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El Barça de 'Lucho' no echa de menos a Valdés ni Puyol: no ha recibido ni un gol
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la recuperada presión alta, fundamental

El Barça de 'Lucho' no echa de menos a Valdés ni Puyol: no ha recibido ni un gol

El Barça temía por su defensa y fichó en verano para solucionarlo. Pero el problema no era un tema cuantitativo, sino cualitativo. La presión alta, clave

Foto: Piqué y Bartra fueron los centrales contra el APOEL (Reuters).
Piqué y Bartra fueron los centrales contra el APOEL (Reuters).

La realidad del Barcelona es, evidentemente, muy diferente a la que vivió (o sufrió) la temporada pasada. Fue una temporada muy extraña en lo deportivo, pero sobre todo en lo extradeportivo. La muerte de Tito Vilanova, la lesión de Lionel Messi y un entrenador en el que nunca se creyó marcaron el ritmo siempre cambiante del club azulgrana, que por primera vez en un lustro se quedó sin títulos. La llegada de Luis Enrique ha traído, cuanto menos, tranquilidad, pero el asturiano quiere mucho más que eso. Quiere ganar y quiere convencer y convencerse a sí mismo. Necesita que sus jugadores se sientan útiles y que la cantera sea protagonista. Y algo que no quiere es encajar goles, y bien que lo está cumpliendo. Y lo está haciendo sin Carles Puyol niVíctor Valdés, lo cual tiene un mérito añadido enorme.

Cuatro partidos oficiales ha disputado el Barcelona esta temporada y todavía tiene la portería inviolada. 360 minutos sin recibir ni un solo gol, y lo mejor para el Barça y para Luis Enrique es que ni siquiera ha recibido ocasiones, salvo esporádicas acciones ofensivas de los rivales que fueron solventadas con evidente suficiencia. Cuando un contrario ataca la defensa azulgrana, la sensación de peligro no existe, lo más probable es que el rival acabe perdiendo la pelota por la presión, o que la defensa actúe para cortar el ataque. Si todo falla, que no suele, están los porteros cumpliendo a rajatabla.

El Barça tenía un problema en la defensa y, al menos por ahora, parece haber encontrado una solución. Históricamente, un equipo muy goleador no solía ser una escuadra muy fiable defensivamente, más bien al contrario: le marcaban mucho, pero marcaba más que el contrario. Un ejemplo muy evidente de esta tendencia es el Real Madrid de la Quinta del Buitre, que durante las cinco Ligas en las que arrasó de forma consecutiva, Paco Buyo, titular indiscutible en el marco, apenas ganó un Trofeo Zamora, el de 1988 (su otro trofeo al menos goleado lo ganó en 1992, en los años del Dream Team de Cruyff).

Pero esa idea de que para anotar mucho había que recibir mucho pasó a mejor vida con el Barcelona de Frank Rijkaard y Guardiola lo perfeccionó hasta el extremo. Tanto el técnico holandés como sobre todo el de Santpedor impusieron una máxima que ha pasado a ser básica en el Barça y en otros muchos equipos: el primero en defender es el delantero. La presión tras pérdida es un símbolo de la identidad azulgrana y uno de los motivos por los que se convirtió en un equipo muy goleador y muy poco goleado. De hecho, los cinco Zamoras de Víctor Valdés fueron con Rijkaard (2005) y con Guardiola (desde 2009 a 2012, ambos inclusive). Casualidad o no (más probable que no), Valdés dejó de ganar Zamoras cuando se fue Pep.

En el ataque posicional de Guardiola es indispensable la agrupación de un ingente número de atacantes cerca del área rival. Esa acumulación permite que el portador de la pelota siempre tenga posibilidades de pase y que esos pases sean veloces y eléctricos para abrir huecos en la zaga adversaria. Pero lo más importante, probablemente, de ese estilo tan ofensivo de juego es que la defensa comienza justo en el momento de perder el balón. Los delanteros no se repliegan para defender en campo propio, sino que se mantienen arriba. El rival, agobiado y rodeado, apenas tiene opciones para sacar la pelota. Sus únicas opciones son arriesgarse al sacar el balón jugado a que una pérdida provoque un ataque rápido, o rifar la pelota con un envío largo de decenas de metros.

Messi y los centrales

Luis Enrique no es Guardiola, ni pretende serlo. El perfil de entrenadores tan similar (los dos jóvenes técnicos con un pasado glorioso en el club como jugadores) puede llevar a confundirles, pero Luis Enrique quiere un Barça distinto al que quería Guardiola. Sus ataques posicionales son mucho más ágiles y menos pacientes que los que pretendía el actual técnico del Bayern y utiliza las rotaciones incluso más que Pep. Sin embargo, si en algo se asemejan es el su amor por la presión alta y por la idea primigenia que reza que si yo tengo el balón, el contrario no me puede hacer daño.

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Nada más dejar de tener la posesión, el Barça de Lucho busca recuperar cuanto antes. Luis Enrique ha recuperado el hambre continuo en sus delanteros, sean cuales sean (a la espera de ver cómo se asienta en este estilo Luis Suárez, aunque por sus características, no debería serle complicado) para intentar recuperar el balón perdido. Quizás lo más sorprendente es que el asturiano haya conseguido que Leo Messi esté activo también cuando no tiene la pelota, que sea capaz otra vez de seguir corriendo detrás del contrario para quitarle el cuero. Esta temporada se está viendo a un Messi mucho más solidario, lejos del estilo más individualista que le caracterizó el año pasado.

Si algo caracterizaba al Barcelona era su carencia de hombres en la zona central de la zaga. Una vez que Puyol empezó a contar menos por sus continuados problemas físicos, Mascherano y Piqué eran las únicas opciones de primer nivel, puesto que ni Vilanova (o Roura) ni Martino contaban con un Bartra inexperto. Pero la llegada de Mathieu y Vermaelen tenía que solucionar el problema. Sin embargo, sólo el francés ha participado por ahora en el Barça y el belga está ultimando su recuperación. Es decir, no era un problema cuantitativo sino cualitativo.La ausencia de alternativas en la defensa no eran motivo principal para que el Barça sufriera atrás, sino la intensidad con la que el colectivo defendía.

La realidad del Barcelona es, evidentemente, muy diferente a la que vivió (o sufrió) la temporada pasada. Fue una temporada muy extraña en lo deportivo, pero sobre todo en lo extradeportivo. La muerte de Tito Vilanova, la lesión de Lionel Messi y un entrenador en el que nunca se creyó marcaron el ritmo siempre cambiante del club azulgrana, que por primera vez en un lustro se quedó sin títulos. La llegada de Luis Enrique ha traído, cuanto menos, tranquilidad, pero el asturiano quiere mucho más que eso. Quiere ganar y quiere convencer y convencerse a sí mismo. Necesita que sus jugadores se sientan útiles y que la cantera sea protagonista. Y algo que no quiere es encajar goles, y bien que lo está cumpliendo. Y lo está haciendo sin Carles Puyol niVíctor Valdés, lo cual tiene un mérito añadido enorme.

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