Los corruptos de la FIFA se blindan para recibir al nuevo presidente
Los nuevos estatutos de la FIFA, que se aprobarán esta semana, contemplan dar más funciones al Comité Ejecutivo, el órgano sobre el que pesan más sospechas legales
El aparato publicitario de la FIFA asegura que esta semana quedará atrás el tiempo de turbulencias que ha marcado la agenda de la institución durante los últimos meses. Consideran que el cambio de presidencia y de estatutos será suficiente para olvidar y servirá a modo de refundación de la institución para que no se repitan los desmanes.
Las nuevas propuestas, sin embargo, no resisten un análisis minucioso. Los cambios, que existen, son en su mayoría cosméticos, cuando no directamente contrarios a lo que indicaría la lógica a tenor de lo ocurrido en este tiempo. Para que la nueva legislación se acepte un 75% de las federaciones deberan aprobarla en el Congreso de esta semana. Se espera que no tenga problemas para salir adelante.
Más allá de Joseph Blatter, ya retirado de circulación, el mayor agujero negro de corrupción de la FIFA en todo el proceso estuvo en el Comité Ejecutivo. Blazer, Esquivel, Figueredo, Hawit, Leoz, Li, Marín, Napout o Warner, fueron miembros de ese organismo antes de ser perseguidos por el FBI y la fiscalía suiza. Los compañeros que no tuvieron problemas judiciales -en muchos casos sí sospechas- han pergeñado una reforma estatutaria a su medida, dispuesta para blindarse y tener aún más poder sobre el fútbol mundial. El nido de la corrupción se hace con los mandos de la máquina.
Lo primero que llama la atención en la reforma estatutaria es ver quiénes componían el comité que la ha llevado a cabo. El jeque Al Sabah de Kuwait, que acudió la semana pasada a Kuala Lumpur para explicar a todas las federaciones asiáticas en qué consiste la nueva legislación, dirige el fútbol de un país que está apartado de las competiciones futbolísticas por negarse a jugar partidos de clasificación. Es decir, uno de los reformadores de la institución es alguien cuya labor ha sido previamente desacreditada por la propia FIFA. Al Sabah es también miembro del Comité Ejecutivo.
No es el único nombre que llama la atención en el comité. En la misma mesa que el jeque kuwaití se sentaba Gorka Villar, hijo del presidente de la federación española y director general de la Conmebol sobre el que pesan numerosas sospechas de corrupción. También Gianni Infantino, secretario general de la UEFA, candidato a la presidencia y mano derecha de Michel Platini, suspendido para cualquier cargo deportivo.
Entre todos los cambios destaca el vuelo que coge el Comité Ejecutivo, rebautizado como Consejo, una de las más disfuncionales estructuras que ha tenido la FIFA en todo este tiempo y que no se renovará en este congreso extraordinario. El cambio supone que el Consejo adquiera poderes que antes eran específicos de las confederaciones, que ahora quedan en un segundo plano. También pierde poder el presidente que, entre otras cosas, deja de ser el representante legal del organismo. En los nuevos estatutos aparece como “representante general” una vaguedad poco explicada en el texto. El nuevo presidente, que se elegirá el viernes, será designado después de que los estatutos se aprueben en el Congreso. Esto quiere decir que el mandatario entrante no podrá hacer cambios en la nueva legislación ni impulsar reformas más profundas en ese sentido.
Escasa transparencia
La FIFA asegura que la transparencia ha sido el eje sobre el que se han articulado los nuevos estatutos, pero al ser preguntados en el congreso de Kuala Lumpur cuáles eran los criterios seguidos no fueron capaces de dar una respuesta concreta. Hay varias organizaciones supranacionales que aconsejan sobre este aspecto, pero FIFA optó por no seguir ninguna de ellas y hacerlas desde cero con criterios propios.
Aunque técnicamente la institución es una organización sin ánimo de lucro, los nuevos cambios aportan un aspecto más empresarial al organismo. El Secretario general, que acumula ahora más poderes, tendrá las funciones de Consejero Delegado y podrá firmar contratos comerciales. El último que ocupó ese cargo, Jerome Valcke, está suspendido. Entre sus antecesores se encuentra Joseph Blatter, que consiguió desde ese despacho dominar la FIFA en tiempos de Havelange y saltar desde allí a la presidencia. El Comité Ejecutivo pasa a denominarse Consejo, un término más propio de la empresa que de este tipo de estructuras.
El Consejo pasará a ser la clave en todo el entramado de la FIFA. Se encargará del presupuesto y de todas las cuestiones financieras, de él dependerán los comités y las regulaciones. Es decir, el Consejo, que en los últimos años no se ha caracterizado por su limpieza, sólo tendrá el control propio.
Los miembros de los comités, encargados del día a día, podrán formar parte también del Consejo, algo mal visto por las instituciones expertas en transparencia, pues ellos mismos serán los encargados de controlarse. En el cambio legislativo organizado por la FIFA ha desaparecido el comité legal, que hasta el momento se encargaba de velar por el cumplimiento de las normas de la institución. Su sustituto es un comité de gobernanza, que tendrá más competencias.
Aunque resulte paradójico, la reforma de los comités, muy abundante, no se ha detenido casi en reformar el aparato financiero. El dinero y las cuentas de la FIFA fueron el germen de la corrupción, pero en la reforma llevada a cabo solo se han dado pinceladas sobre el órgano encargado de hacer el presupuesto. También se ha procedido a un recorte de comités, han desaparecido todos los dedicados a competiciones, el de medios o el de desarrollo.
Los patrocinadores se someterán al TAS
La FIFA, siempre dada a inventar nuevas cosas, ha decidido incluir en los estatutos un nuevo organismo: una conferencia anual de federaciones. Será una reunión sin ningún objetivo concreto, únicamente para hablar del estado del fútbol y que será costeado por la FIFA. No era suficiente con el Congreso ordinario, que es una reunión con los mismos miembros y frecuencia pero que en ese caso sí tiene poder legal. Fuentes conocedoras de la reforma consultadas por este medio consideran que el único objeto de esta nueva estructura es congraciarse con los presidentes de las federaciones nacionales.
También destaca la inclusión de los 'stakeholders' en la nueva normativa. La FIFA los define como “las personas, entidades u organizaciones que sin ser federaciones o cualquier cuerpo de la FIFA tiene intereses en la actividad futbolística”. La palabra apunta, sobre todo, a los patrocinadores y empresas de derechos audiovisuales, que son los que ponen el dinero que engrasa el deporte. Los nuevos estatutos pretenden que estas empresas acepten el arbitraje del TAS para disputas legales. Esto supone en la práctica una renuncia a la jurisdicción ordinaria, siempre mal vista por el organismo rector del fútbol mundial.
El aparato publicitario de la FIFA asegura que esta semana quedará atrás el tiempo de turbulencias que ha marcado la agenda de la institución durante los últimos meses. Consideran que el cambio de presidencia y de estatutos será suficiente para olvidar y servirá a modo de refundación de la institución para que no se repitan los desmanes.