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Laporta no cambió a Rijkaard por Scolari e instauró una era en el fútbol mundial
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el brasileño se cruza con el barça por la final

Laporta no cambió a Rijkaard por Scolari e instauró una era en el fútbol mundial

El Barça juega ese partido que parece intrascendente, pero que si se pierde supone un ridículo monumental. Enfrente estará el Guangzhou de Scolari, el que rechazó ser entrenador azulgrana

Foto: Scolari quiere ser campeón del mundo de selecciones y de clubes (EFE).
Scolari quiere ser campeón del mundo de selecciones y de clubes (EFE).

Es normal que para un gran club, los torneos llamados 'pequeños' sean casi más un incordio que una ilusión. Generalmente, estos son los que vienen después de ganar algún título importante, como la Liga, la Copa o la Champions. El mejor ejemplo para ello es la Supercopa de España, un torneo desfasado, mal organizado y desvirtuado por el doble partido que corta la preparación para la nueva temporada. La Supercopa de Europa es menos molesta por ser un único encuentro, pero al ser adelantada cada año más en el calendario, se cuela en mitad de la pretemporada. Y luego está el Mundial, ese torneo que otorga una escarapela al campeón pero que tan poco interesante es jugarlo para un grande. Sobre todo esas semifinales contra un club muy inferior. Ese partido se convierte en una molestia, un trámite que hay que pasar y que sólo resulta trascendente si se pierde.

El Barcelona se enfrenta a esa encrucijada. Un encuentro que es, siempre hablando desde la más pura teoría, de una facilidad pasmosa para el que ha sido, de largo, el mejor equipo de 2015. Para el Barça, el campeón de Asia no debería ser más complicado que cualquier partido de Liga contra un equipo de la parte baja de la clasificación. Claro que Luis Enrique no opina lo mismo, no debe hacerlo. No tiene que ser demasiado fácil sacar la mayor motivación de unos jugadores que se saben superiores al contrario. Quizá lo mejor sea motivarlos al contrario: es decir, ganar para evitar un ridículo, como estuvo a punto de pasarle a River Plate contra el campeón de Japón, que ha estado muy cerca de poder jugar la final de un Mundial sin ser campeón de un continente.

Antes de jugar la final contra los millonarios, al Barça le toca el Guangzhou Evergrande. Antes de empezar a inyectar dinero en el club para empezar a crear una pequeña dictadura en el continente asiático, el Evergrande era un equipo más de la liga china, un país en el que el fútbol importaba a cuatro gatos. Pero desde hace unos años, por el banquillo del club de Cantón han pasado Marcello Lippi, Fabio Cannavaro y ahora, Luiz Filipe Scolari. Una nómina de técnicos de altísimo prestigio que han llevado al club a dos títulos de la Champions League asiática y, por tanto, a dos participaciones en el Mundial.

Pero no habría sido lo mismo este partido con cualquiera de los otros dos entrenadores anteriores del Guangzhou. Evidentemente habría tenido morbo que un exmadridista como Cannavaro se enfrentase al Barça, pero no lo es tanto como que lo haga Scolari, que estuvo cerca de sentarse en el banquillo del Camp Nou. Es una historia poco conocida, pero tan cierta como que se enfrentan estos dos equipos en Yokohama.

"Cuando mi amigo Sandro Rosell era vicepresidente tuve la posibilidad de incorporarme. Yo era entonces entrenador de Portugal y aún tenía dos años de contrato. No podía irme en ese momento, habría sido una falta de ética total. Admiro la forma en la que el Barça se comporta como equipo, pero aquello pasó y la vida siguió", dijo el mismo Scolari en la rueda de prensa previa al partido. ¿Cuánto habría cambiado el transcurso del Barcelona si Scolari hubiese aceptado la oferta de Rosell? Imposible siquiera imaginar qué hubiera pasado.

Todo ocurrió en el invierno de la temporada 2003-04. Era el primer curso de Frank Rijkaard en Can Barça. Todos sabemos cómo transcurrió su periplo como técnico azulgrana, pero sus inicios no fueron precisamente fáciles. El Barça empezó la Liga con una victoria en San Mamés, pero hasta enero el equipo no empezó a arrancar. De hecho, el Racing casi sentenció a Rijkaard tras ganar 3-0 en el Sardinero al Barça y dejar a los culés duodécimos en la tabla, sin opciones de título y lejos de los puestos europeos. El holandés estaba casi fuera y Rosell se sumergió en la búsqueda de un relevo, pero su candidato estaba ya comprometido.

Scolari había firmado tiempo atrás con la selección de Portugal, con la que finalmente estuvo hasta la Eurocopa de 2008. Hacía muy poco tiempo que había estampado su firma en el contrato y la llamada del Barça no cambió lo que en este se estipulaba. Por supuesto que le llamaba y mucho la idea de, por fin, entrenar a un gran club europeo, pero esa aventura tuvo que esperar a 2008, cuando le fichó el Chelsea tras dejar Portugal. Esa negativa de Scolari dejó a Laporta, por entonces presidente, sin el candidato de Rosell y se 'conformó' con lo que tenía. A Rijkaard le fichó a Albertini y a Davids y el Barça fue para arriba de manera imparable. Si le llegan a dejar unas jornadas más, habría disputado el título al Valencia del doblete de Benítez.

El brasileño finalmente vivió el año del casi en 2004. Casi ficha por el Barça y casi gana la Euro. Charisteas dejó estupefactos a todos los portugueses. Y a partir del verano de 2004, Rijkaard empezó a construir un equipo ganador que logró dos Ligas y la segunda Copa de Europa del Barça, iniciando la dictadura azulgrana en el fútbol europeo que dura ya una década y que ha llevado tres Copas de Europa más a las vitrinas del Camp Nou. La última le ha traído a Japón, donde aún se huele a Intercontinental. Para jugar esa 'Intercontinental', el Barça tiene que ganar a Scolari.

Alineaciones probables:

F.C. Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Rakitic, Busquets, Iniesta; Messi, Luis Suárez y Munir.

Guangzhou Evergrande: Li Shuai; Zhang Linpeng, Feng Xiaoting, Kim Young-gwon, Zou Zheng; Paulinho, Zheng Zhi, Huang Bowen, Ricardo Goulart, Robinho; y Elkeson.

Árbitro: Joel Aguilar (SAL).

Estadio: Internacional de Yokohama.

Hora: 11.30, Cuatro.

Es normal que para un gran club, los torneos llamados 'pequeños' sean casi más un incordio que una ilusión. Generalmente, estos son los que vienen después de ganar algún título importante, como la Liga, la Copa o la Champions. El mejor ejemplo para ello es la Supercopa de España, un torneo desfasado, mal organizado y desvirtuado por el doble partido que corta la preparación para la nueva temporada. La Supercopa de Europa es menos molesta por ser un único encuentro, pero al ser adelantada cada año más en el calendario, se cuela en mitad de la pretemporada. Y luego está el Mundial, ese torneo que otorga una escarapela al campeón pero que tan poco interesante es jugarlo para un grande. Sobre todo esas semifinales contra un club muy inferior. Ese partido se convierte en una molestia, un trámite que hay que pasar y que sólo resulta trascendente si se pierde.

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