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Barça (Qatar) y Atlético (Azerbaiyán), unidos por el 'cholismo financiero'
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Según un Informe de Transparencia Internacional

Barça (Qatar) y Atlético (Azerbaiyán), unidos por el 'cholismo financiero'

El Informe de la Corrupción Global que Transparencia Internacional dedica al deporte cita de forma expresa al club madrileño por la publicidad que lucía en el frontal y ahora en la trasera

Foto: Protesta contra el patrocinio de Qatar Aiways al FC Barcelona. (EFE)
Protesta contra el patrocinio de Qatar Aiways al FC Barcelona. (EFE)

Hace unas semanas, el presidente de una de las federaciones de peñas del FC Barcelona, Ramon Burniol, exclamó con exageración que a él le importaba un pepino (sic) de dónde proviniera el dinero, “como si es del narcotráfico”. Poco después, otras peñas de la entidad reclamaban su dimisión por su inapropiado discurso, pero el fondo de lo que pretendía decir ya quedó sepultado por esas palabras.

Las relaciones entre el deporte y el dinero de dudosa procedencia son tan antiguas como el propio deporte y el propio dinero, y casi como las propias relaciones. De igual modo, abundan los ejemplos de pifias de deportistas, clubes y federaciones en sus relaciones públicas y financieras, pero la diferencia es que hoy día el escrutinio al que la sociedad civil somete a los personajes e instituciones es mucho mayor que hace pocos años.

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Los valores del Barcelona parecieron derrumbados de un bufido con la soflama del distinguido socio. Sin embargo, el club está financiado en una gran parte de su presupuesto por un país, Qatar, sobre el que pesa una reputación truculenta. En particular, en su onerosa relación con los derechos humanos. Amnistía Internacional publicó hace un par de meses su informe La cara fea de un bonito juego, en el que recogía las condiciones de semi esclavitud, contratos incumplidos o casos de trabajo forzoso en las obras para las instalaciones de la Copa del Mundo de 2022. En esos trabajos, según publicó 'The Guardian' a finales de 2014, ya han fallecido varios cientos de trabajadores emigrantes del sur de Asia, víctimas de ese contexto laboral, sin que se haya profundizado en las causas reales de esas muertes.

El club ha lucido esta temporada la publicidad de las líneas aéreas del país, que sustituyen a la Fundación Qatar, instituida, según su propia información, para educar a los futuros líderes de la nación y fomentar el desarrollo humano, social y económico de la misma. En la página web del Barcelona, aparece como patrocinador principal junto al proveedor de la ropa deportiva.

Pero este club no es el único relacionado con países complicados en su apartado de patrocinios. El Informe de la Corrupción Global que Transparencia Internacional ha dedicado al deporte cita de forma expresa al Atlético de Madrid por la publicidad que lucía en el frontal y hoy día en la trasera, correspondiente a Azerbaiyán. En la sección dedicada al lavado de imagen de ciertos regímenes gracias al deporte, la entidad colchonera es aludida con rotundidad. Aunque no lo citan, porque el asunto ha sido posterior, Fernando Alonso manifestó hace unos días estar “muy contento de ser elegido embajador” cuando el circuito de la capital azerbaiyana, Bakú, decidió escogerle como imagen del Gran Premio de Europa de Fórmula 1 que se va a disputar en las calles de la ciudad el próximo 19 de junio. A pesar de la celebración el año pasado de los Juegos Europeos o el citado fin de semana automovilístico, las tropelías que se atribuyen a los dirigentes de Azerbaiyán van desde el encarcelamiento de opositores y periodistas hasta la existencia de enormes casos de corrupción o diversos abusos contra los derechos humanos.

La propiedad de algunos clubes es otra muestra de vulnerabilidad. Los dueños de no pocos de ellos en todo el mundo son sociedades pantalla, ubicadas en paraísos fiscales o asentadas en estados cuyo respeto por los derechos más elementales deja mucho que desear. No son extraños los casos de empresarios que han adquirido clubes deportivos o han dirigido federaciones nacionales o locales y que han acabado encausados por diversos delitos o encarcelados directamente. Las aficiones se encuentran indefensas ante el poder del capital y la justificación de que los títulos o la permanencia son peajes para los que deben utilizarse monedas cuestionables. Negocios con escasa consideración por sus clientes, como bancos, petroleras o administraciones públicas son asimismo fuentes de financiación para el deporte en general y el fútbol en particular.

Existen numerosas muestras de ello pero es posible retomar el nombre de Qatar para explicar una. La compra del Paris Saint-Germain por su actual propietario fue objeto de crítica en Francia y esa reacción se ha extendido, entre otros, al documento anes citado que acusaba al Atlético de Madrid. En él no se menciona al Barcelona en sus relaciones con el presunto país más rico del mundo pero sí al campeón francés. De hecho, se vincula esa compra con el apoyo manifiesto de Francia a la candidatura catarí para la organización de la Copa del Mundo de 2022, por cierto, adjudicada de manera opaca por parte de la FIFA, varios de cuyos miembros han sido acusados de corrupción con posterioridad.

La realidad es que pocos aficionados defenderían que el dinero llegara del narcotráfico a sus clubes pero asienten sin poder replicar a esponsorizaciones que llegan de lugares y empresas que contradicen muchos de los sanos valores del deporte. Si en el debate entre el fútbol de Simeone y el de Guardiola se pueden aceptar legítimamente ambos caminos, a la hora de gestionar los principios de unos clubes con cientos de miles de seguidores no se puede dudar cuál es la vía correcta.

Hace unas semanas, el presidente de una de las federaciones de peñas del FC Barcelona, Ramon Burniol, exclamó con exageración que a él le importaba un pepino (sic) de dónde proviniera el dinero, “como si es del narcotráfico”. Poco después, otras peñas de la entidad reclamaban su dimisión por su inapropiado discurso, pero el fondo de lo que pretendía decir ya quedó sepultado por esas palabras.

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