De Llorente a Aduriz pasando por Diego Costa
El del Athletic es el último nueve de Del Bosque, que confió en Llorente pero tuvo que dejar de llamarle por ser suplente. La posición es la que más vaivén ha tenido en estos años.
Cuando Aduriz fichó en 2012 por el Athletic, de vuelta al equipo del que tantas veces había salido, pocos pensaban que podría ser un jugador más importante que su compañero Fernando Llorente. El delantero, que hoy juega en el Sevilla, era habitual con la selección y una de las perlas del fútbol español, Aduriz pasaba más por un buen goleador de equipo medio, un jugador útil pero no decisivo.
Hoy Aduriz apunta a la Eurocopa, un torneo que Llorente, cuatro años más joven, verá por televisión. El delantero donostiarra tiene 35 años y una larga carrera que le ha llevado por el Burgos, el Valladolid, el Mallorca, el Valencia y el Athletic. Nunca brilló tanto como esta temporada, y por eso solo fue en una ocasión con el combinado nacional. Fue en 2010, en un partido de clasificación intrascendente contra Lituania. Por aquel entonces Llorente era un habitual en las listas de Del Bosque y nadie dudaba de su pertenencia al grupo.
En aquel partido contra Lituania Aduriz fue el suplente de Llorente y entró por él en el minuto 76 cuando ya había marcado dos goles. El riojano se había ganado su puesto por los buenos años en el Athletic y había reafirmado su condición de hombre importante en el Mundial jugado meses antes. Solo disputó 31 minutos contra Portugal, pero su escasa participación recordó la conveniencia de tener un delantero así en el equipo, un futbolista para rematar de cabeza y bajar balones en momentos en los que las circunstancias aconsejan un cambio de concepto.
Delanteros a contraestilo
A ese partido hoy se aferran los que consideran que contar con un nueve posicional es imprescindible. Alguien como Llorente, Aduriz o, incluso, Diego Costa. Es una dermarcación difícil para la selección, que en los años gloriosos se acostumbró a jugar sin una referencia arriba que fijase centrales. El estilo de España es otro, de bajitos y tocones, más de Silva, Cazorla o Cesc que de rematadores.
Por esa filosofía siempre se ha visto con recelo a ese tipo de jugadores. Solo Torres, y no siempre, tenía un hueco, más por veloz que por alto. Llorente, cerca de los dos metros, parecía un fallo de casting entre los campeones del mundo. Además, su posición se vio condicionada por su rendimiento en sus clubes, especialmente en la temporada 2012-2013, cuando su estrella se empezó a apagar.
Aduriz: "Es poco habitual, volver a la selección con la trayectoria que he llevado y la edad que tengo. Me siento muy afortunado y muy agradecido"
Su declive empezó en su segundo año con Bielsa, que el año anterior había exprimido a los bilbaínos al máximo. Disputaron la final de Copa y la de Liga Europa, pero el éxito deportivo no evitó que las relaciones entre el técnico y el delantero se volviesen irrespirables. Llegó fundido a la Eurocopa, y fue el único jugador que no disputó ni un minuto. A su vuelta pudo descansar un año entero, pues Bielsa y el Athletic decidieron que no fuese ni convocado, que se pasase una temporada mirando desde la grada los partidos hasta que su contrato terminase y fuese libre. Con esa libertad se marchó a la Juventus, donde tampoco logró asentarse como titular. Y cuando llegó a Sevilla se encontró con que Emery prefería a Gameiro, otro estilo de jugador, que al delantero del Rincón del Soto.
El año que Llorente se pasó en el dique seco enfurruñado con el club es el mismo en el que Aduriz volvió a la disciplina del Athletic, un momento decisivo en su vida deportiva. Bielsa no creía en él, como le había ocurrido en otras ocasiones durante su carrera, pero logró convencerle a lo largo del año hasta convertirse en titular. El donostiarra tenía 31 años, los mismos que hoy suma Llorente, una edad aún buena para jugar al fútbol pero en la que ya no se esperan mejoras en el rendimiento. Porque lo de Aduriz en el Athletic es un caso inusual, una suerte de Benjamin Button que cada año va a mejor.
Nadie esperaba que aquel jugador terminase en la selección española. Era el momento de Llorente, de Soldado, de Negredo, aunque ninguno terminaba de cuadrar del todo. Incluso se empezaba a hablar ya de la nacionalización de Diego Costa. Todos ellos nueves que, en algún momento, parecieron pertenecer a la élite más que Aduriz. Caidos en desgracia por unos u otros motivos hasta dejar al vasco como la opción más viable para Del Bosque.
Al propio delantero donostiarra no se le escapa lo extraño de su evolución: "Es un caso poco habitual, volver a la selección con la trayectoria que he llevado y la edad que tengo. Por eso me siento muy afortunado y muy agradecido. Vengo con muchas ganas de aportar y de ayudar en todo lo que pueda", decía a su llegada a la convocatoria.
Lleva 17 goles en Liga y 8 en Europa League, marca siempre los tantos importantes y, al final, Del Bosque ha tenido que dar su brazo a torcer. Le lleva por "aclamación popular", como el propio seleccionador confesó en la rueda de prensa en la que anunció su vuelta con España. El técnico, muy poco dado a las probaturas y que cree profundamente en hacer funcionar al equipo nacional como un club, ha aceptado finalmente lo que era un estado de opinión mayoritario.
De Costa no cuadra ni el estilo ni el carácter
Hace meses Del Bosque anunció que con casi toda seguridad dos delanteros, Alcacer y Morata, formarán parte de la selección que disputará la Eurocopa de este verano. Son jóvenes, complementarios, saben jugar... Quedaba, en su esquema de selección, una plaza más para un delantero. Parecía clara para Diego Costa, no en vano es un jugador portentoso, quizá el de más alto techo de todos los españoles.
Con él los problemas son de otra índole. Por un lado ha sido incapaz de adaptarse al sistema de España, nunca se ha encontrado cómodo en el dibujo y no ha marcado goles, que es para lo que se le empezó a llamar. Su paso por la selección se asocia al Mundial de 2014, cuando todo en España fue una catástrofe, y eso no ayuda. Además, hay dudas razonables sobe su carácter. Del Bosque siempre ha tratado de privilegiar aquellos jugadores que solo hacían ruido por jugar al fútbol. Hay excepciones, es una norma flexible, pero con Costa en muchas ocasiones es difícil mirar para otro lado. La última ha sido escupir a un árbitro y hacer amago de morder a un rival. Y nunca se puede descartar que vaya a tener una nueva refriega. Y eso, que en otros ambientes se azuza, en la selección no está bien visto.
Cuando Aduriz fichó en 2012 por el Athletic, de vuelta al equipo del que tantas veces había salido, pocos pensaban que podría ser un jugador más importante que su compañero Fernando Llorente. El delantero, que hoy juega en el Sevilla, era habitual con la selección y una de las perlas del fútbol español, Aduriz pasaba más por un buen goleador de equipo medio, un jugador útil pero no decisivo.