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El efecto balsámico del Barça-Real Madrid en los territorios ocupados de Palestina
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el clásico concederá hora y media de tregua

El efecto balsámico del Barça-Real Madrid en los territorios ocupados de Palestina

La ONU se encarga del suministro de agua potable y luz, pero es el Clásico del fútbol español el que por unas horas servirá de terapia en, Al-Amari donde malviven cerca de 8.000 personas

Foto: Foto: David Ruiz
Foto: David Ruiz

En los valles donde deberían crecer los trigales, aún hoy día permanecen los campamentos creados por la ONU para dar cobijo a los cientos de miles de palestinos que fueron expulsados de sus hogares ancestrales cuando en 1948 nació el Estado de Israel.Las interminables ristras de chabolas insalubres han evolucionado a pequeñas edificaciones de piedra caliza, rodeadas de escombros y basura por doquier, levantadas por sus habitantes sin orden ni concierto gracias a la ayuda de sus vecinos más pudientes: Qatar, Emiratos o Arabia Saudí.

Naciones Unidas, por su parte, se encarga del suministro de agua potable, la luz y la electricidad. Y gracias, porque la crisis mundial les ha rebañado un buen pellizco de las ayudas internacionales, con lo que la mayor parte de sus habitantes vive rozando el umbral de la miseria. En el campamento de Al-Amari malviven cerca de 8.000 personas en un terreno equivalente al espacio que ocupa el Camp Nou.

La única alegría registrada en los anales de uno de los campos de refugiados de mayor antigüedad en los territorios ocupados, fue el título del campeonato de Liga cisjordano conquistado por su equipo en 2011, el primero de la era profesional. "Fue un milagro, un regalo de Alá a nuestra gente, que lleva toda la vida recluida en este campo sin derecho a nada", comentaba Khalil Al-Masri, presidente del club y una de las personas con más peso específico dentro de este agujero inmundo, ubicado en uno de los promontorios que dominan el centro de Ramallah.

Aquel inesperado logro, obtenido en la jornada final gracias a su mejor coeficiente goleador con respecto al Hilal Al-Quds, sigue siendo el motor de impulsión moral de una comunidad que, pese a la escasez de empleo y la dificultad extrema para conseguir que sus hijos aspiren a un futuro digno, alimenta aún la esperanza de que un día se arregle todo y puedan regresar a sus antiguos pagos, sin temor a que la violencia sectaria vuelva a ponerles frente al muro de la incomprensión y la intolerancia.

Pero el fútbol, en Palestina, no se limita a ejercer un efecto catártico entre sus gentes: es también una pasión irrefrenable e interminable de la que se habla y discute con fervor y vehemencia en los tenderetes de venta de frutas del efervescente zoco de Hebrón, en lapastelería Arafat de Nablus, en los mercadillos a cielo abierto de Jabaliya, en lo que queda de la mezquita de Jan Yunis, en el barrio armenio de la vieja Jerusalén, o a las puertas de la mismísima iglesia de la Natividad de Belén.

Esa fiebre por la redonda en esta tierra de interminables colinas pedregosas, prácticamente yermas de vida, e inundada de rutas en dramático estado de descomposición, alcanza su máxima expresión cada vez que los dos gigantes de la Liga española cruzan sus destinos en el calendario, como sucederá este domingo, con el campeonato en plena ebullición. Barça y Real Madrid, tanto monta, fagocitan en gran medida esa liturgia que ha hecho del balompié una verdadera fe en Tierra Santa, sin distinción de razas, ni creencias religiosas, y mucho menos de política.

El propio jefe del Gobierno palestino, Mahmoud Abbas, lo corrobora desde su despacho en Ramallah, la capital de bolsillo de este Reino de Taifas contemporáneo. "Cada vez que juega el Barça contra el Madrid es como si se declarara una guerra. Todo el mundo está pendiente del Clásico. La gente está dividida casi por igual entre seguidores de uno y otro equipo. ¿Cuál me gusta más? Los dos son equipos fantásticos. Uno tiene a Cristiano Ronaldo. El otro, a Messi. No hay una sola persona a la que no le guste el fútbol en mi país. Y esa pasión ayuda muchísimo a este pueblo, le hace más llevadera la situación tan dura que le ha tocado vivir a la inmensa mayoría desde que nació".

El habitual e interminable batiburrillo de gente yendo y viniendo por los pueblos y ciudades de este pequeño Estado observador no miembro de la ONU cesará milagrosamente por espacio de hora y media en el momento en que Mateu Lahoz decrete el inicio de las hostilidades entre azulgranas y merengues. La presencia sobre el mismo terreno de juego de los dos cracks con mayúsculas del fútbol mundial tendrá un efecto cuasi hipnótico entre los moradores del West Bank (Cisjordania) y de la Franja de Gaza. No se moverá un alfiler, para sosiego de las fuerzas de ocupación israelíes, en permanente estado de alerta por el temor latente a una nueva 'Intifada' o un ataque por sorpresa de Hamás.

Los televisores se convertirán, mientras la pelota ruede en el coliseo catalán, en las piezas más codiciadas de una población hambrienta, en condiciones insalubres y cansada de lidiar a diario con el oficio más duro que puede llegar a tener el ser humano: sobrevivir. No resulta extraño que para muchos palestinos la mejor de las terapias contra su complicada existencia sería poder gozar de un Clásico a la semana, con el que alimentar sus interminables y, casi siempre, calurosas discusiones hasta el pitido de arranque del siguiente.

En los valles donde deberían crecer los trigales, aún hoy día permanecen los campamentos creados por la ONU para dar cobijo a los cientos de miles de palestinos que fueron expulsados de sus hogares ancestrales cuando en 1948 nació el Estado de Israel.Las interminables ristras de chabolas insalubres han evolucionado a pequeñas edificaciones de piedra caliza, rodeadas de escombros y basura por doquier, levantadas por sus habitantes sin orden ni concierto gracias a la ayuda de sus vecinos más pudientes: Qatar, Emiratos o Arabia Saudí.

Cristiano Ronaldo Palestina Barcelona