrófono: “Espero que estéis contentos, aunque algunos parece que no”, soltó a los periodistas nada más ganar la Liga en Granada. Y ni siquiera es la primera vez que desentona.

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