De acusado de "cómplice de crímenes contra la humanidad"... ¿a presidir la FIFA?
'Human Rights Watch' acusa a Bin Al Khalifa, apoyado por las federaciones asiáticas y africanas, de ser cómplice en la represión de 2011 en su país por la Primavera Árabe
Salman Bin Ebrahim Al Khalifa pasea su sonrisa por los medios de comunicación de medio mundo. Lleva meses viajando en su avión privado, recorriendo países para congraciarse con los presidentes de federaciones que esta semana votarán el nuevo presidente. Su esfuerzo parece arrojar buenos resultados: tiene comprometido el voto de las federaciones asiáticas y africanas y se erige como favorito para ser el nuevo emperador del fútbol mundial. Solo el suizo Gianni Infantino, respaldado por Europa y con votos comprometidos en América, le debería poner en problemas. Al Khalifa es el presidente de la federación bareiní, minúsculo país del golfo enriquecido gracias al petróleo. El jeque es miembro de la familia real de su país y, en su pasado, hay episodios oscuros que ahora pueden suponer un estacazo en su carrera por la FIFA.
Año 2011, algunos países árabes se encuentran con una revolución cívica para cambiar las antiguas estructuras políticas y ampliar las libertades. Las protestas llegan a Baréin, pero duran poco porque son brutalmente represaliadas por la familia real. Salman bin Al Khalifa no es ajeno al movimiento. En aquellos días era secretario de Juventud y Deportes y la coacción llegó también a sus dominios.
Asociaciones internacionales que vigilan los derechos humanos advierten del pasado del Jeque Salman. Human Rights Watch, Americans For Democracy y Human Rights in Bahrain han reaccionado en contra de su candidatura para la FIFA. Le acusan de "cómplice de crímenes contra la humanidad" y de haber identificado a 150 atletas que protestaron en manifestaciones a favor de la democracia. Muchos de ellos fueron hechos presos y torturados, según se desprende de un documento interno que ha llegado a varias federaciones que tendrán derecho a voto el viernes.
"Desde las protestas pacíficas antigubernamentales de 2011 la familia Al Khalifa ha llevado a cabo una campaña de tortura y encarcelación masiva que ha diezmado el movimiento a favor de la democracia en el país", denuncia Nicholas McGeehan, de Human Rights Watch. "Si un miembro de la familia real bareiní es la persona más limpia que puede encontrar la FIFA solo quiere decir que la organización tiene la más pequeña y menos ética base de talento en el mundo del deporte", prosigue el investigador en unas declaraciones hechas al diario 'The Guardian'.
Detenciones y torturas
La represión a los deportistas comenzó tras un comunicado del Jeque Nasser Ben Hamad, presidente del comité olímpico del país y ministro de deporte: "Se comunica que se formará un comité de investigación para observar las violaciones cometidas por algunos afiliados al movimiento olímpico durante los deplorables eventos recientemente vistos en el reino", decía el comunicado. La federación bareiní de fútbol aseguró en un artículo del 7 de abril de ese año que tomaría medidas contra "aquellos jugadores, dirigentes o entrenadores que hayan violado las leyes atendiendo a manifestaciones ilegales o en cualquier otra acción con el objetivo de derrocar el régimen o insultar sus símbolos nacionales
Unos días después del comunicado se constituyó un comité específico para llevar a cabo una investigación sobre qué deportistas se habían saltado las leyes del país al protestar. Las reuniones eran presididas por el jeque Salman, que ahora quiere mandar más que nadie en el fútbol mundial. Entre las decisiones tomadas por el comité se impusieron multas a seis clubes. Varios de ellos fueron descendidos. El pecado de esos clubes era pedir que se suspendiesen los partidos por miedo a que los jugadores corriesen peligro
Alaa Hubail, el máximo goleador histórico del equipo nacional bareiní fue detenido por participar en las protestas. Existen reportes que aseguran que tuvo que ser hospitalizado para curarle las heridas provocadas por los torturadores. El mismo proceso vivió su hermano Mohammed, también miembro del equipo nacional. La FIFA llegó a preguntar por ello.
El jeque Salman, para apaciguar las críticas internacionales, ha firmado un documento concebido por varias asociaciones de derechos humanos en el que se compromete a hacer guardar las libertades en caso de que llegue a la presidencia de la FIFA. Salman aceptó el documento, pero solo después de haber quitado del mismo toda referencia a los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022, así como a los abusos contra las mujeres y los colectivos LGBT. El jeque considera que la supresión de estos colectivos es necesaria porque "no se debe ser selectivo cuando se habla de derechos humanos" pues todos los grupos deben de ser protegidos. También quiso especificar que, aunque no aparezcan en el documento, su compromiso incluye a las próximas sedes mundialistas, que no destacan especialmente por su cumplimiento de los derechos humanos.
Fuentes conocedoras del caso consultadas por El Confidencial consideran que el Jeque bareiní podría tener problemas incluso para entrar en algunos países que persiguen especialmente los delitos contra los derechos humanos. Sería una gran paradoja que el presidente de la FIFA no pudiese visitar algunos territorios, aunque no sería algo realmente nuevo, pues en los últimos meses Blatter se ha cuidado mucho de limitar su agenda de destinos posibles, temeroso de que pudiese ser detenido.
Salman quiere ser presidente de la FIFA. Compite contra Infantino, el sudafricano Tokyo Sexwale, el francés Jerome Champagne y el príncipe jordano Ali Ben Al-Hussein. También se enfrenta a su pasado, que puede resultar clave para alejarle de su objetivo final.
Salman Bin Ebrahim Al Khalifa pasea su sonrisa por los medios de comunicación de medio mundo. Lleva meses viajando en su avión privado, recorriendo países para congraciarse con los presidentes de federaciones que esta semana votarán el nuevo presidente. Su esfuerzo parece arrojar buenos resultados: tiene comprometido el voto de las federaciones asiáticas y africanas y se erige como favorito para ser el nuevo emperador del fútbol mundial. Solo el suizo Gianni Infantino, respaldado por Europa y con votos comprometidos en América, le debería poner en problemas. Al Khalifa es el presidente de la federación bareiní, minúsculo país del golfo enriquecido gracias al petróleo. El jeque es miembro de la familia real de su país y, en su pasado, hay episodios oscuros que ahora pueden suponer un estacazo en su carrera por la FIFA.