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El Madrid considera a Casillas un extraño
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El Madrid considera a Casillas un extraño

El portero del Porto recibía en la Moncloa de manos del presidente del Gobierno el mayor honor que el Estado puede conceder a un deportista, pero el Madrid no consideró oportuno acompañarle

Foto: La soledad de Casillas en la Moncloa (EFE).
La soledad de Casillas en la Moncloa (EFE).

Era la gran duda que presidía los aledaños al Palacio de la Moncloa minutos antes de que los protagonistas hicieran acto de presencia oficial. ¿Vendrá alguien del Real Madrid? La respuesta correcta la sabíamos todos los presentes antes de que se produjese la confirmación: no, no habría ninguna representación del Madrid en la casa del presidente del Gobierno. La televisión del club, nada más. Iker Casillas se disponía a recibir el mayor honor que un deportista puede recibir del Estado español y el club donde jugó 25 años y donde consiguió los éxitos y el carisma que le han hecho merecedor de tal galardón no se pasaría ni siquiera a saludar a su excapitán. Carlo Cutropia, su representante, y Sara Carbonero fueron los que estuvieron con él ante Mariano Rajoy.

Lo normal al llegar a la entrada para Prensa era esperar una gran expectación. Cada vez que aparece Casillas por España desde que se marchó a Oporto sube el pan. Al final le toca volver de vez en cuando porque sigue siendo capitán de la Selección y se incorporó una vez más a la concentración. Por el contrario, la cantidad de medios acreditados no era muy alta. De hecho, uno de los propios miembros de organización de la Moncloa nos decía que había ido "muy poca gente" en general. Un acto con el presidente del Gobierno e Iker Casillas debía llamar la atención de manera generalizada. No lo hizo. Se sabía que no habría declaraciones, más allá de los respectivos discursos del anfitrión y el invitado. El revuelo esperado se volvió desgana y desapego.

La relación entre el Real Madrid y Casillas acabó rota como la Copa del Rey de 2011. Y estaba rota mucho antes de que ambos firmaran el finiquito con forma de traspaso ficticio al Porto. A Casillas le estaban haciendo la vida imposible desde que a Mourinho le dio por considerarlo la 'rata' del vestuario, lo cual no es como señalar a un recién llegado que en el fondo a nadie le importa; era destrozar la carrera del que era capitán del club desde 2010. Se le fue desacreditando progresivamente hasta conseguir que su propia afición, esa que lo ascendió a los cielos, lo descendiese al infierno más dantesco y lo quisiera lejos del Bernabéu.

Pero si esta Gran Cruz del Mérito se la entregó Rajoy a Casillas fue por todo lo que ha hecho este jugador por el Real Madrid y por la Selección, no porque filtrara información a la Prensa o disminuyese su rendimiento deportivo. Y sin embargo, no hubo nadie del que ha sido su club hasta hace pocos meses en uno de los actos institucionales más importantes que puede tener un deportista. Que no vaya Florentino Pérez puede llegar a ser hasta comprensible, porque sus responsabilidades no son sólo con el club que preside, sino también con ACS y, por tanto, puede que su agenda no diese para asistir. Pero, ¿nadie? Ni Butragueño, que precisamente es director de relaciones institucionales...

En Portugal sorprende que se conociese tan poco este acto, que no apareciese en las portadas de los periódicos. Un periodista, Pedro Filipe Maia, que trabaja para la televisión oficial del Porto FC aseguraba que no entendía que no hubiese nadie del Madrid. Maia reconocía que en Portugal Casillas está rindiendo a muy buen nivel. "Ha jugado ya cuatro o cinco partidos contra grandes equipos y ha jugado bien en todos. En el resto de encuentros no ha tenido problemas".

Además, le chocaba que fuese una persona tan "humilde y cercana". "En el último viaje a Tel-Aviv -para jugar contra el Maccabi en Champions League- era él el jugador más buscado, todos querían hacerse una foto con él. Había una niña llorando de la emoción e Iker se acercó a ella, la tranquilizó con un abrazo y él mismo se hizo la foto con la chica. Se le ve muy feliz y tranquilo", dice el periodista portugués.

Y allí estaba Casillas, solo ante el estrado, con la banda y la cruz en la solapa (¡qué trabajo le costó a Rajoy colocárasela!; deberían haber ensayado primero) mirando al infinito sin encontrar una cara conocida. Tuvo que sentir una sensación muy similar por la soledad, que no por la tristeza, a aquella que experimentó el 12 de julio. Ese día se sentó en la sala de prensa del Santiago Bernabéu por última vez para despedirse de su club. Estaba solo. Lo que le rodeaba eran periodistas e imágenes de publicidad; nadie del club que le echaba. Iker ya sabía lo que es ser abandonado por el equipo que lleva cosido al corazón. Escuchó atento Casillas las palabras de Rajoy que, quizás incosciente, recordó que Iker es una de los deportistas "más queridos de la historia del deporte español". ¿Lo es también para el Madrid?

Era la gran duda que presidía los aledaños al Palacio de la Moncloa minutos antes de que los protagonistas hicieran acto de presencia oficial. ¿Vendrá alguien del Real Madrid? La respuesta correcta la sabíamos todos los presentes antes de que se produjese la confirmación: no, no habría ninguna representación del Madrid en la casa del presidente del Gobierno. La televisión del club, nada más. Iker Casillas se disponía a recibir el mayor honor que un deportista puede recibir del Estado español y el club donde jugó 25 años y donde consiguió los éxitos y el carisma que le han hecho merecedor de tal galardón no se pasaría ni siquiera a saludar a su excapitán. Carlo Cutropia, su representante, y Sara Carbonero fueron los que estuvieron con él ante Mariano Rajoy.

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